jueves, 31 de diciembre de 2009

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS V


En su texto «¿Cómo hacer una reseña literaria?», la Revista Digital Literaria Oxigen escribe acerca de la etapa preliminar a la redacción de un texto bajo esa modalidad expositivo-argumentativa. El autor, a su vez, toma esa información del libro How to Write Book Reports (Cómo escribir reportes sobre libros), de Harry Teitelbaum.

He seleccionado los pasos que se pueden aplicar de manera general a cualquier tipo de recensión y los he enumerado según un criterio personal. Ellos son:

1. «Razonar cuidadosamente el título de la obra y el significado e implicación».
2. «Leer el prólogo (si existiera) para familiarizarse con la intención del autor».
3. «Mirar sobre la tabla de contenido (si existiera) para enterarse de la organización básica de la obra».
4. «Tener una copia personal del libro o del trabajo, si es posible, para poder hacer anotaciones según se va leyendo».
5. «Si el libro no es propio, mantener hojas de papel disponibles para anotar las reacciones e insertarlas».
6. «Leer la obra en su totalidad para tener una impresión general. Sobre esta impresión inicial, hacer un bosquejo mental de cómo se va a trabajar en la reseña».
7. «Leer por segunda vez, en esta ocasión para darle más énfasis a aquellos detalles que puedan fortalecer la impresión inicial o modificarla».

La revista en mención describe igualmente los estadios que constituyen el proceso de organizar y redactar una reseña literaria. De ellos tomo los que considero pertinentes para la tarea que me toca (pues planteo el tema de forma general y no específica), y también los enumero según mi punto de vista (véase: http://www.revistaoxigen.com/Menus/Recursos/7como_resena.htm).

1. «Revisar cuidadosamente todas las notas marginales incluidas durante la lectura».
2. «Formular una hipótesis y redactarla».
3. «Hacer una lista de aquellas notas que apoyen la hipótesis formulada en tarjetas 4x6 y eliminar el resto».
4. «Empezar a usar divisiones y subdivisiones de ideas».
5. «Al escribir el borrador debe dejarse tres líneas por medio y márgenes amplios para revisiones futuras».
6. «Es esencial tener a mano herramientas de referencia como diccionarios [incluir uno de sinónimos y antónimos, por favor] y usarlos para la redacción del ensayo».
7. «Antes de revisar por primera vez el borrador se debe dejar un día por medio para poder hacer correcciones y cambios objetivamente».
8. «Si hay abundancia de correcciones, no dudar en volver a pasar en limpio y escribir un segundo borrador».

En el siguiente envío continuaré escribiendo sobre este punto que aún no se ha agotado y es el más extenso de esta secuencia.

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Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.


Bibliografía

REVISTA DIGITAL LITERARIA OXIGEN. «¿Cómo hacer una reseña literaria?». Zaragoza (España). Consulta: 8 de agosto del 2009. http://www.revistaoxigen.com/Menus/Recursos/7como_resena.htm

sábado, 28 de noviembre de 2009

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS IV



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Los autores difieren en cuanto al número y al nombre que le dan a cada una de las partes de la estructura de una reseña. Para simplificar el asunto, he seleccionado la descripción hecha por Álvaro Ezcurra, una adaptación de la que se encuentra en el libro Academic Writing for Graduate Students (Escritura académica para estudiantes graduados), de John Swales y Christine Fiek, del 2004.

He enumerado la cita textual que sigue con un fin meramente didáctico (2007: 102): «Está dicho ya que las reseñas ofrecen la síntesis y la valoración de un libro. Ambos propósitos se pueden expresar en partes distintas del texto, como señalamos a continuación.

»1. Aproximación general al libro
»La reseña se encabeza con la información de los datos bibliográficos del libro en cuestión… Se suele iniciar planteando el tema del libro, describiendo al potencial lector, destacando información sobre el autor, ubicando el libro dentro de su campo de estudio, etc.

»2. Síntesis del libro
»Aquí se aclara su organización general y se describen el contenido y los objetivos de cada capítulo.

»3. Comentario de partes claves del libro
»Se evalúan puntos específicos. Se trata de destacar, fundamentada y objetivamente, aspectos positivos o negativos.

»4. Comentario final
»Hacia el final se propone un balance de los aciertos y las virtudes del texto, y se evalúa el conjunto del libro. Pueden incluirse recomendaciones».

En el siguiente envío, hablaremos del proceso de redacción de una reseña.


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Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.


Bibliografía

EZCURRA, Álvaro (coord.). Iniciarse en la redacción universitaria. Exámenes, trabajos y reseñas. Lima: Estudios Generales Letras - Pontificia Universidad Católica del Perú, 2007.

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sábado, 31 de octubre de 2009

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS III


En el módulo «Los elementos fundamentales de una reseña», de Neyssa Palmer Bermúdez, profesora del Centro de Competencias de la Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, se afirma lo siguiente: «En la academia, existe una gran variedad de tipos de reseñas como las de festivales, personalidades, revistas, documentos, conferencias; pero, las que se utilizan más, sobre todo, para trabajar con el alumnado, son las de textos de todas las disciplinas, las de espectáculos —teatro, danza, música —, las de exposiciones —pintura, escultura, fotografía— y las de cine» (véase: http://www1.uprh.edu/cruzmigu/ESPA_LEFDUR.pdf).

Existe, pues, una amplia variedad de actividades o sujetos portadores de cultura que se pueden reseñar. Ordenándolos en una lista con fines didácticos, tenemos:

1) Festivales
2) Personalidades
3) Revistas
4) Documentos
5) Conferencias
6) Textos (libros de todas las disciplinas)
7) Espectáculos (teatro, danza y música)
8) Exposiciones (pintura, escultura y fotografía)
9) Cine

Dentro de las reseñas de libros, que es el único punto del que hablaremos aquí, Álvaro Ezcurra establece una diferenciación entre «reseña descriptiva» y «reseña crítica».

En el primer caso, se trata de «un texto cercano (aunque no igual) a un resumen. Será un trabajo descriptivo si se concentra, antes que en el juicio crítico que valora el texto comentado, en la exposición de sus contenidos y en la mención general de sus aportes».

En el segundo caso, dentro de las reseñas, «el autor se concentrará en comentar el libro en cuestión a la luz de más criterios de análisis: el lugar del libro en la obra del autor (es decir, en la evolución de sus ideas), el aporte de las ideas del autor en relación con la disciplina a la que pertenece y, finalmente, el valor del libro reseñado en función de los dos puntos previos».

Dada esta situación, el autor aclara enseguida: «No es igual, por eso, una reseña escrita por un especialista de determinada disciplina científica que una reseña preparada por un estudiante universitario de los primeros ciclos. Y distinta será también la que escriba quien está en los últimos años de formación universitaria» (2007: 97).

En el siguiente envío hablaremos de la estructura de la reseña.

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Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.


Bibliografía

EZCURRA, Álvaro (coord.). Iniciarse en la redacción universitaria. Exámenes, trabajos y reseñas. Lima: Estudios Generales Letras - Pontificia Universidad Católica del Perú, 2007.

Palmer Bermúdez, Neyssa. «Los elementos fundamentales de una reseña». Centro de Competencias de la Comunicación de la Universidad de Puerto Rico. Consulta: 8 de agosto del 2009. <http://www1.uprh.edu/cruzmigu/ESPA_LEFDUR.pdf>

miércoles, 30 de septiembre de 2009

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS II


La reseña se emplea tanto en el ámbito periodístico (es uno más de sus géneros) como en el académico. En el primer caso, se diferencia «reseña» de «recensión»; en el segundo, ambos términos son juzgados como equivalentes.

En el Diccionario de información, comunicación y periodismo (DICP), de José Martínez de Sousa, por ejemplo, se explica lo que se debe entender por «recensión»: «Exposición crítica de una conferencia, espectáculo o acto cultural que se publica en la prensa. □ Comentario crítico de una obra literaria o científica, a cargo de un especialista en la materia tratada».

Luego agrega: «La recensión presupone análisis, examen, valoración. Según apunta Buonocore (1976, 365): “Los supuestos de la verdadera recensión se basan: 1.°, en la cultura y disciplina científica del crítico; 2.°, en su conocimiento del tema; 3.°, en sus condiciones literarias de estilo para exponer su pensamiento de un modo claro y lógico; 4.°, en su probidad moral al servicio de la verdad”» (1992: 444).

«Reseña», por su parte, sería: «Escrito breve inserto en una publicación periódica. □ Breve información sobre el contenido de una publicación o sobre un acto cultural. (Difiere de la crítica en el hecho de que no es preciso que la reseña implique un juicio de valor.) … □ Narración sucinta. □ Descripción de un acontecimiento en forma de trabajo periodístico. □ Trabajo periodístico en el que se describe un acontecimiento» (1992: 456).

Como podemos ver, para Martínez de Sousa, la «recensión» implica un análisis, un examen y una valoración; en tanto que la «reseña» puede prescindir de ello y es, a la vez, más breve1. En ello coincide, además, con Antonio López de Zuazo Algar en su Diccionario del periodismo (cf. 1981: 164 y 171).

En el ámbito académico, en cambio, se consideran sinónimos y en ello se guían, al parecer, del Diccionario de la lengua española, en el que el vocablo «reseña» tiene estas dos primeras significaciones: «Narración sucinta» y «Noticia y examen de una obra literaria o científica» (2005: 1327). Mientras que «recensión» tiene una acepción semejante a la segunda dada para «reseña»: «Noticia o reseña de una obra literaria o científica» (2005: 1297).

Para corroborar lo dicho baste revisar el Diccionario de términos literarios, de Demetrio Estébanez Calderón, en el que las dos palabras se ponen incluso juntas con el recurso ortográfico del paréntesis: “Reseña (o recensión). Es un comentario bibliográfico sobre una obra de creación literaria o de investigación, en el que se informa sobre el contenido de la misma y se realiza un análisis crítico sobre las aportaciones que implica y sus valores y deficiencias en relación con el contexto de los estudios realizados en su propio campo. En las revistas especializadas existe una sección final dedicada expresamente a la información bibliográfica que, en algunos casos, p.e., Anales Galdosianos, se titula, precisamente, Reseñas” (2004: 925).

En vista de lo tratado, y como me interesa desarrollar el tema desde la óptica del quehacer universitario, tampoco distinguiré «recensión» de «reseña», y me guiaré por la definición ofrecida en el libro Iniciarse en la redacción universitaria. Exámenes, trabajos y reseñas, de Álvaro Ezcurra: «Una reseña es un texto que comenta, académicamente, otro texto. Más precisamente, es un texto académico que resume y critica textos científicos y literarios, de allí que siempre tenga una dimensión evaluativa. El grado de exhaustividad de una reseña es variable y depende, ciertamente, de los propósitos y de la formación de quien la escriba» (2007: 97).


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1 En su libro Manual de edición y autoedición, José Martínez de Sousa define «recensión» y «reseña» de manera opuesta a como lo hace en su DICP: «En principio, la recensión sería, según la opinión de algunos especialistas, el mero anuncio de la obra, sin análisis del contenido o de su tratamiento, que correspondería a la reseña, en la cual se comentaría el texto más por extenso». No obstante, se trataría solo de un error de confusión en el que un término se pone en el lugar que le corresponde al otro. Ello se corrobora con lo escrito a continuación por el polígrafo español, en donde vuelve a la diferenciación establecida en su DICP: «En general, la recensión y la reseña pueden tenerse por sinónimos, siempre que el hecho de reseñar consista en algo más que el mero incluir en una lista» (1994: 299).


Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.


Bibliografía

ESTÉBANEZ CALDERÓN, Demetrio. Diccionario de términos literarios. Madrid: Alianza Editorial, 2004.

EZCURRA, Álvaro (coord.). Iniciarse en la redacción universitaria. Exámenes, trabajos y reseñas. Lima: Estudios Generales Letras - Pontificia Universidad Católica del Perú, 2007.

LÓPEZ DE ZUAZO ALGAR, Antonio. Diccionario del periodismo. 3.a ed. Madrid: Editorial Pirámide, 1981.

MARTÍNEZ DE SOUSA, José. Diccionario de información, comunicación y periodismo. 2.a ed. Madrid: Editorial Paraninfo, 1991.

MARTÍNEZ DE SOUSA, José. Manual de edición y autoedición. Madrid: Ediciones Pirámide, 1994.

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua española. Lima: Q. W. Editores, 2005.

lunes, 31 de agosto de 2009

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS I


No abundan los libros que te indiquen cómo escribir una reseña. En Internet, tampoco he encontrado muchos textos que lo hagan.

Una razón por la que es difícil hallar una guía sobre este asunto es porque, al parecer, se considera que esta actividad es una de las más sencillas en el trabajo intelectual (lo que no necesariamente quiere decir que sea fácil de hacer, menos aún tratándose de reseñas académicas). Un lector fluido la puede aprender leyendo una docena de ellas en las revistas especializadas (pero el que no lo es puede encontrar dificultades incluso para resumir).

Y, es cierto, se puede confeccionar de ese modo. Así es además como aprenden los literatos a escribir sus cuentos, novelas, obras de teatro, poemas, ensayos, etc.: leyendo y deduciendo las reglas de la buena escritura, en ocasiones, de manera muy consciente (pienso en Vargas Llosa) y, en otras, de manera más intuitiva (pienso en Alfredo Bryce).

Daniel Cassany explica muy bien ese proceso en su libro Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir. Citando un artículo de Frank Smith titulado «Leer como un escritor» de 1983, sintetiza sus ideas de esta forma: «El autor empieza su reflexión con una lista de todos los conocimientos que posee un escritor competente y concluye que el único lugar donde podemos encontrarlos es en los textos escritos por otros. No los podemos encontrar en las gramáticas o en los manuales de redacción porque muchos de estos conocimientos, como por ejemplo los mecanismos de cohesión o de coherencia del texto, apenas han sido descubiertos por los lingüistas y todavía no se han estudiado lo suficiente. Asimismo, algunas de las reglas gramaticales que se encuentran en estos libros tienen una utilidad relativa porque existen muchas excepciones y, en definitiva, el aprendiz de escritor tiene que memorizar las palabras mismas. Por todo ello, la instrucción formal (la enseñanza programada de todos estos conocimientos) que se basa en gramáticas y ejercicios no puede tener un papel demasiado importante en este aprendizaje. En cambio la lectura se muestra como la única forma viable de aprendizaje porque pone en contacto al aprendiz con los textos que contienen todos los conocimientos que necesita. Leyendo estos textos el individuo puede aprender la gramática, los mecanismos de cohesión y las reglas de coherencia textual que necesita para escribir. Pero, si bien es cierto que todos los escritores suelen ser buenos lectores, no todos los lectores son necesariamente buenos escritores. Esto lleva a Smith a afirmar que hace falta leer de una determinada manera para aprender a escribir: tenemos que leer como un escritor» (1996: 63 y 64).

Los conocimientos que están incluidos en el código escrito son (1996: 28-32 y 70):

a) La lengua («fonética y ortografía, morfología y sintaxis y léxico»).
b) Las «reglas que permiten elaborar textos» (adecuación, coherencia y cohesión).
c) El «conjunto de convenciones sociales que regulan la presentación de los escritos» (en una misiva sería: «el saber separar la fecha, el destinatario o la firma del resto de la carta, guardar los márgenes oportunos a los lados de la hoja, etc.»).
d) Las «técnicas que un texto acabado y publicado no puede ofrecer» («uso de clips, fichas de libros o escritos…, hasta la utilidad de escribir borradores y revisar y corregir el texto»).

Más adelante, Cassany añade que no siempre leemos como un escritor: «[Hay casos en que] leemos como un receptor (como un simple lector). Sólo nos interesa comprender la información que contiene el texto y no deseamos aprender a escribir como los autores de estos libros (…).

»Así pues, podemos leer de dos maneras y sólo una de ellas sirve para adquirir el código escrito. Este hecho explica por qué determinadas personas que son buenos lectores no son además escritores competentes. Se trata de individuos que leen exclusivamente como lectores (como un receptor). Pocas veces o nunca leen como un escritor. Las causas de este hecho pueden ser muy variadas: no quieren pertenecer al grupo de los escritores, no se identifican con este grupo, no ven ni el beneficio ni las ventajas de la utilización de la expresión escrita, etc. Las consecuencias son trágicas para estas personas, ya que si no pueden o no quieren leer como un escritor, difícilmente adquirirán el código escrito y raramente llegarán a ser escritores competentes» (1996: 69 y 70).

Cassany, además, hace un listado de «algunos factores que [según Smith] dificultan la lectura como un escritor y, por consiguiente, la adquisición del código escrito». Lo he enumerado para una mejor apreciación:

«CIRCUNSTANCIAS EN LAS QUE SE HACE DIFÍCIL LEER COMO UN ESCRITOR

1. Cuando nuestra atención en el texto está sobrecargada.
2. Cuando estamos totalmente concentrados en el acto de leer, relacionando apropiadamente las palabras.
3. Cuando intentamos memorizar todo el texto.
4. Cuando leemos en voz alta.
5. Cuando tenemos problemas para entender el texto.
6. Cuando no comprendemos la intención que tiene.
7. Cuando no comprendemos las palabras básicas.
8. Cuando no tenemos ningún interés en escribir lo que leemos.
9. Cuando no nos gusta escribir.
10. Cuando no tenemos ninguna expectativa de utilizar el tipo de lenguaje escrito que leemos» (1996: 70).

Es importante tomar en cuenta esos factores, a fin de tratar de evitarlos cuando queramos leer reseñas como un escritor lo haría. No obstante, para los que aún no se sientan preparados para ejercer ese tipo de lectura, esta secuencia de envíos les será más útil, pues se dará una definición de esta modalidad textual expositivo-argumentativa, se mencionarán los tipos que existen, su estructura, su proceso de redacción y se mostrarán ejemplos.

Debo aclarar que no me propongo escribir un tratado sobre esta materia, sino únicamente ofrecer las pautas generales para que cualquier lector pueda iniciarse y entrenarse en los rudimentos del trabajo universitario.


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Nota: La foto que encabeza esta nota fue tomada de la siguiente dirección electrónica: http://www.rionegro.com.ar/blog/rutaleon/?mode=viewid&post_id=144&PHPSESSID=0dc3f2950dfb62beed16008bc9454de0



Bibliografía

CASSANY, Daniel. Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir. Barcelona: Ediciones Paidós Iberoamérica, 1996.

viernes, 31 de julio de 2009

LA IMPRESIÓN DE UNA OBRA EN EL LECTOR


Una excelente manera de practicar la lectura es escribiendo la impresión que te ha dejado un libro. Es importante hacerlo inmediatamente después de haberlo terminado de leer, porque si dejas pasar mucho tiempo la emoción se diluye, debido a que se van olvidando los detalles de la historia.

Es cierto que hay obras que te marcan con más fuerza que otras, pero aun así las minucias del relato solo se rememoran con la relectura y no siempre habrá tiempo para ello o no siempre el impreso te invitará a hacerlo (a menos que se trate de una obra clásica, claro está).

No obstante, lo anterior sería una práctica válida solo si lo que escribes queda para ti. Si deseas publicarlo bajo el formato de una reseña, por ejemplo, hay una mayor exigencia que va de la relectura al fichaje de pasajes relevantes (de las reseñas y de cómo se escriben hablaremos más detenidamente en el siguiente post).

Con el fin de mostrarles un ejemplo de lo sostenido en el primer párrafo, voy a transcribir un pasaje de mi diario. En él quedaron registradas las impresiones de las lecturas que hacía. El texto seleccionado no pretende ser un análisis de una narración, sino solo transmitir el efecto que tuvo en mí en aquel momento.

30 de junio del 2000
«(…) Ya terminé de leer el cuento de Kipling “La litera fantástica”. Y llegué a la conclusión de que el protagonista, Pansay (quien cuenta los hechos en un manuscrito que recogió el narrador), alucina que una litera amarilla, donde va Keith, su ex amante, con cuatro cargadores, lo sigue, porque tiene un sentimiento de culpa que lo atormenta. Kitti y el doctor le hacen ver que el trato que le dio a Keith (quien estaba casada con otro) era aborrecible y repudiable. Pansay también se daba cuenta de ello, y en más de un momento en la narración reconoce explícitamente sentirse culpable de la muerte de Keith. El fantasma que lo atormenta, por tanto, solo pertenece a su conciencia que sanciona de ese modo su propia conducta y termina, a la larga, por matarlo (…)».

Si quisiera hacer un estudio serio de esa obra tendría que releer el texto en su versión original (en inglés) y ver si se confirma esa primera impresión o se trastoca. Luego, tomar apuntes y hacer las citas pertinentes que sustenten mi hipótesis. Nada de eso contiene el texto citado.

Para quienes puedan haberse interesado en el cuento, los remito a la versión castellana publicada en Lima y que menciono en la bibliografía.



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Nota: El dibujo del escritor británico Joseph Rudyard Kipling (1865-1936) fue tomado de la siguiente dirección electrónica: http://clubdecine6.blogspot.com/


Bibliografía

KIPLING, Rudyard. La litera fantástica. Lima: Adobe Editores, 1999.

domingo, 28 de junio de 2009

LA NOCIÓN DE INDIVIDUO EN UNA NOVELA DE MILAN KUNDERA


Como ya he escrito varios posts que ofrecen al lector estrategias para encarar los libros, quería mostrarles cómo ponía yo en práctica algunas de ellas. El artículo que incluyo luego de estas palabras preliminares lo escribí en mi etapa universitaria para uno de los cursos que llevaba en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Posteriormente, fue publicado en el primer número de la revista Barro Pensativo (nombre tomado de un verso del poema «Los dados eternos» de César Vallejo), aunque le hice algunos cambios y añadidos. Fue un ejercicio muy provechoso, pues mi objetivo estaba dirigido a detectar la idea o ideas ocultas en el follaje del discurso literario de una novela.

Mientras leía a Milan Kundera, tomaba apuntes de los nombres de los personajes y de las ideas explícitas más importantes emitidas por ellos o por el narrador. Aunque ahora he adquirido la costumbre de anotar esos datos en las hojas en blanco que tienen los libros (lo cual es más efectivo, ya que puedes revisarlo en cualquier momento, si tienes el impreso a la mano), en aquel entonces lo hacía en una hoja aparte (poco práctico, si tenemos en cuenta que se puede perder; preferible, en todo caso, emplear las fichas de cartón, que también las he empleado en otras lecturas). Esta práctica permite hacer un seguimiento seguro de lo que el narrador quiso decir e incluso revisar la coherencia de su argumentación. Sin embargo, no todas las novelas se prestan a ello, sino solo las que combinan la acción con la reflexión.

Una recomendación de los lectores expertos que no pude aplicar en este texto (aunque sí en otros), en aquel entonces, fue el subrayado. La hermosa edición española de tapa dura y hojas blancas que tenía (y que la pueden ver en la foto) despertó una devoción tan grande en mí que no me atreví a rayarla. Ese respeto estéril e improductivo ya lo perdí del todo, y aunque son pocos los libros nuevos que compro (la mayor parte de mis adquisiciones son de segunda, tercera, etc.), lo primero que hago al conseguir uno es leer el prólogo o la introducción con el lápiz en la mano para subrayar sin contemplaciones.


La feliz mezcla de historia novelesca con cavilaciones emparentadas con el género ensayístico hace de La inmortalidad, de Milan Kundera, un texto adecuado para el ejercicio especulativo. Así que ese será nuestro propósito en las siguientes líneas.

Para ello, nos valdremos de la versión castellana de esta novela publicada por RBA Editores, en el año1993 (ver bibliografía). En adelante, todas las citas de este libro provendrán de esta edición, y solo indicaremos la página de procedencia. Un estudio verdaderamente serio de esta obra tendría que recurrir al texto original escrito en checo. No es esa nuestra intención.

En la novela hay una idea central que aparece en boca de Paul y que surge producto de una conversación sostenida con Agnes: «...Es el individualismo de nuestro tiempo» (p. 41). De esta frase se deduce sin mayor esfuerzo que la época en que viven los personajes se caracteriza por el individualismo. Pero las diferentes formas de concebir este término son cuestionadas por el narrador y descartadas por una noción distinta que mencionaremos al final del texto.

Primero centra su ataque hacia la idea más común que se tiene acerca de la individualidad, la forma externa que marca la diferencia entre uno y otro: «el rostro».

«Pero cuando tienes juntos doscientos veintitrés rostros, de pronto comprendes que todo no es más que un rostro en muchas variantes y que jamás existió individuo alguno» (p. 41). Nada nos puede asegurar que el rostro que poseemos nos estaba predestinado de antemano, y si ahora tengo este rostro, como pude haber tenido cualquier otro, entonces no hay un fundamento válido para sostener que el rostro establece nuestra individualidad. La regla que rige la obtención de un rostro predeterminado reproduce la misma regla que nos lleva a conseguir un determinado nombre: «la casualidad».

Por lo tanto, todos somos iguales mientras no se nos pruebe lo contrario, pero, claro, «ante la inmortalidad no hay igualdad entre las personas» (p. 61), por una sencilla razón: no cualquier persona ingresa al círculo de la inmortalidad (entendida por el narrador como fama o prestigio), y aun dentro de este círculo existen jerarquías: «Tenemos que diferenciar la denominada pequeña inmortalidad, el recuerdo del hombre en la mente de quienes lo conocieron..., de la gran inmortalidad, que significa el recuerdo del hombre en la mente de aquellos a quienes no conoció personalmente» (p. 61). Y también existe la «inmortalidad ridícula» (p. 63). De las tres, únicamente a la segunda le está reservada ingresar al «Templo de la Fama» (p. 60).

Otra idea que establece la noción de individualidad se refiere a la «esencia del yo». El narrador la intenta destruir mediante la siguiente reflexión: «Hay dos métodos para cultivar la unicidad del yo: el método de la suma y el método de la resta. Agnes le resta a su yo todo lo que es externo y prestado, para aproximarse así a su pura esencia (el riesgo consiste en que al final de cada resta acecha el cero). El método de Laura...: para que su yo sea más visible, más aprensible... le añade cada vez más y más atributos y procura identificarse con ellos (con el riesgo de que bajo los atributos sumados se pierda la esencia del yo)» (p. 120).

Un hecho importante en el conocimiento de la noción de individuo lo marca la aparición, en el escenario mundial, de la «imagología», principalmente porque ella ha descubierto que «nuestro yo es una mera apariencia (...) que la única realidad... es nuestra imagen a los ojos de los demás» (p. 152). Ni siquiera uno mismo es dueño de su imagen: «primero intentas dibujarla tú mismo, después quieres al menos influir en ella y controlarla, pero en vano: basta con una frase malintencionada y te conviertes para siempre en una caricatura tristemente simple» (p. 152). La imagología, pues, sustenta sus acciones en la imagen; su naturaleza misma la ha convertido en una figura omnímoda y todopoderosa.

La imagología no es un fenómeno casual. Ha habido en el mundo una «gradual, general y planetaria transformación de la ideología en imagología» (p. 136). Y esto sucedió porque las ideologías estaban muriendo. En el mundo iban dejando de ser creíbles sus planteamientos, sus interpretaciones de la realidad: su cosmovisión estaba cernida por un tamiz doctrinal, pero «la realidad era más fuerte que la ideología. Y precisamente en este sentido la imagología la superó: la imagología es más fuerte que la realidad» (p. 137).

Una vez realizado el desenmascaramiento de estas ideas que pretenden demostrar la noción de individuo y que se muestran defectuosas, se procede luego a proponer cuál es el elemento que sí es válido y que nos puede llevar a concebir nuestra individualidad como tal: «En la convicción de que el amor nos hace inocentes radica la originalidad del derecho europeo y su teoría de la culpabilidad» (p. 229). A partir de este dato, el narrador establece que el hombre es un «homo sentimentalis» (p. 228).

«El homo sentimentalis no puede ser definido como un hombre que siente (porque todos sentimos), sino como un hombre que ha hecho un valor del sentimiento» (p. 230). Y esto da pie para poder afirmar que «la base del yo no es el pensamiento, sino el sufrimiento que es el más básico de todos los sentimientos... En un sufrimiento fuerte, el mundo desaparece y cada uno de nosotros está a solas consigo mismo» (p. 239). Como podemos ver, el sufrimiento nos vuelve sobre nuestra propia individualidad, y la establece, porque nos sumerge en su atmósfera, nos atrapa y no nos suelta hasta hallarle un remedio; solo cuando logramos acallar nuestro sufrimiento recuperamos nuestra no-individualidad: «el sufrimiento no sólo es la base del yo, su única prueba ontológica indudable, sino que es también de todos los sentimientos el que merece mayor respeto: el valor de todos los valores» (p. 239).

Luego de lo ya expuesto, podemos afirmar (siempre dentro del universo narrativo planteado por el narrador) que la individualidad la establece, en vida, el sufrimiento y, en la muerte, la inmortalidad.

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Nota: Foto digital del libro La inmortalidad, de Milan Kundera, tomada por Marco Antonio Román Encinas.


Bibliografía

KUNDERA, Milan. La inmortalidad. Barcelona: RBA Editores, 1993.