viernes, 31 de diciembre de 2010

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS XIV


Otro ejemplo de cómo escribir reseñas es el que presento a continuación. Es sobre un libro poco difundido y que se publicó hace más de veinte años, y que ahora cobra notoriedad por implicar a dos de los más grandes escritores latinoamericanos distinguidos con el máximo galardón en el campo de las letras: el Premio Nobel de Literatura.


Diálogo sobre la novela latinoamericana. Lima: Editorial Perú Andino, 1988.


La Editorial Perú Andino transcribió la versión magnetofónica del «diálogo» sostenido en septiembre de 1967 entre Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa en las instalaciones de la Universidad Nacional de Ingeniería.

El texto va precedido del discurso pronunciado el 8 de diciembre de 1982 por el novelista colombiano ante la Academia Sueca con motivo de recibir el Premio Nobel de Literatura.

Deslumbra el arsenal de cifras que emplea el narrador en su intento por racionalizar los problemas del continente. Ese recuento estadístico, sin embargo, solo sirve para evidenciar la exuberante realidad de América Latina.

La primera idea de esta disertación es la que sigue: «Me atrevo a pensar, que es esta realidad descomunal, y no solo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros» (p. 15).

La segunda idea de su reflexión es que los latinoamericanos que vivimos en esa «realidad desaforada» hemos «tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida» (p. 15). Pero algo similar sucede con los «talentos racionales» de Europa, que se han «quedado sin un método válido para interpretarnos» (p. 16).

La tercera idea surge como consecuencia de la segunda: la insuficiencia de recursos de los latinoamericanos para hacer verosímil nuestra historia y la falta de un método válido de los europeos para interpretarnos son «el nudo de nuestra soledad» (p. 15) y «contribuye a hacernos… cada vez más solitarios» (p. 16).

Una cuarta idea es que la originalidad que se le reconoce a América Latina en su literatura se le niega en sus tentativas de «cambio social» (p. 16). El dolor y la violencia que vive nuestro continente no es el resultado de una confabulación, pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído así. Esa incomprensión muestra, otra vez, «el tamaño de nuestra soledad» (p. 17).

En resumidas cuentas, el discurso del literato colombiano no es muy ordenado en la exposición de las cuatro ideas, pero sí se deja entender, aunque obliga a recurrir obligatoriamente a una segunda lectura, debido a la abundancia de cifras que distraen y pueden incluso desorientar al lector, si no está lo suficientemente concentrado.

Hemos puesto la palabra «diálogo» entre comillas porque no se trata propiamente de una ‘plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos’ (como define el término el Diccionario de la lengua española) a lo largo del texto, pues este tiene más el formato de una entrevista que le hace nuestro compatriota al autor de La hojarasca sobre diversos tópicos relacionados con la literatura, a un año de haberse publicado la edición original de Cien años de soledad, que es de 1966.

La confusión en el empleo de ese término en el título del libro puede deberse a que las preguntas que le hace Vargas Llosa al creador de Macondo no son las de un periodista principiante, sino las de un lector culto, bien informado y perspicaz, que necesita, muchas veces, explayarse para dar sustento y consistencia a su alocución que remata, generalmente, en una pregunta.

La transcripción está dividida en dos partes. En la primera, se discurre sobre los siguientes temas: cuál es la función del escritor en la sociedad, qué elementos determinan la calidad literaria, la soledad como tema literario, experiencias personales (el abuelo de García Márquez, la tía Petra) y su relación con la literatura, experiencias culturales (el Amadís de Gaula) y su relación con la literatura, el realismo en la literatura, la realidad de tipo histórico y social, el problema del lenguaje y la técnica en la novela, actividad periodística y actividad literaria y los novelistas latinoamericanos contemporáneos.

En la segunda, se tocan otros temas, aunque de manera más sucinta y algo menos concertada aún: lo que precipitó el boom de la literatura en América Latina (A.L.), sobre la validez del testimonio literario de los exiliados voluntarios de A.L., si García Márquez se considera un escritor latinoamericano, la diferenciación de la obra de Borges del resto de la literatura de A.L., los escritores como buitres que se alimentan de una sociedad en descomposición (idea aportada por Vargas Llosa), las diferencias entre los escritores de A.L. que terminan siendo sus afinidades (aquí se desliza el concepto de la «novela total latinoamericana» por parte de Gabo) y la relación entre la actividad literaria y la actividad política.

Solo en tres momentos, en esta segunda parte de la transcripción, y en dos de ellos acuciado por el autor de La mala hora, el intelectual arequipeño emite su opinión y recién entonces el texto se convierte en un diálogo. El primer momento es este: «GARCÍA MÁRQUEZ: (…) Pero esto me hace recordar algo que conversamos. Recuerdo que tú llegabas a la conclusión de que los novelistas somos los buitres que estamos alimentándonos de la carroña de una sociedad en descomposición, y me parece que sería interesante que recordaras esto que me decías…

»VARGAS LLOSA: Bueno, pero como el interrogado eres tú…» (p. 41).

En este primer momento, Vargas Llosa pone en evidencia incluso su rol de entrevistador (del que no se quiere despegar, y busca defender no solo con lo ya citado, sino también con otra frase, aunque al final termina cediendo: «VARGAS LLOSA: Es un golpe bajo, pero… sí, yo pienso que…» [p. 42]) y el de García Márquez como el «interrogado» o entrevistado.

El segundo momento es este: «GARCÍA MÁRQUEZ: (…) Yo quedé tan preocupado que aquí vuelvo a darte un golpe bajo: ¿Tú crees que sea reaccionaria “Cien años de soledad”?

»VARGAS LLOSA: No.

»GARCÍA MÁRQUEZ: Ahora, ¿por qué no lo es? A mí me creó ya ese problema…

»VARGAS LLOSA: Yo creo que en “Cien años de soledad”…» (p. 44).

Como podemos observar, el prosista del país cafetalero también conoce su rol, pero él no busca defenderlo, sino, por el contrario, busca salirse de las convenciones propias de la entrevista para instaurar un diálogo y obligar así a su colega peruano a asumir un rol activo y de verdadero intercambio de ideas.

El tercer momento es este: «GARCÍA MÁRQUEZ: ¿Entonces tú crees que en este libro y todos los que estamos escribiendo en este momento, ayudan al lector a comprender la realidad política y social de América Latina?

»VARGAS LLOSA: Yo lo que creo es que toda buena literatura es irremediablemente progresista…» (45).

En este último momento se invierten los roles: ya no es Vargas Llosa, sino García Márquez quien hace la pregunta, lo que termina por instaurar recién la mecánica del diálogo con todos sus elementos.



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Nota: La foto digital que aparece en este envío fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS XIII



Chimoc, el perro calato, de Andrea y Claudia Paz. 2da ed. Lima: Grupo Editorial Norma, 2010.


Clavito y sus amigos (el Cuy, el Conejo, la Gallina, el Pollito y la Cabra) fueron un día a la playa a divertirse, pero olvidaron llevar su sombrilla.

En la orilla vieron a Chimoc con un traje de superperro. Le pidieron permiso para sentarse debajo de su quitasol, este aceptó y así se hicieron amigos.

Ese fue el inicio de una serie de experiencias juntos en el que todos se divierten menos Chimoc porque en todos los casos su traje de superperro, de una u otra manera, se lo impide.

Un día, un insecto se mete dentro de su traje y como no puede librarse de él, opta por quitárselo. Al verlo desnudo, los demás animales estallan en carcajadas, lo que hace huir a Chimoc que se siente avergonzado.

Cuando sus amigos fueron a buscarlo, no lo encontraron. Chimoc se había refugiado en el malecón de la playa y se había acomodado a los pies de una tamalera. La señora lo dejó descansar allí porque sentía que le aliviaba sus dolores. Desde ese momento lo adoptó como mascota.

Al día siguiente, Chimoc buscó a sus amigos para contarles lo sucedido y despedirse, pues acompañaría a su ama a recorrer otras playas.

Como podemos ver, la historia gira en torno al traje de Chimoc, que no le da fuerza como él dice y cree que ocurre, sino que, por el contrario, le estorba y le impide llevar una vida normal.

Cuidar el traje lleva a Chimoc a forzar su naturaleza: no puede divertirse ni comer libremente como los demás animales. Solo después de dormir sobre los pies de la tamalera descubrirá que su piel sí es verdaderamente poderosa y que, por ejemplo, puede aliviar los dolores de su ama.

El mensaje que encierra esta historia reside en que en ocasiones damos más valor a las cosas superfluas (como un supertraje) que solo sirven (o creemos que sirven) para vernos bien o darnos más poder, y no valoramos lo que llevamos dentro, porque no le prestamos la debida atención o porque no dedicamos un minuto de nuestro tiempo a examinar nuestras fortalezas.

Que Chimoc aprendió la lección, se puede observar en la siguiente escena: «Clavito le quiso devolver su traje de superperro, pero Chimoc ya no lo necesitaba, había descubierto que su piel era más poderosa que el traje. Su ama con solo tocarla se había aliviado» (p.30).

Por esa razón: «Todos festejaron al nuevo Chimoc, que desde ese día sería conocido como… el perro calato» (p. 31).

Lo que quiero resaltar de esta historia, lo que más me ha gustado, es que ha nacido en el Perú y está ambientada en el Perú con naturalidad. No se siente forzado que se hable de Chimoc, que es el perro peruano sin pelos que todos conocemos y hemos visto por nuestras calles alguna vez. Tampoco se siente forzada la aparición del Cuy como otro de los personajes de la historia.

La mención del «cebiche» como el plato elegido por la Cabra para almorzar y de la «tamalera», que descansaba en un banco cerca del malecón luego de una larga jornada, también nos ayudan a ubicarnos espacialmente.

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Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.

sábado, 7 de agosto de 2010

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS XII


Si vamos a escribir una reseña por primera vez, lo más recomendable es seguir el camino pedagógico que va de lo simple a lo complejo.

No pretendamos de buenas a primeras redactar una recensión sobre Buscando un inca, de Alberto Flores Galindo, o La voz y su huella, de Martín Lienhard. Y si vamos a inclinarnos por una obra literaria, tampoco elijamos La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa, o Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.

Escojamos los libros más breves, y, de entre estos, los más sencillos. Precisamente, la literatura cuenta con obras que reúnen estas características y pueden ayudar a dar los primeros «pasitos de bebé» (esta frase la tomé prestada del curso Inglés sin barreras).

Me estoy refiriendo a la literatura infantil, que es, en ocasiones, más sencilla que la ‘literatura’ que pertenece a la tradición oral.

No tengamos la expectativa vana, insisto en esto otra vez, de querer publicar lo primero que escribamos. Es necesario tener paciencia y trabajar con ahínco hasta desarrollar nuestras habilidades y destrezas en esta área.

Tampoco limitemos nuestra selección de libros, en esta etapa inicial, a los recientemente publicados (pero si mañana más tarde llegaran a trabajar en un diario o revista como reseñadores, la situación cambiaría, porque entonces sí tendrían que ser necesariamente de reciente edición los libros elegidos).

La literatura infantil emplea un vocabulario deliberadamente reducido, limita el despliegue del espacio, el tiempo y los personajes a uno solo o unos pocos, y prefiere el desarrollo cronológico de la historia antes que los saltos temporales, flashbacks, etc.

Olga Drennen, por ejemplo, en su libro Cómo escribir para chicos, recomienda «el uso de palabras, frases y párrafos cortos» para las obras que se circunscriben a este campo. Incluso ofrece este otro consejo a los escritores que se dirigen a los niños: «Evitar largas descripciones y exceso de diálogos indirectos» (2008: 49).

Por todas estas razones, hemos elegido una obra literaria infantil peruana como ejemplo de cómo elaborar una reseña de un libro. En el siguiente envío se lo ofreceremos.



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Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.


Bibliografía

DRENNEN, Olga. Cómo escribir para chicos. Buenos Aires: Longseller, 2008.

miércoles, 30 de junio de 2010

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS XI


5. «Redactar el cierre»

«Ofrecer un balance, una sugerencia o una invitación a la lectura del libro reseñado son algunas de las maneras habituales de terminar el texto» (2007: 116), refiere Álvaro Ezcurra.

Más adelante, el autor adapta de Phylis y Lea una enumeración de lo que suele aparecer en el cierre de una reseña (2007: 136):

1. «Un resumen de las ideas trabajadas (y anunciadas previamente en la introducción)».
2. «Una especificación que aclare qué se logró responder y qué no».
3. «La aclaración de que se logró demostrar lo propuesto en la introducción».
4. «La exposición del punto de vista propio a la luz de las explicaciones y pruebas ya dadas».

Veamos un ejemplo del cuarto punto. En los números 84-85 de la revista Letras del segundo semestre de 1976, Óscar Marañón Ventura escribe una recensión de La educación del hombre nuevo, de Augusto Salazar Bondy, en la que sintetiza su apreciación del texto en el siguiente párrafo: «Sin ánimo de excederme, puedo sostener que el planteamiento de la Reforma Educativa, expuesto en la obra de Salazar Bondy, es un trabajo realizado casi exclusivamente en el interior del sistema, tarea inevitable, pero carece de la exposición del marco general donde también hay factores determinantes que afectan y agudizan los problemas de la educación» (1976: 230).

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Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.



Bibliografía


EZCURRA, Álvaro (coord.). Iniciarse en la redacción universitaria. Exámenes, trabajos y reseñas. Lima: Estudios Generales Letras - Pontificia Universidad Católica del Perú, 2007.

MARAÑÓN VENTURA, Óscar. «Augusto Salazar Bondy: La educación del hombre nuevo. Buenos Aires, Editorial Paidós, 1975. 189 p.». En: Letras, N° 84-85, Lima, segundo semestre de 1976, p. 230.

miércoles, 2 de junio de 2010

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS X


4. «Redactar el inicio»


La introducción de una reseña —de acuerdo con lo señalado por Álvaro Ezcurra— «es lo último que se escribe», aun cuando, por «lo general,… esta no sea una regla absoluta» (2007: 113).

Vamos a transcribir el inicio de una recensión para explicar su funcionamiento. En el primer número de la revista Lexis, aparece una reseña de Marcela Castro sobre el libro de V. Cabrera, titulado Tres poetas a la luz de la metáfora: Salinas, Aleixandre y Guillén, que empieza de este modo: «La metáfora puede ser definida como recurso formal de (sic) lenguaje poético (traslación de nombre y sentido entre dos términos) que pone de manifiesto una voluntad de expresarse creativamente. Su esencia no radica simplemente en el deseo de describir un objeto o una situación de manera distinta a la usual; con la metáfora se ofrece una visión inédita del mundo y de las cosas.

»V. Cabrera parte de estos postulados para presentar a través del estudio acucioso de la técnica metafórica empleada por tres poetas consagrados: Salinas, Aleixandre y Guillén, la “visión del mundo” peculiar que presta coherencia a sus obras. Este acercamiento indirecto a sus poéticas es complementado con una exposición de las opiniones e ideas que sobre la función y alcance de su poesía han vertido los propios autores» (1977: 116).

Marcela Castro explica en el primer párrafo la definición de metáfora que va a emplear Cabrera para emprender el estudio de la «visión del mundo» de tres poetas españoles en sus obras que se refleja en el uso de este recurso retórico. Es decir, «la descripción formal y la presentación de las ideas centrales» del libro «introducen, de manera directa, el libro por comentar. Así, el lector se podrá apoyar en lo primeramente dicho para comprender las posteriores afirmaciones que se hagan en la reseña» (2007: 14).

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Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.



Bibliografía



CASTRO, Marcela. «V. Cabrera. Tres poetas a la luz de la metáfora: Salinas, Aleixandre y Guillén». En: Lexis, Vol. I, N° 1, Lima, julio de 1977, pp. 116-117.

EZCURRA, Álvaro (coord.). Iniciarse en la redacción universitaria. Exámenes, trabajos y reseñas. Lima: Estudios Generales Letras - Pontificia Universidad Católica del Perú, 2007.

sábado, 24 de abril de 2010

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS IX


3. «Regular el lenguaje»

El lenguaje de una recensión, según Álvaro Ezcurra, debe «evitar tanto la exageración de virtudes como la crítica desmedida. El uso de un lenguaje mesurado es una muestra de la madurez intelectual con la que se juzga objetiva y respetuosamente el trabajo de los demás.

»(…) Una reseña desmedidamente negativa podría hacer pensar al lector que está perdiendo su tiempo mientras la lee. ¿Para qué leerla si el material reseñado no tiene utilidad alguna? O, inclusive, ¿para qué reseñó el libro si no valía la pena? Del mismo modo, aunque estemos de acuerdo con determinadas ideas, hay que evitar el elogio exagerado del libro» (2007: 110).

El autor se concentra luego en cuatro «usos lingüísticos evaluativos de tipo léxico y sintáctico»:

i. «Los adjetivos» (uso lingüístico evaluativo de tipo léxico)

El empleo de adjetivos no debe ser arbitrario. Para Álvaro Ezcurra: «Decir que una idea es discutible, injustificada, valiosa u original es tomar posición. No cabe duda de que haya que tomar posición. Pero eso no significa olvidar que cada adjetivo elegido expresa un juicio de valor de cuya justificación y precisión se hará responsable el autor de la reseña. La posición debe ser razonable y justificada» (ibíd.).

«Adjetivos de uso frecuente en las reseñas suelen ser los siguientes: importante, interesante, útil, bueno. En algunos casos, podemos encontrar el poco sutil malo, que demuestra falta de tacto en el análisis crítico de un material. Es necesario evitar el abuso de los términos anteriores. Ello le imprime a la reseña un aspecto superficial, repetitivo y desprovisto de matices» (2007: 111).

El cuadro que presentamos a continuación ofrece «una lista de otras posibilidades. El adjetivo que encabeza cada columna es el más usual; los que están debajo expresan significados… más o menos cercanos al primero, que comunican matices específicos (…)» (ibíd.):


bueno

malo

útil

importante

interesante

equilibrado

preciso

exhaustivo

riguroso

analítico

ordenado

sólido

exacto

preliminar

oscuro

recurrente

errático

superficial

incompleto

insatisfactorio

inconsistente

eficaz

provechoso

enriquecedor

rico

reflexivo

esclarecedor

accesible

productivo

significativo

representativo

resaltante

relevante

profundo

notable

ilustrativo

necesario

original

innovador

creativo

singular

diferente

sugerente

fascinante

ingenioso

Con un diccionario se podrían agregar nuevos términos a esta lista, como bien lo señala el autor.


ii. «El uso de la voz pasiva» (uso lingüístico evaluativo de tipo sintáctico)

Cuando el sujeto de una oración pasa de una posición a otra, ello acarrea consecuencias de orden sintáctico y semántico. «En la voz activa, el sujeto de la oración tiene asignado el rol de agente. Por ejemplo, si decimos que (1) Juan engañó a José, está claro que Juan es quien realiza la acción que el verbo engañó describe. Es por ello el agente. En la voz pasiva, en cambio, el sujeto tendrá asignado el rol de paciente. Partiendo del ejemplo anterior, digamos ahora que (2) José fue engañado por Juan, donde el sujeto José es quien padece el engaño.

»Aunque en los ejemplos anteriores los participantes y la acción sean los mismos, el cambio de voz origina que el sentido de lo que se dice no sea el mismo. En (1), la atención del enunciado se centra en destacar que Juan es un engañador; en (2), se pone de relieve que José es víctima de un engaño. El cambio de voz, por lo tanto, puede ser una herramienta expresiva que nos permita concentrar el énfasis de lo comunicado en un participante o en otro. Veamos, por ejemplo, la diferencia entre las dos oraciones siguientes.

»El investigador, lamentablemente, utilizó fuentes inadecuadas.

»Fuentes inadecuadas, lamentablemente, fueron utilizadas por el investigador.

»La primera afirmación se enfoca en la responsabilidad que el investigador tuvo en el recojo de la información. Es por eso una crítica más directa y menos cortés. En la segunda, el foco de atención se centra en la calidad del material consultado, con lo que la culpa del investigador resulta atenuada» (2007: 111 y 112).


iii. «El uso estratégico de marcadores textuales» (uso lingüístico evaluativo de tipo sintáctico)

Los marcadores textuales ayudan a «expresar matices semánticos específicos. Veamos algunos ejemplos.

»El planteamiento del problema se determina con precisión. El estudio se apoya en varias fuentes inadecuadas.

»Aunque el estudio se apoye en varias fuentes inadecuadas, el planteamiento del problema se determina con precisión.

»El primer caso evalúa dos aspectos de manera separada: una virtud y un problema. En el segundo, el marcador textual aunque busca atenuar la mención de una falla destacando una virtud. También es posible variar el sentido si cambiamos el orden de los enunciados.

»El planteamiento del problema se determina con precisión; sin embargo, el estudio se apoya en varias fuentes inadecuadas.

»El estudio se apoya en varias fuentes inadecuadas; sin embargo, el problema se determina con precisión.

»La primera oración expresa más gravemente la crítica, puesto que esta se presenta en la segunda proposición a manera de acotación de la primera. En la segunda oración, en cambio, se mitiga la gravedad de la falla señalando una virtud como idea que se le opone» (2007: 112).


iv. «El uso del condicional hipotético» (uso lingüístico evaluativo de tipo sintáctico)

«El condicional hipotético es una construcción sintáctica que puede usarse para presentar, planteada como una situación irreal y con valor de sugerencia, una falencia que hay que señalar. Ofrecer sugerencias es una forma educada de señalar los problemas. De este modo, la mención de los puntos desfavorables se interpretará como una observación bien intencionada. Veamos algunos ejemplos.

»El estudio se apoya en fuentes inadecuadas.

»La selección de fuentes adecuadas hubiera permitido constituir bases sólidas para el análisis. (condicional-hipotético)

»El empleo de fuentes adecuadas hubiera provisto a la investigación de una base teórica sólida. (condicional-hipotético)

»De este modo, es posible matizar la expresión de la opinión. El condicional hipotético señala, como una recomendación, lo que hubiese podido ocurrir de haberse considerado el punto criticado. Es una manera positiva de expresar un problema: decir la verdad no excluye muestras de cortesía» (2007: 113).


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Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.



Bibliografía

EZCURRA, Álvaro (coord.). Iniciarse en la redacción universitaria. Exámenes, trabajos y reseñas. Lima: Estudios Generales Letras - Pontificia Universidad Católica del Perú, 2007.

miércoles, 31 de marzo de 2010

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS VIII


2. «Citar el libro reseñado»

En este punto, se precisa transcribir los pasajes del libro reseñado que resulten convenientes. No es recomendable emplear el parafraseo, sino la cita textual y entrecomillada; su aparición en un texto determinado, sin embargo, no es ni debe ser gratuita, pues tiene su razón de ser.

Hay que aclarar que no se emplea el «sistema cita-nota» ni el «sistema autor-fecha» (para una explicación de esos puntos, véase Eco 2004: 178-188), a menos que se requiera mencionar un libro distinto al reseñado, algo que sucede cuando quien redacta es un especialista.

Como una recensión siempre va encabezada por los datos bibliográficos del libro que se comenta, no es necesario mencionar otra vez el apellido y nombre del autor ni el año de publicación en la referencia, basta con escribir el número de la página.

Se suele emplear tres formas para ese propósito:

1. «“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo…” (pág. 7)».
2. «“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo…” (p. 7)».
3. «“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo…” (7)».

Según Álvaro Ezcurra: «Las citas deberán, necesariamente, tener una función en el texto: apoyar una idea, extenderla, ejemplificarla, etc.» (2007: 108).

Veamos un ejemplo. En la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana N° 1, aparece una reseña de Alejandro Losada sobre el libro Historia de la novela hispanoamericana (1972), de Cedomil Goic, en la que se refiere lo siguiente (1975: 200): «Goic distingue dos épocas literarias: moderna y contemporánea (…). Para diferenciar una de otra utiliza varios criterios (…). Por ello, a efecto (sic) de una clasificación, opondrá ambas épocas en términos de “realista/antirrealista” (pp. 13, 178)».


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Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.



Bibliografía

ECO, Umberto. Cómo se hace una tesis. México: Editorial Gedisa, 2004.

EZCURRA, Álvaro (coord.). Iniciarse en la redacción universitaria. Exámenes, trabajos y reseñas. Lima: Estudios Generales Letras - Pontificia Universidad Católica del Perú, 2007.

LOSADA, Alejandro. «Goic, Cedomil: Historia de la novela hispanoamericana». En: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año I, N° 1, Lima, 1er semestre de 1975, pp. 199-204.

domingo, 28 de febrero de 2010

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS VII

En su libro Iniciarse en la redacción universitaria. Exámenes, trabajos y reseñas, Álvaro Ezcurra enumera cinco estrategias específicas para la redacción de una reseña (2007: 103-117), que son:

1. «Analizar el material»
2. «Citar el libro reseñado»
3. «Regular el lenguaje»
4. «Redactar el inicio»
5. «Redactar el cierre»

El autor advierte que no se trata de una «secuencia fija de pasos», sino de un «conjunto de puntos» que hay que considerar «durante el proceso de escritura» (2007: 103).

En este envío sólo desarrollaré la primera estrategia y en los otros, las que quedan.


1. «Analizar el material»



Para Álvaro Ezcurra, analizar un texto es identificar los tres puntos que mencioné en el post anterior, éstos son: «las ideas centrales del libro, cuáles son sus propósitos, cuáles son los argumentos con que se apoyan los propósitos (…). Hay que detenerse en ellos para exponerlos y, de ser necesario, para valorarlos» (ibíd.).

Es importante recordar lo siguiente: «Analizar no equivale a resumir. Mientras que en un resumen se presentan cabalmente los contenidos de un texto, en un análisis les imprimimos nuestras propias consideraciones a las afirmaciones que hacemos» (2007: 104).

Voy a transcribir fragmentos de una recensión escrita por Abelardo Oquendo, tomada de la Revista Peruana de Cultura N° 4, de 1965, en donde se muestra el análisis que hace de una biografía.

«JURADO, Alicia. Genio y figura de Jorge Luis Borges. Editorial Universitaria de Buenos Aires, Bs. Aires, 1964, 190 págs.

»Sobre el modelo de la serie francesa “Par lui même”, Eudeba ha iniciado una colección que se propone informar sobre la vida y la obra de los más notables escritores de América Latina. La estructura general de estos libros es la siguiente: una biografía del autor o, más bien, un retrato de su personalidad; una aproximación a sus libros, una breve antología, un repaso de las más importantes opiniones escritas sobre el autor tratado y un recuento bibliográfico de sus obras y los estudios publicados en torno a ella. Constituye un especial atractivo en estos libritos la profusa iconografía con que se ilustra su texto (…).

»(…) Sobre la base de su personal conocimiento, la autora va dibujando la figura de Borges, nos va contando los escasos hechos de una vida más dedicada a leer que a vivir, como él mismo lo dijo más de una vez. Una profunda admiración tiñe estas páginas que dejan mucho en la penumbra pero que iluminan desde atrás un perfil que se recorta lo suficientemente nítido como para comprender que la de Borges es exactamente esa extraordinaria personalidad que se refleja en sus libros. Sin embargo, no será sin emoción que los amantes de Borges confirmen esta identidad, la existencia de una vida que se contrae a casi nada más que al mundo de las ideas y sus símbolos, porque ese mundo está animado, en Borges, por una intensidad que es vibrante, gozosa, atroz y cálida como la vida.

»Alicia Jurado logra precisar esta condición borgeana a lo largo de su trabajo, del mismo modo como refuta muchas otras erradas apreciaciones de la obra de Borges. Pero lo hace en un tono apasionado y en exceso mordaz para un tipo de libros que pretenden la difusión y no la polémica. Sin duda la autora es una discípula aprovechada de ese “arte de injuriar” que Borges enseñó en uno de sus ensayos, pero hubiera sido preferible a la amena demostración de sus habilidades en este terreno con que nos obsequia, una más serena exposición de sus puntos de vista, suficientemente válidos, como para prescindir de la ironía. La fervorosa amistad que Alicia Jurado le profesa a Borges —amistad que le permite avalar con la confirmación verbal del propio autor tratado varias de sus interpretaciones— se desborda no sólo aquí sino también en casos en los que hace salvedades superfluas con ánimo de protectora oficiosa de la reputación de Borges en medios convencionales, como cuando se refiere al pensamiento de este último sobre la divinidad o la religión. Con todo, estas objeciones parciales no perjudican el conjunto de la visión clara e inteligente que hace valioso su estudio».

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Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.



Bibliografía


EZCURRA, Álvaro (coord.). Iniciarse en la redacción universitaria. Exámenes, trabajos y reseñas. Lima: Estudios Generales Letras - Pontificia Universidad Católica del Perú, 2007.

OQUENDO, Abelardo. «Jurado, Alicia. Genio y Figura de Jorge Luis Borges». En: Revista Peruana de Cultura, Año I, N° 4, Lima, enero de 1965, pp. 135 y 136.

lunes, 1 de febrero de 2010

CÓMO ESCRIBIR RESEÑAS VI



En el libro Saber escribir, de Jesús Sánchez Lobato, se recomienda no olvidar al público al momento de redactar la reseña, pues se debe «pensar que pueden leerla:

— Personas que leen por placer las críticas.
— Personas que solo quieren recibir una información sobre lo que existe en el mercado cultural.
— Personas que no han leído el libro…, pero pueden llegar a verlo.
— Personas que sí lo han leído… y buscan una comparación» (2007: 476).

Por su parte, Álvaro Ezcurra, con miras a desarrollar la recensión, señala: «Después de haberlo subrayado, anotado y fichado [el libro que se va a reseñar]…, tendrás que tener claras algunas cuestiones. Las siguientes preguntas están pensadas en función de textos académicos, no de textos literarios.

¿Cuál es la estructura del libro y cómo se disponen en ella las ideas centrales?
¿Cuáles son los propósitos centrales del libro?
¿Cuáles son los argumentos principales con los que el autor busca arribar a su propósito?» (2007: 102 y 103).

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Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.



Bibliografía


EZCURRA, Álvaro (coord.). Iniciarse en la redacción universitaria. Exámenes, trabajos y reseñas. Lima: Estudios Generales Letras - Pontificia Universidad Católica del Perú, 2007.



SÁNCHEZ LOBATO, Jesús (coord.). Saber escribir. Buenos Aires: Instituto Cervantes, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2007.