sábado, 24 de febrero de 2018

NARRACIÓN ORAL Y NARRACIÓN ESCRITA II



La repetición y  la redundancia

Umberto Eco señala respecto a las novelas de Fleming lo siguiente:
… lo típico del género policíaco […] no es tanto la variación de los hechos, cuanto la repetición de un esquema habitual en el que el lector pueda reconocer una cosa ya vista con la que se había encariñado. Bajo la apariencia de una máquina productora de información, la novela policíaca es, sin embargo, una máquina productora de redundancias; fingiendo conmocionar al lector, en realidad lo reafirma en una especie de pereza imaginativa y le proporciona una evasión, contándole no lo que ignoraba, sino lo que ya conocía… (1995: 172 y 173).
La función que cumple este recurso en la narración escrita es la, ya señalada, de proporcionar placer a través de la vuelta a lo ya conocido. La repetición y la redundancia no hacen más que reduplicar este deleite.
Este mismo recurso empleado en un discurso oral realiza una función distinta: la repetición y la redundancia buscan mantener fresca en la memoria algunos puntos clave de un texto para su comprensión: «La redundancia, la repetición de lo apenas dicho, mantiene eficazmente tanto al hablante como al oyente en la misma sintonía» (Ong 1993: 46).
Habría además otra razón para explicar esto:
La necesidad del orador de seguir adelante mientras busca en la mente qué decir a continuación, también propicia la redundancia. En la recitación oral, aunque una pausa puede ser efectiva, la vacilación siempre resulta torpe. Por lo tanto es mejor repetir algo, si es posible con habilidad, antes que simplemente dejar de hablar mientras se busca la siguiente idea (Ong 1993: 47).

Los arquetipos

Dejemos que el mismo Eco nos explique la función del arquetipo en la novela popular escrita:
… Sue juega con arquetipos, sí, y lo hace como inventor culto y genial, pero no para hacer de la novela un itinerario hacia el conocimiento a través del mito, como haría, por ejemplo, Mann, sino para utilizar «modelos» seguros, de funcionamiento garantizado… (1995: 63).
En el discurso oral, la presencia de arquetipos se puede explicar de alguna manera con el empleo frecuente del epíteto y otros elementos formularios:
… Los elementos del pensamiento y de la expresión de condición oral no tienden tanto a ser entidades simples sino grupos de entidades, tales como términos, locuciones u oraciones paralelos; términos, locuciones u oraciones antitéticos; o epítetos. La tradición popular oral prefiere, especialmente en el discurso formal, no al soldado, sino al valiente soldado; no a la princesa, sino a la hermosa princesa; no al roble, sino al fuerte roble. De esta manera, la expresión oral lleva una carga de epítetos y otro bagaje formulario que la alta escritura [categoría que no incluye a la novela popular escrita] rechaza por pesada y tediosamente redundante, debido a su peso acumulativo (Ong 1993: 45).
Luego precisa Walter J. Ong lo siguiente al respecto: «… Lo establecido para los epítetos también se aplica a otras fórmulas. Una vez que se ha cristalizado una expresión formularia, más vale mantenerla intacta» (Ong 1993: 45).

Oposición de caracteres y valores

En Fleming, Eco observa  que los «binomios no representan unos elementos “vagos”, sino “simples”, es decir, inmediatos y universales» (1995: 154). Dentro de esta simplificación del relato se introduce también una visión maniquea que permite precisamente  ordenar las oposiciones.
Según Eco, Fleming es «sencillamente maniqueo por razones operativas» (1995: 175). Y la explicación que ofrece acerca del funcionamiento de este recurso es la siguiente:
… Es reaccionario por utilizar esquemas. La esquematización, la escisión maniquea, siempre es dogmática e intolerante; democrático es aquel que rechaza los esquemas, sabe reconocer los matices y las distinciones, y justificar las contradicciones. Fleming es reaccionario lo mismo que es reaccionario, en su raíz más profunda, el cuento, cualquier cuento; se trata de conservadurismo estático, ancestral y dogmático, de todos los cuentos y mitos, que transmiten una sabiduría elemental, construida y comunicada mediante un simple juego de luces y sombras, y que además la transmiten a través de unas imágenes indiscutibles, que no permiten la menor distinción crítica… (1995: 176).
La crítica que hace Umberto Eco de Fleming puede ser válida, mas no la que hace en torno al cuento oral (al decir Eco «cualquier cuento», está incluyendo también el cuento oral). Sin duda, Eco comete el error, por demás común, de juzgar los productos de la tradición narrativa oral con esquemas que pertenecen a la tradición narrativa escrita.
En la narrativa popular oral, el maniqueísmo es explicado por Walter J. Ong de un modo distinto y más acertado que el empleado por Umberto Eco:
Al mantener incrustado el conocimiento en el mundo vital humano, la oralidad lo sitúa dentro de un contexto de lucha. Los proverbios y acertijos no se emplean simplemente para almacenar los conocimientos, sino para comprometer a otros en el combate verbal e intelectual: un proverbio o acertijo desafía a los oyentes a superarlo con otro más oportuno o contradictorio […]. En las narraciones, la fanfarronería sobre la proeza personal o las frases hirientes del rival figuran regularmente en los enfrentamientos entre los personajes: en la Ilíada, en Beowulf, a lo largo del romance europeo medieval, […],  en la Biblia, como entre David y Goliat… (1993: 49 y 50).  
Como se puede observar, se establece la oposición de elementos en pugna ubicados en uno u otro bando. Entre ambos puede surgir el insulto, pero también el elogio:
El otro lado de los insultos agonísticos o la vituperación en las culturas orales o que conservan regustos orales es la expresión ampulosa de alabanza que se halla en todas partes en relación con la oralidad. Es muy conocida en los poemas orales de encomio africanos, estudiados extensamente, de la actualidad […], así como a través de toda la tradición retórica occidental que conserva huellas de la tradición oral, desde la antigüedad clásica hasta el siglo XVIII. «Vengo a enterrar a César, no a elogiarlo», exclama Marco Antonio en su discurso funerario en Julio César (V, II, 79), de Shakespeare, y luego procede a alabar a César según las normas retóricas de encomio que fueron inculcadas a todos los colegiales del Renacimiento y que Erasmo empleó de manera tan ingeniosa en su Elogio de la locura… (Ong 1995: 51).
Luego precisa el autor: «el elogio acompaña al mundo oral, agonístico e intensamente polarizado, del bien y del mal, la virtud y el vicio, los villanos y los héroes» (1995: 51).
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Nota: La foto de Walter J. Ong, al inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica: https://goo.gl/MEPA67


Bibliografía

ECO, Umberto. El superhombre de masas. Barcelona, España: Editorial Lumen, 1995.
ONG, Walter J. Oralidad y escritura. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica (Argentina), 1993.
PROPP, Vladimir. Morfología del cuento. Madrid, España: Editorial Fundamentos, 1971.