jueves, 28 de enero de 2016

EN BUSCA DE ALADINO


REYNOSO, Oswaldo
Lima: Editorial San Marcos, 2.da ed. 2000

La novela breve En busca de Aladino, de Oswaldo Reynoso, narra la historia de un hombre que aspira encontrar a Aladino o su personificación rediviva en China. ¿Por qué decide el narrador buscar a Aladino en aquella región oriental? Porque Aladino era el hijo de un sastre pobre que vivió allí. Así lo cuenta el narrador: «Sheherezada inicia el relato del cuento de Aladino y la lámpara maravillosa diciendo que en la antigüedad del tiempo y el pasado de las edades y de los momentos, en una ciudad de China, de cuyo nombre no me acuerdo en este instante, había —pero Alá es más sabio— un hombre que era sastre de oficio y pobre de condición. Y aquel hombre tenía un hijo llamado Aladino, que era un niño mal educado que desde su infancia resultó un palomilla muy enfadoso…» (p. 9).

Las menciones al texto de Las mil y una noches son muy sugerentes y crean una atmósfera académica que se desbarata no solo por la advertencia del narrador («en esta búsqueda no hay ningún interés de investigación erudita sobre tal tópico literario» [p. 10]), sino porque este mismo aclara que la búsqueda de Aladino la realiza porque presiente que «es la apasionada exploración de una moral de la piel». Además de ello, esa búsqueda también es un reencuentro con su adolescencia: «Ojalá que pueda encontrar el ambiente real del cuento que me mostró lo que pudo ser la maravilla de mi adolescencia» (ibid.). Considero, sin embargo, que la historia se hubiese enriquecido si se hubiera hecho en ella una exploración «erudita» de ese «tópico literario».

El narrador, en un momento de la historia, siente una atracción por la belleza adolescente de un personaje que el considera como la reencarnación de Aladino: el mozo de 16 años de Turfán (pp. 21 y 22). Entre ambos se desarrolla una relación casi homosexual, cohibida seguramente de un mayor contacto por esa moral de la piel de la que habla el narrador. Pues justamente cuando «Aladino» masajea los pies del narrador y luego juguetea con ellos juntándolos con los suyos desaparece la visión del joven de Turfán. Es decir, cuando se inicia un contacto de piel con piel que puede ir acrecentándose es cuando se descubre que «Aladino» es una ensoñación. Una prolongación de los deseos del narrador que cobra visos de realidad, pero que se desvanece cuando este transgrede sus propios principios y hace (porque es su sueño) que el joven de Turfán masajee y juguetee con sus pies, lo que va en contra de su «moral de la piel».


Por ello, la historia termina cuando el narrador reconoce «la soledad y la derrota de nunca poder alcanzar el júbilo de una limpia moral de la piel» (p. 39). Y con ello se cierra también la posibilidad de recuperar la memoria de su adolescencia: «y sin saber qué viento del desierto había apagado para siempre lo que debió de ser la maravilla de mi adolescencia» (ibid.).