viernes, 2 de marzo de 2012

EL HÁBITO DE LA LECTURA EN PAREJAS

Leer un libro en compañía de alguien puede ser una experiencia novedosa, provechosa y estimulante para quienes están en la etapa de formación como lectores hábiles. Esto ocurre sobre todo si la pareja que se elije para ello es del sexo opuesto o es de nuestra entera confianza o es poseedora del más noble de nuestros sentimientos y se es correspondido (pues con ellos el sentido de competencia, que pueda surgir, no generará mayores sobresaltos, incomodidades, o celos que no se puedan manejar con relativa facilidad; cosa que no sucedería, con seguridad, de ser otro el escenario).

En el libro La experiencia literaria, de Alfonso Reyes, se menciona lo siguiente al respecto: «Cuando Sor Juana Inés de la Cruz se queja de no tener más compañeros que el tintero y la pluma para compartir sus estudios, sin duda echaba de menos esa mayor apelación a la retentiva que resulta de la lectura acompañada y que todos los estudiantes prefieren para la preparación de los exámenes» (1942: 158).

Más adelante el escritor mexicano hará un recuento de los personajes de la historia y la ficción que practicaron esta actividad: «El hábito de la lectura en parejas ha dejado testimonios ilustres: Paolo y Francesca, Romeo y Julieta*, Abelardo y Eloísa. En la novela de Walter Peter, Mario y Flaviano leían así El asno de oro. Y si pasamos de la ficción a la historia, los esposos Browning, tema que aparece en la Lady Geraldine’s courtship, de Elizabeth; los padres de Leigh Hunt, que así acabaron por enamorarse; Ruskin y su madre; Swinburne y Meredith; Rousseau y su padre; Madame de Sévigné y su hijo Carlos» (1942: 158).

Entonces, bajo ciertas condiciones, señaladas líneas atrás (estar en la etapa de formación como lector, tener a alguien de confianza, estar en época de exámenes), sí sería recomendable practicar la lectura en parejas. Sin embargo, si se da el caso (puede darse esta situación, aunque parezca difícil) de tener mayores beneficios con este tipo de lectura que con la lectura en solitario, no habría motivos para dejar de practicarla.




* Quiero terminar esta entrada con una observación. Citar de memoria puede ser un acto arriesgado, y eso es lo que parece hacer Alfonso Reyes cuando menciona a Romeo y Julieta en la lista que confecciona. Hice una revisión (con una lectura de motor de búsqueda avanzada, esa que busca una información precisa) atenta de la obra de Shakespeare para citarlo en este entrada; sin embargo, no encontré ningún pasaje en la tragedia de los Montesco y los Capuleto que pintara el cuadro de ambos amantes leyendo juntos libro alguno, como lo sugiere el escritor mexicano. No obstante, consideramos que ello no es suficiente razón para restarle méritos al polígrafo azteca.


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Nota: La imagen que aparece en la parte superior de este envío fue tomada de la siguiente dirección electrónica: http://cranuevohorizonte.blogspot.com/2010_10_01_archive.html



Bibliografía


REYES, Alfonso. La experiencia literaria. Buenos Aires: Editorial Losada, 1942.

SHAKESPEARE, William. Obras I. Barcelona: Ediciones Castell, 1981.