Predominio de la
acción
En
la novela popular, el predominio de la acción responde al modelo impuesto por
Aristóteles: «una fábula» («imitación
de una acción») con una «intriga» y una «secuencia discursiva».
Eco
explica el funcionamiento de este recurso de la siguiente manera:
… Aristóteles […] era
perfectamente consciente de que los parámetros que hacen aceptable o no una
intriga no radican en la propia intriga, sino en el sistema de opiniones que
regulan la vida social. Para resultar aceptable, la intriga debe ser, pues,
verosímil, y lo verosímil no es sino la conformidad con un sistema de
expectativas compartido habitualmente por el público… (1995: 14).
Lo
que ocurre, en cambio, en la narrativa popular oral, ha sido estudiado por
Vladimir Propp. Si bien es cierto que hay un predominio de la acción, esta no
se desarrolla de idéntica forma que en la novela popular. Propp, en su investigación,
observa lo siguiente: «… lo que cambia son los nombres […] de los personajes;
lo que no cambia son sus acciones, o sus funciones. Se puede sacar la conclusión
de que el cuento atribuye a menudo las mismas acciones a personajes diferentes…»
(1971: 32).
Una
serie de funciones determinadas es lo que establece una secuencia. Y «cada
secuencia por tanto puede existir separadamente pero la reunión de dos
secuencias es la única que da un cuento completamente acabado» (1971: 120).
Esto
coincide con la que señala Walter J. Ong al respecto: «en una cultura oral un
narrador organizaba normal y naturalmente su material en secciones episódicas»
(1993: 145). Ong precisa luego:
… No debemos olvidar que la
estructura episódica era la manera natural de relatar una línea narrativa
extensa, aunque solo fuera porque la experiencia en la vida real se parece más
a una serie de episodios que a una pirámide de Freytag* (1993: 145).
Y
dentro de la serie de episodios [o secuencias, como lo denomina Propp] que
suceden, el elemento unificador sería el héroe: «Un fantasma de este mundo,
cuya presencia resultaba muy común, era el héroe errante; y sus viajes servían
para unir los episodios» (1993: 146).
Si
predomina la acción en estos cuentos es porque, además de lo ya señalado, hay
una imposibilidad de optar por una variante: que en este caso podría ser el
desarrollo de personajes redondos, puesto que para poder aspirar a ello necesariamente
el narrador tendría que conocer la escritura. Esto lo veremos más
detalladamente a continuación.
El abandono de
la psicología en los personajes
En
la novela popular, «la fábula, el trazado de los caracteres —esto es la
psicología— y el propio lenguaje —el estilo, la escritura— son totalmente
accesorios» (Eco 1995: 14).
Esto
se debe a que es sobre la base del desarrollo de la intriga que se busca captar
el interés del lector, de allí que no resulte pertinente dotar de mayor
densidad psicológica al personaje, ya que tal medida distraería al lector del
desarrollo de la acción, y, por consiguiente, la novela perdería su efecto. Tampoco
resulta útil el empleo de un lenguaje rebuscado y alambicado porque obstaculiza
la lectura fluida.
En
la narrativa popular oral, no hay igualmente un desarrollo de la psicología del
personaje. Esto no se debería a un acto deliberado, como en el caso de la
novela popular, sino a que la «narración oral primaria […] no puede ofrecer
personajes de otro tipo» (Ong 1993: 148).
Conforme
el discurso avanza en el tiempo de la oralidad primaria a un control
caligráfico y tipográfico cada vez mayor hasta llegar posteriormente a la etapa
de la narración escrita propiamente, el personaje plano, «pesado»… cede ante
figuras que se vuelven más y más «redondas». «La complejidad de las
motivaciones y el desarrollo psicológico interno con el paso del tiempo hacen
que el personaje redondo parezca una “persona real”» (Ong 1993: 148).
Al
respecto, es bueno recordar, como lo hace Walter J. Ong, que fue el «mundo de
lo impreso» el que «engendró la novela» (1993: 45), y que «por contraste con el
habla natural, oral, la escritura es completamente artificial. No hay manera de
escribir “naturalmente”» (1993: 84).
Por
lo señalado, un personaje como Raskólnikov, creado por Dostoievski en su novela
Crimen y castigo, no podría haberse
creado antes de la aparición de la imprenta, por consiguiente, resulta ajeno a
la tradición narrativa oral.
Lo
sostenido hasta aquí baste para demostrar que no se pueden establecer juicios
de valor a partir de comparaciones o semejanzas entre dos modos distintos de
concebir el relato (como lo hizo Eco): proveniente el primero de la tradición
narrativa oral, y el segundo, de la tradición narrativa escrita. Y no se puede,
por tanto, cometer el error de asumir los presupuestos de una tradición para
juzgar a la otra.
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La pirámide de Freytag es un método ideado por el
escritor y crítico alemán Gustav Freytag, y expuesto en su libro Die Technik des Dramas (1863). Tiene la
forma de una pirámide (de allí su nombre) constituida de las siguientes partes:
exposición, acción ascendente, clímax, acción descendente y desenlace (véase: https://goo.gl/vKuc1W).
Nota: La foto de Vladimir Propp, al
inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica: https://goo.gl/Bdsbs1
Bibliografía
ECO, Umberto. El superhombre de masas. Barcelona,
España: Editorial Lumen, 1995.
ONG, Walter J. Oralidad y escritura. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica (Argentina), 1993.
PROPP, Vladimir. Morfología del cuento. 2.a ed.
Madrid, España: Editorial Fundamentos, 1971.
Consultado el 25 de marzo del 2018 en https://goo.gl/f3xs97