La historia secreta de la hazaña y sus
protagonistas
JARA,
Umberto
Lima:
Editorial Planeta Perú, 2018
Este
es un libro de fácil lectura, que se devora con gusto y agrado, y que también
nutre. Debería ser de obligatoria lectura para los periodistas deportivos
peruanos por la seriedad con que está escrito y su compromiso desinteresado con
el proceso emprendido por la selección peruana.
En
sus nueve capítulos, el autor deja en claro que la hazaña de la selección
peruana de clasificar al Mundial de Rusia 2018, luego de 36 años de ausencia,
no fue un golpe de suerte ni una acción improvisada, sino todo lo contrario:
hubo una planificación que se fue desarrollando gradualmente.
Esta
planificación buscó cubrir todos los ámbitos relacionados con el fútbol: el
administrativo, el físico, el sicológico, el nutricional, el del periodismo
deportivo, etc., e incluyó la incorporación de la ciencia y la estadística en
la toma de decisiones tácticas y estratégicas en cada partido jugado por la
selección, lo cual ayudó a mejorar la efectividad de esas decisiones.
Un
ejemplo de esa planificación meticulosa en el último campo mencionado es el
siguiente:
… cuando el cuerpo técnico de la
selección peruana designó a Miguel Araujo, un joven defensa de Alianza Lima,
como encargado de marcar a Edinson Cavani, la estrella del PSG y de la
selección uruguaya, no fue una decisión tomada al azar. Tenían decenas de
videos estudiados con el sistema Video Tracking System, tablas estadísticas e
información pormenorizada de las características de juego del delantero
uruguayo y de las aptitudes de Araujo. Las mediciones de velocidad, salto y
pique, entre otros puntos, le daban al defensa peruano las cualidades
suficientes para competir con Cavani. Fue por ello que la noche del Perú 2
Uruguay 1, Araujo jugó con confianza en sus aptitudes y tuvo una excelente
actuación (p. 14).
Y
vale la pena el esfuerzo de hacer esta reseña que es deliberadamente
descriptiva porque hay revelaciones importantes que sorprenderán a más de uno y
que es importante compendiar, y porque creo necesario que todo el que quiera
hablar de la selección peruana actual en un medio de comunicación debe leer
este libro antes de hacerlo, y por eso busco fomentar su lectura.
En
el primer capítulo, titulado «Así llegó Gareca», se menciona la reorganización
de la Federación Peruana de Fútbol (FPF) emprendida por su actual presidente, el provinciano Edwin Oviedo
(elegido para ese cargo el 18/12/2014), «con los criterios, estructura y
eficiencia de una empresa» (p. 22).
Para
ello, constituyó un Comité Consultivo y convocó a «tres hombres con gran
conocimiento de la organización empresarial» para integrarlo, y que ya antes
«habían desempeñado tareas dirigenciales en el fútbol»: Felipe Cantuarias
Salaverry, Gianfranco Castagnola Zúñiga y Alfonso Grados Carraro (pp. 22 y 23).
Oviedo,
igualmente, nombró como director deportivo de la FPF a Juan Carlos Oblitas
(este firmó su contrato el 16/01/2015), y se le encomendó «la búsqueda de un
director técnico para la selección de mayores» (p. 22).
El
perfil propuesto para el entrenador era muy exigente: cinco de ellos de gran
prestigio internacional rechazaron la oferta (Alejandro Sabella, Frank
Rickjard, Daniel Passarella, Paulo Bento y Luis Felipe Scolari). Y no era para
menos, el Perú tuvo una paupérrima participación en las eliminatorias para el
Mundial de Brasil 2014, quedando penúltimo en la tabla (pp. 23 y 24).
Desde
un inicio, Oblitas pensó en Ricardo Gareca para ese puesto (p. 25). La razón
principal de su elección la expone en las siguientes líneas:
… me di cuenta de que Ricardo se
había acostumbrado a trabajar en Vélez
Sarsfield de Argentina solucionando los cambios constantes que le hacían todos
los años. Me di cuenta de que cada año le vendían a sus jugadores y él armaba otro
equipo, y lo hacía con éxito. Entonces ese punto fue para mí muy importante
para pensar en Ricardo: sabía gestionar la falta de recursos (p. 26).
Si
bien el entrenador argentino no «estaba en el listado top del marketing», «era
un técnico de enorme nivel, en constante crecimiento y con talento para tener
logros importantes con pocos recursos». Además, Oblitas consideraba que la
selección peruana «necesitaba un técnico con mucho camarín, […] capaz de
enfrentar situaciones complicadas. Y también alguien a quien el jugador no lo
pueda tontear…» (p. 27).
El
5/2/2015, Oblitas se reunió con Gareca en Argentina y le planteó dos tareas
fundamentales: «recomponer la autoestima para combatir la mentalidad perdedora»
y «generar un universo mayor de jugadores para el futuro…». El 2/3/2015 Gareca
«arribó a Lima», «firmó el contrato» y
«fue presentado ante la prensa» (p. 34).
El
segundo capítulo se titula «Un retrato de Gareca», y en él se señala que este
hombre «como técnico conoció la gloria y el fracaso» (p. 39). Su logro más
destacado como entrenador fue «su memorable ciclo en Vélez Sarsfield» en donde consiguió
«cuatro títulos de campeón argentino (2009, 2011, 2012 y 2013)» (p. 40). En
realidad los rasgos sobresalientes del perfil profesional de Gareca se pueden
encontrar desperdigados a lo largo de todo el libro.
El
tercer capítulo, se titula «La gran decisión», y en él se menciona el debut de
Gareca con la selección peruana, que fue el 31/3/2015: «un partido amistoso
jugado en Miami contra Venezuela» con un «resultado adverso (0-1)» que no interesó,
porque la finalidad era que el técnico evalúe a los futbolistas disponibles»
(p. 47).
El
3/6/2015, la selección se enfrentó a «México (1-1) en el Estadio Nacional de
Lima» como ensayo previo para su participación en «la Copa América en Chile»
(p. 47). En ese momento, estaba vigente «el acuerdo de no concentrar con
anticipación, porque Gareca quería implantar la experiencia utilizada en su
exitoso paso por el club Vélez Sarsfield: le entregaba al jugador la confianza
y la seguridad de cuidarse y no concentraban» (p. 48).
Y
como bien señala el autor: «… el jugador rioplatense tiene un sentido
profesional forjado desde las divisiones inferiores. Pero el sistema no era
aplicable en el Perú…» (p. 48). En la
… convocatoria, previa al viaje a
la Copa América Chile 2015, los que llegaban del exterior tenían días libres y,
en el fin de semana previo, ocurrió lo de siempre: varios de los seleccionados
dieron lugar a noticias ajenas al fútbol (p 48).
Entre
la noche del 29 y la madrugada del 30/05/2015, Pizarro, Zambrano, Yordy Reyna y
Farfán salieron de madrugada. Zambrano incluso fue detenido por la policía. La
prensa de espectáculos difundió imágenes de lo acontecido y se armó el
escándalo (pp. 48 y 49).
El
2/6/15, la dirigencia de la FPF se reunió. Estaban dispuestos a tomar
«decisiones drásticas, incluso prescindir de los referentes» si era necesario (p.
51).
El
«buen desempeño del equipo en la Copa América [Perú quedó tercero] mostró las
capacidades de Gareca y su comando técnico», aunque «aún estaba por resolverse
el problema de la disciplina» (p. 52). Se buscaba un cambio de mentalidad:
… Los jugadores no están
obligados al triunfo, pero sí a respetar los colores que lucen en el pecho, a
la dignidad de actuar como profesionales, a entregar todo lo que estuviese a su
alcance. Ser indisciplinado o no tener coraje supone una traición, primero a sí
mismos, luego a sus padres, a sus familias y, después, a todos los peruanos.
Aquel plantel inicial aún no había entendido la maravilla de dar alegría a un
país entero. Tampoco eran conscientes de que los logros deportivos les darían
una inmensa recompensa… (p. 52).
«Dos
que jamás entendieron esos valores fueron Juan Manuel Vargas y Carlos Zambrano»
(p. 53). La siguiente convocatoria fue «en marzo del 2016 para disputar la
tercera fecha doble de las Eliminatorias Rusia 2018». El 24/03/2016, Perú se
enfrenta a Venezuela en Lima (2-2) y el 29/03/2016 pierde ante Uruguay (0-1) en
Montevideo: «De los seis puntos disputados, Perú obtuvo apenas uno» (p. 54).
El
«balance peruano era apenas de un encuentro ganado, uno empatado, cuatro
derrotas, seis goles a favor, doce en contra y el sótano de la tabla con cuatro
puntos» (p. 54).
De
los referentes, el autor ofrece la siguiente información:
… Solo aceptaban concentrar antes
de los partidos porque, para ellos, los días anteriores eran «sus días libres».
Consideraban que los directores técnicos los necesitaban y, por tanto, podían
imponer sus caprichos y sus conductas. Lamentablemente, los técnicos anteriores
admitieron esa situación y los resultados fueron nefastos y muy dañinos para el
fútbol y para la autoestima del país (p. 55).
En
«la primera etapa del ciclo inaugurado con Ricardo Gareca», Vargas «llegó a dos
entrenamientos con signos» de haberse trasnochado. Y Zambrano «arribo con
tardanza a dos entrenamientos» (p. 55). Los resultados de ese comportamiento
fueron los siguientes:
… En el partido que se empató en
Lima con Venezuela, Vargas se vio sobrepasado por el venezolano Añor y terminó
lesionado; Zambrano al primer minuto del segundo tiempo cometió una falta
brusca sin sentido y se ganó la segunda amarilla quedando inhabilitado para
jugar el siguiente encuentro, en Montevideo, ante Uruguay. En el entorno de la
selección, más de uno percibió que Zambrano se hizo amonestar para no viajar a
Uruguay… (p. 55 y 56).
Después
de «la fecha doble, se decidió tomar medidas […], aunque antes fue necesario
capear algunas tempestades. Así, entre abril y mayo del 2016,
… al interior de la FPF se libró
una tenaz batalla […]. Agustín Lozano y Raúl Rojas, miembros del Directorio […]
encabezaron a un sector que buscó la caída del presidente Edwin Oviedo para
asumir el cargo vacante y, además, dejar sin efecto el contrato de Gareca. Se
desataron acciones de intriga, operativos de prensa y hasta un montaje judicial
a través de un fiscal. Sus cuestionamientos no apuntaban al desarrollo del
fútbol peruano, buscaron dar un golpe interno para retornar al estilo infausto
de la FPF de los últimos veinte años (p. 61).
El
presidente Oviedo, no obstante, «reaccionó con serenidad» y «organizó acciones
para contener el vendaval […] y dio batalla para lograr un objetivo
invalorable: que la FPF se convierta en una institución sólida y seria» (pp. 61
y 62).
A
Gareca y su equipo de profesionales
… les hicieron saber que tenían
un respaldo absoluto […] y que la decisión, a diferencia de años anteriores,
era mantener la vigencia del proceso a como diese lugar, porque la única manera
de lograr resultados era desarrollar un plan que se iría consolidando con los
meses y años siguientes (p. 62).
El
respaldo recibido le permitió a Gareca «tomar decisiones drásticas»:
Cuando anunció la lista de los
convocados para el torneo a jugarse en los Estados Unidos de Norteamérica [Copa
América Centenario], en junio del 2016, no aparecieron Claudio Pizarro, Juan
Manuel Vargas, Carlos Zambrano, Jefferson Farfán, Yordy Reyna y Luis Advíncula…
(pp. 62 y 63).
En
«dicho torneo, Perú superó la primera fase como líder de su grupo ganándole a
Brasil por 1-0 […]. El nuevo equipo llegó a cuartos de final» y terminó invicto
(p. 63).
Y
fue
Al retorno de ese torneo [que] se
establecieron las nuevas reglas: concentración antes de cada partido […],
comportamiento profesional dentro y fuera de la cancha. Se cerraron las puertas
para el periodismo de espectáculos y la jefa de Prensa, Romina Antoniazzi, […]
logró que la selección recupere su escenario natural con el periodismo
deportivo. El mensaje a los jugadores fue muy claro: el seleccionado peruano de
fútbol no debía volver a aparecer en noticias de la farándula (p. 64).
Por
allí también «asomó la fundamental figura de Paolo Guerrero como un real líder
en la cancha» (p. 65). De esa manera es como «se logró lo que parecía utópico:
una selección profesional trabajando al igual que las selecciones importantes
del continente…» (p. 66).
El
cuarto capítulo se titula «El capitán real» y trata sobre Paolo Guerrero,
aunque también se revelan datos pocos conocidos de algunos seleccionados.
En
«la famosa fecha doble de marzo del 2016», durante el partido con Uruguay, y
cuando el marcador iba 0-0, «apenas al minuto con treinta segundos de iniciado
el segundo tiempo, Pizarro pidió su cambio […], ingresaba en su reemplazo Raúl
Ruidíaz. Cuatro minutos después […], Cavani anotó el gol que le daría la
victoria a Uruguay» (p. 69).
Guerrero,
muy enfadado, le reclamó al capitán por
su comportamiento. Una revisión de los 92 segundos en que Pizarro se mantuvo en
la cancha en el segundo tiempo no muestra «ninguna jugada de contacto con los
rivales» como para generar una lesión. Y «si había terminado el primer tiempo
adolorido, debió avisar en el vestuario para que el entrenador planifique otra
estrategia…» (pp. 70 y 71).
Lo
que Gareca declara cuando participa en la rueda de prensa, es muy elocuente al
respecto: «… Perú recibe el gol “porque el mediocampo se desordenó en esos
momentos y la lesión de Claudio provoca un cambio y nos quedamos sin alguna
otra variante que podría haber sido interesante como para buscar el partido”…»
(p. 71).
Ante
los hechos, era evidente que Pizarro «no desempeñaba su rol de capitán». Sin
embargo, a pesar de la derrota ante Uruguay del 29/3/2016, se «logró una
victoria interna»: la designación de Paolo Guerrero como el «nuevo capitán» (p.
72). Y este, «una vez que recibió el
encargo, empezó a demostrar en la cancha que sabía darle contenido al cargo»
(p. 74).
El
quinto capítulo se titula «La tecnología y el fútbol» y aborda el tema del uso
de la ciencia y la estadística en la toma de decisiones dentro del terreno de
juego.
El
autor señala que hubo un «vendaval de novedades tecnológicas» que «llegó al
fútbol en el vertiginoso siglo XXI» (p. 77). Y también refiere algo importante
de destacar:
En el Perú no se utilizaban estos
recursos hasta que, una tarde a finales de marzo del 2015, el profesor Néstor Bonillo
le pidió una reunión a Juan Carlos Oblitas para solicitarle la adquisición de
varios instrumentos tecnológicos. El director deportivo no le dio vueltas al
asunto y le pidió un listado… (p. 77).
En
el libro se mencionan varias de esas novedades tecnológicas incorporadas al
trabajo de la selección, pero, a fin de no prolongar mucho esta recensión, solo
vamos a dar a conocer algunas de ellas:
… se adquirió un software que permite cortar cada partido
de forma individual. Existe un sistema que permite separar en un video la
actividad de cada futbolista en el partido. De ese modo, se puede analizar a
cada jugador con sus variables técnicas y conocer su producción en pases,
piques, saltos, recuperaciones, velocidad, etc., para ser analizados. Al hacer
un seguimiento de muchos partidos, se logra determinar en qué rubros es más
eficiente cada jugador… (p. 82).
Con
otro software, refiere Bonillo, se
pudo
… conocer al detalle las
características y posibilidades de cada jugador, y pudimos categorizar lo que
hacían como excelente, muy bueno, bueno, regular y malo, tanto en la parte
física como en la parte técnica […], pudimos precisar, por ejemplo, quién es
bueno recuperando, quién es bueno dando pases y su desenvolvimiento en cada
posición… (p. 83).
Y
ese «mismo programa informático se utilizó para analizar a las selecciones
rivales» y saber «cuáles eran los puntos débiles y los puntos fuertes en cada
equipo, y de manera individual de cada jugador rival». Bonillo precisa al
respecto lo siguiente: «conociendo sus reales capacidades y la de los rivales,
podíamos establecer criterios reales de exigencia» (p. 84).
Al
término de un partido, también se empleaba la tecnología: «los jugadores
peruanos que habían dejado el campo para ingresar al camarín estaban, de
inmediato, empezando a trabajar para el partido siguiente con un método
exigente» (p. 88).
Los
pasos a seguir eran los siguientes: descansan un momento, luego hay un trabajo
de recuperación pospartido en que los jugadores entran en un recipiente de agua
helada que los cubre hasta las caderas por unos diez minutos. A continuación, «viene
la alimentación. Hay estudios que han determinado que, tras el esfuerzo
desarrollado en un partido, existe una ventana de dos horas en que la
alimentación es más beneficiosa porque el organismo absorbe mejor los
nutrientes». Para ello, interviene una nutricionista (pp. 88 y 89).
Después
«se les colocan las botas Normatec»,
«hasta las caderas que se usan después de los partidos, de los entrenamientos y
los viajes largos» y «ayudan a la recuperación con un masaje linfático,
aprietan las piernas para liberarlas de sustancias nocivas». Seguidamente, «se
les ponen las medias de compresión», que «cubren desde los pies hasta el final
de las piernas, y que comprimen, aprietan y ayudan a quitar el dolor, la
hinchazón y la sensación de pesadez en las piernas» (pp. 89 y 90).
Finalmente,
se emplean «los electroestimuladores Compex», que
… sirven para la recuperación
postesfuerzo, alivio de dolores cervicales, lumbares, toráxicos o lumbago, [es
también] descontracturante, [sirve en la] rehabilitación para reanudar la actividad
deportiva tras un traumatismo óseo o articular, alivio de piernas pesadas,
estímulo del drenaje linfático y prevención de calambres (p. 90).
Al
siguiente día:
…
Gimnasio, movimientos de baja intensidad. Se trabaja buscando flexibilidad
muscular, movilidad articular y después lo mismo: hielo, botas Normatec, masajes y calzas de compresión
neumáticas. Almuerzo, descanso y cena y al otro día ya los tenemos en mejores
condiciones. Con tres días estás con lo justo para tener un buen rendimiento;
lo ideal son cinco días (p. 91).
Sobre
este uso que se dio a la tecnología en la selección peruana, Oblitas señala:
… Nada de esto existía. Nada. Y
nada fue inmediato. No es que llegó Gareca con su equipo y en una semana ya
estaba listo todo este sistema. Llevó un tiempo y una parte se logró
implementar mientras se jugaban las eliminatorias, y mientras algunos pedían
que se vaya Gareca, porque en los primeros partidos no hubo buenos resultados. […]
este comando técnico ha puesto la tecnología al servicio del equipo (pp. 91 y 92).
Por
último, Oblitas hace un anuncio de gran trascendencia: «… Cuando nos vayamos,
esto tiene que quedar para los que vengan. Queremos armar un Departamento
Tecnológico para que la FPF tenga siempre estos sistemas» (pp. 92 y 93).
El
sexto capítulo se titula «Una nueva mentalidad», y en el se explica cómo se
operó ese cambio.
La
«última gran campaña de una selección peruana para clasificar a un mundial
ocurrió entre 1996-1997, durante las eliminatorias de Francia 98» (p. 95). Perú
se perdió el mundial en aquella oportunidad solo por diferencia de goles con
Chile. El director técnico de aquella selección fue Oblitas precisamente, y
destacaron los nombres de Solano, Palacios y Maestri. Jara describe lo que
ocurrió en la prensa deportiva de aquel entonces con lucidez:
A pesar de esa brillante
actuación tras atroces años anteriores, un buen sector de la prensa desplegó
una brutal campaña contra Oblitas y los jugadores porque los resultados
iniciales no fueron óptimos y, al final, calificaron como fiasco una notable
actuación que el Perú no había tenido desde 1986. La influencia negativa de una
prensa irracional, encabezada por el diario El
Bocón, consideró el cuarto lugar como «un fracaso» y no se dio continuidad
al ciclo ni se reformó la estructura del fútbol peruano. Perú volvió a caer en
un hondo bache que daría lugar a un largo y oscuro periodo que abarcó las
eliminatorias de Japón-Corea 2002: antepenúltimo con 16 puntos […]; Alemania
2006: penúltimo con 18 puntos […]; Sudáfrica 2010: últimos con 13 puntos […]; y
Brasil 2014: antepenúltimos con 15 puntos […] (p. 96).
El
análisis de Jara es severo, pero realista: «La mayor parte de la prensa
nacional exigía resultados, como si el Perú fuese una potencia mundial», su «irracional
comportamiento era el equivalente al de una barra brava empuñando un micrófono
o tecleando ante una computadora» (p. 97).
Así
fue como «para los futbolistas, ser convocados a la selección dejó de ser una
aspiración para convertirse en una tortura. Ellos y sus familias pasaban a
soportar toda clase de vejámenes». Pero había más:
Otro tanto ocurría en las
tribunas que concedían un aliento que, en el mejor de los casos, duraba apenas
los primeros quince minutos de un partido para dar paso a los murmullos, a los
gritos, a las rechiflas y a los insultos (p. 97).
Otra
observación atinada del autor es la siguiente:
El Perú es un país en donde el
trato cordial entre las personas no es, lamentablemente, una norma esencial de
educación y se refleja en la agresividad en las relaciones cotidianas. Entonces
es probable que a más de uno le parezca un disparate hablar de la necesidad de
autoestima en la personalidad de los futbolistas. Sin embargo, existe innumerable
material que demuestra que los jugadores de alta competencia requieren estar
dotados de una necesaria fortaleza mental (pp. 97 y 98).
Y
es cierto, «a nuestros equipos los derrotaba la falta de personalidad», por tal
razón: «La reconstrucción de la autoestima del jugador peruano […] es otro de
los grandes méritos del ciclo de Ricardo Gareca y allí existe el valioso aporte
del sicólogo deportivo que convocó. Se llama Marcelo Márquez…» (pp. 98 y 99).
Márquez
posee «el grado de magíster en Sicología Aplicada al Deporte» y es «un experto
en sicodeportología, una rama de la sicología» útil para entrenar en el jugador
«el aspecto sicológico para afrontar una competencia con fortaleza mental» (p.
99).
En
las siguientes líneas, Marcelo Márquez explica su trabajo:
Para revertir los malos
resultados deportivos, el seleccionado peruano necesitaba, con urgencia,
cambiar de mentalidad, saberse capaz, no sentirse disminuido ante las figuras o
asumir que no podía ganar al jugar de visita. También necesitaba pensar en sí mismo
y no en las exigencias externas. Al fin y al cabo, quienes salen a la cancha
son los jugadores y no el hincha o el periodista que les trasladan exigencias
ajenas a la realidad… (pp. 100 y 101).
El
aporte del mismo Gareca en ese asunto también fue fundamental, Oblitas lo
explica así:
… Es un talento de Ricardo.
Cuando él entrenaba a la “U”, vimos cómo transformó a Donny Neyra, un jugador
que no destacaba, y le dio un gran realce, lo convirtió en el conductor de esa
“U” que campeonó en el 2008. Esta vez ha pasado lo mismo con varios chicos:
Trauco, Corzo, Cueva, Aquino, Yotún, Tapia; antes de Ricardo no eran lo que
ahora son. Un hombre que sabe conducir logra que los jugadores crezcan… (p. 103).
Y
Esta mentalidad distinta se
reflejó en que se obtuvieron, en el 2017, 16 puntos en partidos por
eliminatorias, 10 de ellos como locales y 6 como visitantes que, sumados a los
11 logrados en el 2016, dieron los 26 puntos clasificatorios. En el mismo
período 2017, Argentina logró apenas 9 puntos (5 de local y 4 de visita) y
Chile 6 puntos (6 de local, 0 de visita) (p. 105).
Bonillo
explica que «Ricardo, con el apoyo de Marcelo, implantó que el grupo está por
encima de todo, nada es individual, todo corresponde al grupo. Y se han logrado
cosas muy buenas» (p. 106).
El
séptimo capítulo se titula «El talento se conquista» y en el se ofrece la
historia de cuatro jugadores (Christian Cueva, Miguel Araujo, Miguel Trauco y
Pedro Gallese), «ninguno [de los cuales] era una gran figura [cuando fueron
convocados] y todos juntos demostraron que es posible conquistar un objetivo
cuando se confía en lo que se tiene» (p. 110).
El
autor remarca más adelante lo siguiente: «En realidad, todos los integrantes de
la selección peruana tienen una historia particular bajo un mismo signo: origen
humilde, vocación de trabajo, ansias de triunfo y confianza absoluta en su
técnico Ricardo Gareca…» (p. 119).
El
octavo capítulo se titula «El fútbol enseña» y en el se habla sobre la
necesidad de mantener un proceso en el tiempo frente al peligro que se repita
lo que ocurrió en las eliminatorias de Francia 98. El autor cita a la revista Once para dar cuenta de lo ocurrido
aquella vez:
… «A inicios de la década del
noventa, el fútbol peruano estaba postrado. Sin figuras, sin espectadores, sin
recursos. Se empezó a trabajar partiendo de nada. Un puñado de esforzados
dirigentes (encabezados por Francisco Lombardi y Nicolás Delfino) fueron
satanizados; un técnico que siempre puso el pecho (Juan Carlos Oblitas) fue
agraviado hasta el cansancio; y jóvenes jugadores que recién emergían fueron
víctimas de toda clase de patrañas e insultos». Hace veinte años, después de
haber ocupado un magnífico cuarto lugar en las eliminatorias mundialistas, hubo
un gran sector de la prensa que hizo cuestión de Estado por un «fracaso».
Truncaron la posibilidad de un proceso y vinieron dos décadas de penurias (p.
122).
El
mensaje es claro, contundente y rescatable:
… hace veinte años, Perú
desarrolló una magnífica campaña; veinte años después, se ha logrado una
clasificación mundialista. Pero ¿qué ocurrió en esas dos décadas? Se atacó y se
destruyó un concepto vital: la necesidad de sostener un proceso a futuro. ¿Qué
se hará esta vez? Existe una sola alternativa […]: continuar el camino
iniciado. Si los resultados que se obtengan en el Mundial Rusia 2018 son negativos,
no interesa. Lo imprescindible es mantener el camino que se ha trazado. No
hacerlo sería volver a la oscuridad. Esta vez no deben volver a ganar los que
hacen de la derrota un negocio. Ya es suficiente el daño que han hecho (p. 125).
El
autor menciona dos razones de importancia para sostener este proceso, la
primera es que Gareca y Oblitas «han logrado establecer un sistema de trabajo
muy lejos de las taras que rodeaban a la selección: desterraron la informalidad,
las alianzas internas y los negocios turbios» (p. 125).
Y la segunda es que
A partir del año 2015, el empresario Edwin
Oviedo, al asumir la presidencia, tomó una decisión complicada y valiente:
reformar la FPF para convertirla en una institución eficiente, con reglas y
principios nítidos. Oviedo también fijó como requisito de su gestión el retorno
de la honestidad y estableció auditorías para que el manejo económico sea
sustentado y fiscalizado… (p. 126).
La
labor de Oviedo se resume bien en el siguiente párrafo:
En el breve periodo 2015-2017, la
dirigencia logró el resurgimiento económico de la FPF, incluso antes de que
ocurra la clasificación a Rusia 2018, pues con el manejo empresarial
implementado se logró convocar sponsors, cuando
el Perú aún no avizoraba clasificar al mundial. Asimismo, puso en ejecución el
Plan Centenario para promover el fútbol de menores, base fundamental para tener
un fútbol competitivo con recambios generacionales. Y se adquirió un predio en
Chaclacayo en el que se construirá un complejo similar al famoso predio de
Ezeiza que posee la selección argentina para el entrenamiento de todas las
categorías, desde la sub-15 a la sub-23
(pp. 126 y 127).
Y
para quien dude del trabajo serio de la FPF van las siguientes líneas:
… la FIFA considera que el
trabajo de reforma y de institucionalización realizado por la FPF es un modelo
a seguir y, por esa razón, han visitado Perú, para reuniones de trabajo, el
presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y funcionarios de alto nivel. El prestigio
ganado también ha dado lugar a que, por vez primera en su historia, el Perú sea
designado como país sede de la Cumbre Ejecutiva de la FIFA. Asimismo, por vez
primera, el Perú tiene presencia dirigencial en la FIFA: Edwin Oviedo integra
el Comité de Stakeholders, Felipe Cantuarias es miembro del Comité de Revisión
y Gobernanza y Teófilo Cubillas integra el Comité de Desarrollo; además, un
miembro de la FPF, Sergio Palacios, ha sido contratado por la FIFA para
integrarse al área de Desarrollo (p. 127).
Todo
peruano de buena voluntad debe apoyar el mensaje de que «nada es inmediato,
todo toma su tiempo. Lo imprescindible es empezar, mantener el proceso de
crecimiento, no ceder ante los destructores y apoyar el trabajo serio» (p.
128).
El
noveno capítulo se titula «En el nombre del fútbol » y es una reflexión sobre
el deporte rey, los miles de millones de seguidores que tiene, de las alegrías
que depara cuando se actúa con profesionalismo y de cómo hasta puede ayudar a
mejorar los índices de la economía de un país (pp. 132 y 133).
En
conclusión, un libro que tiene el sano propósito de apoyar el trabajo
profesional de la selección peruana y del equipo que lo sostiene dentro y fuera
de la cancha, mostrando su labor y sus frutos.
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Nota: La foto, al
inicio de esta entrada, fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.
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