miércoles, 30 de enero de 2019

TATARAMUNDO


CERNA GUARDIA, Rosa
Lima: Ediciones Ave, 2.a ed., 1990

En la segunda edición del libro Literatura para niños. Debate y alternativa, de Jesús Cabel, se hace una encuesta de diez preguntas a catorce de los más importantes escritores peruanos de literatura infantil de aquel entonces. 

Una de las encuestadas era precisamente Rosa Cerna Guardia, quien ante una de las preguntas confiesa lo siguiente: «… tenemos muy buenos autores de obras para niños pero que es un pecado nacional, del que me confieso públicamente [sic], que no nos conocemos o nos conocemos mal» (1981: 26).

Lo que expresó la escritora ancashina hace más de treinta años atrás sigue en cierta medida (o tal vez en gran medida) vigente y una prueba de ello es que buscando en internet una reseña de su obra Tataramundo, no encontré ninguna (aunque tal vez haya alguna en una revista impresa que no llegó a digitalizarse). 

Por eso me animé a hacer esta reseña a destiempo, porque mejor tarde que nunca, y porque ayuda a demostrar la utilidad de este tipo de textos argumentativos. Además, es una obra valiosa sobre la que es necesario decir algo. 

Sorprende la paciencia de la autora para recoger y atesorar un verdadero compendio de textos infantiles de Lima y el resto del Perú, que muchas veces hemos (me incluyo) escuchado en nuestra casa, barrio, o en aquel lugar a donde fuimos de viaje. Al respecto, la autora proporciona información adicional en el prólogo de esta segunda edición de su libro: 

Una antigua ama de mi padre llamada Petronila, Doña Petra, mujer muy ingeniosa y de una gran ternura, es la iniciadora de este bello trabajo.

Puso en boca de mi padre cuando era niño muchas de las canciones, coplas, refranes, dichos, juegos, cuentos y adivinanzas que están en esta antología, que nos lo fue repitiendo cuando mis hermanos y yo éramos niños. Decires que me han acompañado toda mi vida habiendo sido para mí uno de los recursos más valiosos con que he contado en mi labor de maestra y escritora…

… hemos trabajado con verdadero entusiasmo y vocación tratando de juntar fragmentos, trozos, porciones e hilazas de nuestro idioma, rescatando el dicho, la canción, la anécdota, la glosa, etc., que se van perdiendo con el tiempo, buscando la hebra: en las filas de jubilados y cesantes, en los hospitales y casas de reposo en los mercados, los ómnibus y en reuniones, para que este TATARAMUNDO tan querido llegue a su segunda edición, corregido y aumentado… (p. 7).

Estoy seguro que pocos en este país sabían que existía un libro de este tipo y que estaba escrito por una de las principales representantes de la literatura infantil en el Perú. El título elegido por Cerna Guardia para su libro: Tataramundo, como término, no aparece en el Diccionario de la lengua española (DLE), de la Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale). 

Pero podemos hacernos una idea de su significado revisando su uso en los siguientes fragmentos tomados de su libro: «Tataramundo o munduriviejo» (p. 8); «Recorriendo los viejos caminos del idioma o tataramundos de la tradición oral…» (p. 9). 

En ambos casos, y como en el término «tatarabuelo» (que, según el DLE, de la RAE y la Asale, significa «padre o madre de uno de los bisabuelos de una persona», en su primera acepción; y «antepasado remoto de una persona», en su segunda acepción [véase: https://dle.rae.es/?id=ZFYuusX]), se alude a lo remoto, lo pasado, lo viejo, al antepasado del mundo (que tiene que ver también con el idioma), que sería o se vincularía con la tradición oral. Y como se puede observar, el título no ayuda a identificar rápidamente el contenido del libro. 

Hubiera sido útil y hubiera ayudado a su difusión si llevara de subtítulo La literatura oral infantil del Perú. Eso, por lo menos, hubiera asegurado la inclusión del libro en la recopilación hispanoamericana de la literatura oral de los chicos, que es un anexo del trabajo de Carlos Silveyra (2001) titulado Canto rodado. La literatura oral de los chicos (aun cuando su autor reconoce que se trata de una nómina incompleta).

Entre las recopilaciones del Perú, que aparecen en el libro de Silveyra, solo se mencionan un artículo y dos libros: «Adivinanzas de Perú y Bolivia», de Hermógenes Colán Secas (1948); La maestra adivinanza, de José Respaldiza Rojas (1993); y Las jitanjáforas en el mundo infantil, también de José Respaldiza Rojas y Luis Salazar Orsi (s/f). 

Aunque Tataramundo es un libro que busca abarcar toda la gama de textos de la tradición oral infantil (y por eso incluso se hizo de él una segunda edición corregida y aumentada), hay algunos más que se le pueden agregar como la historia de María marimacha, Juan Oso, etc.

Rosa Cerna Guardia ha tenido una idea muy acertada en escribir este libro, aunque no ha reflexionado teóricamente sobre el asunto (y ello se puede corroborar también revisando la bibliografía del libro), por ello su valor radica en su carácter compilatorio, porque ha permitido rescatar del olvido el folclore infantil* peruano de una época.

Para tener una idea más detallada de cómo trabajó la autora para compilar los textos que conforman su libro, vamos a citar los siguientes párrafos:

Buen trabajo nos ha llevado indagar sobre qué canciones de cuna cantan las mamás a sus niños. Muchas han respondido no saber ninguna o no recordar. Otras han contestado valientemente: «—las que están de moda —las de la T.V. —cualquier canto que se me viene en gana». Una mamá dijo que como andaba siempre apurada, le cantaba marchas o el Himno Nacional, logrando que se duerma el niño.

En ese empeño tuvimos que recurrir a las abuelitas, despertarlas del bien ganado descanso en sus viejas mecedoras o mientras las visitábamos en hospitales y casas de reposo, obligándolas con cariño a un esfuerzo mental de recordar aquello que cantaban a sus hijos, nietos o bisnietos para que no se pierda el hilo que une nuestras vidas (p. 16).

Una muestra de ese tesoro del folclore infantil peruano rescatado por Rosa Cerna Guardia, y que seguramente hará recordar tiempos pasados a muchos, es el siguiente sonsonete rimado:

Erre con erre cigarro,
erre con erre barril,
qué rápido ruedan las ruedas,
las ruedas del ferrocarril (p. 13).

También están las canciones de cuna como esta:

Duérmete mi niño,
duérmete ya,
sino vendrá el cuco
y te comerá (p. 16).

Igualmente, están los juegos como el de «Dale a la mocita» (aunque en estos tiempos pueda sonar un poco rudo):

Dale, dale, dale,
dale a la mocita
con la piedra grande,
con la chiquitita,
dale, dale, dale,
dale a la mocita,
hasta que se rompa
esta cabecita.
(Se le golpea la cabecita con ambas manitas) (p. 23).

¿Y quién no recuerda esta jitanjáfora famosa que muchos repetimos en nuestra infancia?: 

De tin Martín,
de dos pingué,
de cúcura, mácara,
de títere fue.

Yo no fui,
fue teté,
pégale, pégale
que ella fue (p. 44).

Este juego, así denomina la autora a este tipo de textos, también es famoso:

Tengo una muñeca
vestida de azul
con zapatos blancos
y velo de tul.

La media calada
estilo andaluz
y el traje escotado
con su canesú.
… (p. 69).

Otro juego conocido es este:

—Buenos días mi señoría.
Matan tirun, tirulán.
—¿Qué quería su señoría?
Matan tirun, tirulán.
—Yo quería a una de sus hijas.
Matan tirun, tirulán.
—¿A cuál de ellas la quería?
Matan tirun, tirulán.
… (p. 79).

Asimismo, encontramos en el libro 309 refranes usuales (un ejemplo: «Plata en mano, chivato en pampa» [p. 111]) sin contar con los 23 «refranes más viejos» (un ejemplo: «La cana, engaña; el diente, miente; la arruga, no deja duda» [p. 111]); 26 colmos (un ejemplo: «El colmo de un matemático: multiplicar la familia y dividir la opinión pública» [p. 121]); 57 modismos (un ejemplo: «Entre gallos y medianoche» [p. 122]); 133 adivinanzas (un ejemplo: «Soy largo como serpiente, / de correr nunca termino, / al llegar al mar me pierdo / pero por el campo río» [p. 134]); etc. 

En conclusión, un libro muy recomendable de leer para todo aquel que guste de recordar su pasado infantil (si es que es peruano principalmente), para los niños, que disfrutarán de la sencillez de los textos compilados, y para todo escritor de literatura infantil en el Perú que se tome en serio su oficio.

Si esta entrada ha sido de tu agrado o te ha sido útil, compártela con tus seres queridos.

___________________
* En esta reseña, nos ceñimos a la definición de «folclore infantil» ofrecida por Carlos Silveyra en su ya citado libro Canto rodado. La literatura oral de los chicos, quien, a su vez, concuerda con una definición ofrecida por Pedro Cerrillo en uno de sus artículos: «El folclore infantil es el conjunto de manifestaciones anónimas, creadas por adultos o por niños, cuyos usuarios son éstos [sic] últimos —a veces con la intermediación de los adultos y otras sin necesidad de intermediación alguna—cuya forma de difusión predominante fue la oral» (2001: 13).
Más adelante, el investigador argentino precisará qué tipo de textos conforman el corpus del folclore infantil: «En la práctica, el uso del término folclore infantil se ha circunscripto a los formatos menores, esto es a los de menor aliento, eliminando de esta categoría a la narrativa folclórica: cuentos, casos, leyendas, sucedidos, etcétera. Así pues, entendemos que el folclore infantil incluye las siguientes especies: acertijos, adivinanzas, apodos, burlas, canciones de cuna o nanas, colmos, ¿Cómo se llama la obra?, conjuros, coplas, cruzas, cuentos mínimos, cuentos de nunca acabar, chistes (de elefantes, Mamá…, mamá…, de tontos, en la escuela, etcétera), fórmulas para comenzar y finalizar relatos orales, idiomas, No es lo mismo (retruécanos), piropos, poemas para jugar con distintas partes del cuerpo (dedos, palmas, etcétera), preguntitas, ¿Qué le dijo?, refranes, retahílas (también llamadas rimas acumulativas y encadenadas), tantanes, trabalenguas, versos para echar suertes, versos para ocasiones especiales (para ocupar una silla, para pedir que se devuelva un libro prestado, etcétera), versos para juegos específicos (para saltar a la soga, para las escondidas, para jugar al elástico, cantos del truco, etc.), villancicos, y tantas otras, seguramente algunas aún por inventarse» (2001: 17).
Y como podemos observar, esta definición de folclore infantil y el corpus mencionado se ajusta mucho, aunque no del todo, a lo ofrecido por Rosa Cerna Guardia en su libro Tataramundo.
Nota: La foto, al inicio de esta entrada, fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.



Bibliografía

CABEL, Jesús. Literatura para niños. Debate y alternativa. Lima, Perú: Amaru, 2.a ed. 1981.

SILVEYRA, Carlos. Canto rodado. La literatura oral de los chicos. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Santillana, 2001.