CERNA GUARDIA, Rosa
Lima: Ediciones Ave, 2.a ed., 1990
En la segunda edición del libro Literatura para niños. Debate y alternativa,
de Jesús Cabel, se hace una encuesta de diez preguntas a catorce de los más
importantes escritores peruanos de literatura infantil de aquel entonces.
Una de las encuestadas era precisamente
Rosa Cerna Guardia, quien ante una de las preguntas confiesa lo siguiente: «… tenemos
muy buenos autores de obras para niños pero que es un pecado nacional, del que
me confieso públicamente [sic], que
no nos conocemos o nos conocemos mal» (1981: 26).
Lo que expresó la escritora ancashina
hace más de treinta años atrás sigue en cierta medida (o tal vez en gran
medida) vigente y una prueba de ello es que buscando en internet una reseña de su
obra Tataramundo, no encontré ninguna
(aunque tal vez haya alguna en una revista impresa que no llegó a
digitalizarse).
Por eso me animé a hacer esta
reseña a destiempo, porque mejor tarde que nunca, y porque ayuda a demostrar la
utilidad de este tipo de textos argumentativos. Además, es una obra valiosa
sobre la que es necesario decir algo.
Sorprende la paciencia de la autora
para recoger y atesorar un verdadero compendio de textos infantiles de Lima y
el resto del Perú, que muchas veces hemos (me incluyo) escuchado en nuestra
casa, barrio, o en aquel lugar a donde fuimos de viaje. Al respecto, la autora
proporciona información adicional en el prólogo de esta segunda edición de su
libro:
Una
antigua ama de mi padre llamada Petronila, Doña Petra, mujer muy ingeniosa y de
una gran ternura, es la iniciadora de este bello trabajo.
Puso
en boca de mi padre cuando era niño muchas de las canciones, coplas, refranes,
dichos, juegos, cuentos y adivinanzas que están en esta antología, que nos lo
fue repitiendo cuando mis hermanos y yo éramos niños. Decires que me han
acompañado toda mi vida habiendo sido para mí uno de los recursos más valiosos
con que he contado en mi labor de maestra y escritora…
…
hemos trabajado con verdadero entusiasmo y vocación tratando de juntar
fragmentos, trozos, porciones e hilazas de nuestro idioma, rescatando el dicho,
la canción, la anécdota, la glosa, etc., que se van perdiendo con el tiempo, buscando
la hebra: en las filas de jubilados y cesantes, en los hospitales y casas de
reposo en los mercados, los ómnibus y en reuniones, para que este TATARAMUNDO
tan querido llegue a su segunda edición, corregido y aumentado… (p. 7).
Estoy seguro que pocos en este país
sabían que existía un libro de este tipo y que estaba escrito por una de las
principales representantes de la literatura infantil en el Perú. El título
elegido por Cerna Guardia para su libro: Tataramundo,
como término, no aparece en el Diccionario
de la lengua española (DLE), de la Real Academia Española (RAE) y
la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale).
Pero podemos hacernos una idea de
su significado revisando su uso en los siguientes fragmentos tomados de su
libro: «Tataramundo o munduriviejo» (p. 8); «Recorriendo los viejos caminos del
idioma o tataramundos de la tradición oral…» (p. 9).
En ambos casos, y como en el
término «tatarabuelo» (que, según el DLE,
de la RAE y la Asale, significa «padre
o madre de uno de los bisabuelos de una persona», en su primera acepción; y «antepasado
remoto de una persona», en su segunda acepción [véase: https://dle.rae.es/?id=ZFYuusX]), se
alude a lo remoto, lo pasado, lo viejo, al antepasado del mundo (que tiene que
ver también con el idioma), que sería o se vincularía con la tradición oral. Y
como se puede observar, el título no ayuda a identificar rápidamente el
contenido del libro.
Hubiera sido útil y hubiera ayudado
a su difusión si llevara de subtítulo La literatura
oral infantil del Perú. Eso, por lo menos, hubiera asegurado la inclusión
del libro en la recopilación hispanoamericana de la literatura oral de los
chicos, que es un anexo del trabajo de Carlos Silveyra (2001) titulado Canto rodado. La literatura oral de los chicos
(aun cuando su autor reconoce que se trata de una nómina incompleta).
Entre las recopilaciones del Perú,
que aparecen en el libro de Silveyra, solo se mencionan un artículo y dos
libros: «Adivinanzas de Perú y Bolivia», de Hermógenes Colán Secas (1948); La maestra adivinanza, de José Respaldiza
Rojas (1993); y Las jitanjáforas en el
mundo infantil, también de José Respaldiza Rojas y Luis Salazar Orsi (s/f).
Aunque Tataramundo es un libro que busca abarcar toda la gama de textos de
la tradición oral infantil (y por eso incluso se hizo de él una segunda edición
corregida y aumentada), hay algunos más que se le pueden agregar como la
historia de María marimacha, Juan Oso, etc.
Rosa Cerna Guardia ha tenido una
idea muy acertada en escribir este libro, aunque no ha reflexionado
teóricamente sobre el asunto (y ello se puede corroborar también revisando la
bibliografía del libro), por ello su valor radica en su carácter compilatorio,
porque ha permitido rescatar del olvido el folclore infantil* peruano de una
época.
Para tener una idea más detallada
de cómo trabajó la autora para compilar los textos que conforman su libro,
vamos a citar los siguientes párrafos:
Buen
trabajo nos ha llevado indagar sobre qué canciones de cuna cantan las mamás a
sus niños. Muchas han respondido no saber ninguna o no recordar. Otras han
contestado valientemente: «—las que están de moda —las de la T.V. —cualquier
canto que se me viene en gana». Una mamá dijo que como andaba siempre apurada,
le cantaba marchas o el Himno Nacional, logrando que se duerma el niño.
En
ese empeño tuvimos que recurrir a las abuelitas, despertarlas del bien ganado
descanso en sus viejas mecedoras o mientras las visitábamos en hospitales y
casas de reposo, obligándolas con cariño a un esfuerzo mental de recordar
aquello que cantaban a sus hijos, nietos o bisnietos para que no se pierda el
hilo que une nuestras vidas (p. 16).
Una muestra de ese tesoro del
folclore infantil peruano rescatado por Rosa Cerna Guardia, y que seguramente
hará recordar tiempos pasados a muchos, es el siguiente sonsonete rimado:
Erre
con erre cigarro,
erre
con erre barril,
qué
rápido ruedan las ruedas,
las
ruedas del ferrocarril (p. 13).
También están las canciones de cuna
como esta:
Duérmete
mi niño,
duérmete
ya,
sino
vendrá el cuco
y
te comerá (p. 16).
Igualmente, están los juegos como el
de «Dale a la mocita» (aunque en estos tiempos pueda sonar un poco rudo):
Dale,
dale, dale,
dale
a la mocita
con
la piedra grande,
con
la chiquitita,
dale,
dale, dale,
dale
a la mocita,
hasta
que se rompa
esta
cabecita.
(Se
le golpea la cabecita con ambas manitas) (p. 23).
¿Y quién no recuerda esta jitanjáfora
famosa que muchos repetimos en nuestra infancia?:
De
tin Martín,
de
dos pingué,
de
cúcura, mácara,
de
títere fue.
Yo
no fui,
fue
teté,
pégale,
pégale
que
ella fue (p. 44).
Este juego, así denomina la autora
a este tipo de textos, también es famoso:
Tengo
una muñeca
vestida
de azul
con
zapatos blancos
y
velo de tul.
La
media calada
estilo
andaluz
y
el traje escotado
con
su canesú.
…
(p. 69).
Otro juego conocido es este:
—Buenos
días mi señoría.
Matan
tirun, tirulán.
—¿Qué
quería su señoría?
Matan
tirun, tirulán.
—Yo
quería a una de sus hijas.
Matan
tirun, tirulán.
—¿A
cuál de ellas la quería?
Matan
tirun, tirulán.
…
(p. 79).
Asimismo, encontramos en el libro
309 refranes usuales (un ejemplo: «Plata en mano, chivato en pampa» [p. 111])
sin contar con los 23 «refranes más viejos» (un ejemplo: «La cana, engaña; el
diente, miente; la arruga, no deja duda» [p. 111]); 26 colmos (un ejemplo: «El
colmo de un matemático: multiplicar la familia y dividir la opinión pública» [p.
121]); 57 modismos (un ejemplo: «Entre gallos y medianoche» [p. 122]); 133
adivinanzas (un ejemplo: «Soy
largo como serpiente, / de correr nunca termino, / al llegar al mar me pierdo /
pero por el campo río» [p. 134]); etc.
En conclusión, un libro muy
recomendable de leer para todo aquel que guste de recordar su pasado infantil
(si es que es peruano principalmente), para los niños, que disfrutarán de la sencillez de los
textos compilados, y para todo escritor de literatura infantil en el Perú que
se tome en serio su oficio.
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agrado o te ha sido útil, compártela con tus seres queridos.
___________________
* En esta reseña,
nos ceñimos a la definición de «folclore infantil» ofrecida por Carlos Silveyra
en su ya citado libro Canto rodado. La
literatura oral de los chicos, quien, a su vez, concuerda con una
definición ofrecida por Pedro Cerrillo en uno de sus artículos: «El folclore
infantil es el conjunto de manifestaciones anónimas, creadas por adultos o por
niños, cuyos usuarios son éstos [sic]
últimos —a veces con la intermediación de los adultos y otras sin necesidad de
intermediación alguna—cuya forma de difusión predominante fue la oral» (2001:
13).
Más adelante, el investigador argentino
precisará qué tipo de textos conforman el corpus del folclore infantil: «En la
práctica, el uso del término folclore infantil se ha circunscripto a los
formatos menores, esto es a los de menor aliento, eliminando de esta categoría
a la narrativa folclórica: cuentos, casos, leyendas, sucedidos, etcétera. Así
pues, entendemos que el folclore infantil incluye las siguientes especies:
acertijos, adivinanzas, apodos, burlas, canciones de cuna o nanas, colmos, ¿Cómo
se llama la obra?, conjuros, coplas, cruzas, cuentos mínimos, cuentos de nunca
acabar, chistes (de elefantes, Mamá…, mamá…, de tontos, en la escuela, etcétera),
fórmulas para comenzar y finalizar relatos orales, idiomas, No es lo mismo
(retruécanos), piropos, poemas para jugar con distintas partes del cuerpo (dedos,
palmas, etcétera), preguntitas, ¿Qué le dijo?, refranes, retahílas (también
llamadas rimas acumulativas y encadenadas), tantanes, trabalenguas, versos para
echar suertes, versos para ocasiones especiales (para ocupar una silla, para
pedir que se devuelva un libro prestado, etcétera), versos para juegos
específicos (para saltar a la soga, para las escondidas, para jugar al
elástico, cantos del truco, etc.), villancicos, y tantas otras, seguramente
algunas aún por inventarse» (2001: 17).
Y como podemos observar, esta definición
de folclore infantil y el corpus mencionado se ajusta mucho, aunque no del
todo, a lo ofrecido por Rosa Cerna Guardia en su libro Tataramundo.
Nota: La foto,
al inicio de esta entrada, fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.
Bibliografía
CABEL, Jesús. Literatura para niños. Debate y alternativa.
Lima, Perú: Amaru, 2.a ed. 1981.
SILVEYRA, Carlos. Canto rodado. La literatura oral de los
chicos. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Santillana, 2001.
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