martes, 27 de febrero de 2024

SERES MARAVILLOSOS DEL ANDE

Colchado Lucio, Óscar

Lima: Ediciones SM, 2019

 

Este libro está compuesto de veintiún narraciones sobre seres que pueblan el imaginario andino. Cada narración sobre cada uno de esos seres andinos va precedida de una explicación sobre dicho ser en un texto breve.

Es una pena que la editorial a cargo de la publicación se haya olvidado de colocar un índice al libro, detalle menor, sin duda, pero que saben agradecer los lectores compulsivos, bibliófilos, bibliófagos, etc.

En las «Palabras previas», del libro, el autor señala algo sorprendente. Dice que llama «maravillosos» a los seres de este libro «por ser parte de una cultura cuya cosmovisión está ligada a lo sobrenatural» (p. 7). Y más adelante agrega: «Yo también puedo testimoniar, queridos amiguitos, que son reales y no meros personajes de cuentos, ¿saben por qué? Porque yo también vi en mi infancia a algunos de ellos» (p. 8). Y vale la pena reproducir las palabras que siguen:

Así, por ejemplo, cuando yo tenía ocho años un duende quiso llevarme, según pude colegir, a vivir en el interior de una laguna, donde decían que tenía su palacio, o acaso quiso convertirme en otro duende. El hecho ocurrió un día de mucho calor, cuando cansado de esperar a mis amigos para bañarnos en una laguna, yo me lancé a las aguas. Y ni bien empecé a nadar sentí que unas manecitas muy suaves me agarraban por los pies e intentaban sumergirme. Pensé al comienzo que se trataba de uno de mis amigos, pero, después, cuando sentí que me estaba yendo al fondo de la laguna empecé a sacudirme, a patear desesperadamente, hasta que las manecitas me soltaron. Ya casi a punto de asfixiarme, salí a la superficie y pude nadar hasta la orilla. No había nadie en ese momento. Las aguas estaban tranquilas. Solo después el guardián de las chacras aledañas me dijo que en esa laguna habitaban duendes y que en las noches de luna él los veía saltar y corretear por las orillas.

Otra vez, vi un alma en pena. Yo dormía profundamente en la habitación de un familiar a quien había ido a visitar a su casa, cuando algo me despertó repentinamente. Era el sonido de la puerta del dormitorio que se abrió sigilosamente. La luz de la luna entró a borbotones al abrirse la hoja de madera. Entonces vi que un fantasma ingresaba de rodillas y se dirigía hacia la imagen de una Virgen que había al centro del cuarto. Llegando allí, se puso a rezar unos instantes que a mí me parecieron siglos. Su voz era gangosa. Cuando salió, los perros lanzaron aullidos agónicos como cuando veían almas (pp. 8 y 9).

Un detalle a tener en cuenta en la historia del duende es que el autor no vio al duende, solo sintió sus manos que lo jalaban debajo del agua. En cambio, sí llegó a ver al alma en pena que le reza a la Virgen, y también llegó a escuchar los «aullidos agónicos» de los perros que ven almas.

Es importante hacer un listado de los seres andinos incluidos en el libro porque aunque no son todos los que existen, están la mayoría (el índice nos hubiera ahorrado esta tarea). Aprovecharé la ocasión para definir brevemente a cada ser, según la perspectiva ofrecida por Colchado:

1) La achiké: bruja del Ande que se alimenta de niños (p. 11).

2) El amaru: serpiente alada con escamas de colores, cabeza de llama, cola de pez y alas pequeñas (p. 15).

3) El aya uma: «su nombre deriva del quechua: aya (muerto) y uma (cabeza)»; son cabezas voladoras que se desprenden en las noches de los cuerpos de los compadres o primos hermanos que conviven (p. 19).

4) El carbunclo: «especie de perro, zorro o puma» con «un pedacito de sol en la frente» y «los ojos de fuego» (p. 25).

5) El condenado: «son almas que penan por haber cometido pecados graves. Vagan por el mundo en busca de su salvación» (p. 29).   

6) La cuda: mujer atractiva y diabólica, «con patas de gallina» que «se aparece a los hombres para matarlos y llevarse su alma a convivir con ella» (p. 33).  

7) El ekeko: especie de «diocesillo del altiplano» al que si le ofrecen un buen cigarro, premia con «bienestar, salud y hasta riquezas» (p. 37).  

8) El gato tinyero: gatos que bajan por las laderas de los cerros dentro de un tambor, y pueden saltar de un momento a otro, meterse en tu barriga y causarte la muerte (p. 41).  

9) Los gentiles: son viejitos, «flacos, de cabeza grande sin pelos y tienen ojos hundidos», además viven en las cuevas (p. 45).

10) El hombre de lata: a pesar de ser de lata, se alimenta de carne humana en las noches oscuras y silenciosas (p. 49).

11) El ichic ollco: «duende travieso y juguetón. Es regordete de piel rosada y larga cabellera rubia. Ichic en idioma quechua significa “chiquito” y ollco “hombre”» (p. 53).

12) La jarjacha: personas incestuosas que tienen «relaciones pecaminosas entre hermanos, padres con sus hijos o abuelos con sus nietos» (p. 57).

13) El muki: «es pequeño, algo grueso, blanco, rubio, de orejas largas y puntiagudas. Viste casco, botas de agua y ropa de minero. A veces, lleva en la mano una linternita para alumbrarse» (p. 61).

14) El ollkaiwas: «tiene la cabeza de perro y alargado cuerpo de hombre». «A los pueblos que han caído en el pecado y quiere darles escarmiento, los arrasa con lluvias intensas, huaycos y desbordamiento de los ríos» (p. 65).

15) Los pichanas: son los que «sufren castigo por haber faltado a sus padres levantándoles la mano». Son «esqueléticos», «su castigo consiste en que llevan la peste, las enfermedades, las sequías por los lugares por donde vayan. Por eso la gente los aborrecen» (p. 69).

16) El pishtaco: degollador andino que mata a las personas para quitarles su grasa y venderla al extranjero (p. 73).

17) El runa mula: significa en quechua «persona mula». «Dicen que cuando una mujer convive con un cura, su espíritu sale en las noches convertida en una mula que bota candela  por la boca y es espoleada por el cura que es el mismo demonio» (p. 77).

18) El simuri (hombre-puma): hombre que en las noches de luna se va a los corrales, se convierte en puma y devora las ovejas y cabras principalmente (p. 83).

19) El supay: es el demonio que se viste «como un jinete elegante montado en un gran caballo blanco con aperos de plata». Vive «en el supayhuasi o infierno indio» (p. 89).  

20) La wayra warmi: «joven buenamoza, blanca de cabellos rubios» que querrá encantarte para llevarte al fondo de la laguna (p. 93).

21) El wamani: vive en le interior de los cerros o montañas. En su forma humana, es hermoso, pero también puede aparecer en forma de un cóndor o un halcón. Hace aumentar el ganado y crecer bonito las sementeras cuando le hacen ofrendas (p. 99).

La lista nos permite corroborar que el autor no incluyó a Juan Oso o el maqta peludo ni al Niño Manuelito, a pesar de que el autor los conoce muy bien porque sí los incluyó en su famoso libro «Cholito en los Andes mágicos», un clásico de la literatura infantil peruana.

Las ilustraciones, a cargo de Crhistian Vargas, son un buen acompañamiento al libro, y la que más me impresionó es la de la cara de la Achiké cubierta de verrugas y con unos ojos atemorizantes que miran al lector sin perderlo de vista y advirtiéndole o amenazándole de algo con ese dedo meñique huesudo y largo que es muy elocuente al respecto (ver imagen que sigue). 

El libro es muy interesante, se lee rápidamente y dispone de referencias bibliográficas para quien desee informarse más al respecto. Es un verdadero aporte a la cultura peruana porque no abundan los libros de ese tipo en nuestro país.

Aportes como este permiten, además, corroborar la existencia de una rica veta de seres que pueblan el imaginario andino, junto con un fértil venero de historias, mitos y leyendas que se pueden encontrar en cada rincón de nuestro bello país.

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Nota: La foto del libro al inicio de esta reseña fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.

 

miércoles, 31 de enero de 2024

COLABORACIÓN PARA EL FANZINE «CASTELLANÍZATE»

En noviembre del 2023, salió el tercer número del fanzine cultural Castellanízate, dirigido por el escritor, editor y jurista mexicano Roberto Méndez y la periodista, gestora cultural e investigadora mexicana Clarisa Camargo.

El fanzine forma parte de la red de difusión y coordinación del Centro Intercultural «Rosario Castellanos», del estado de Oaxaca, México, y allí he publicado un texto de mi autoría titulado «El mensaje de Cordero» (ver página 24 en el siguiente enlace: http://tinyurl.com/2r82bxm5).

Esta publicación digital, que es de libre acceso, tiene una proyección internacional muy amplia, pues cuenta con colaboradores que son escritores de diferentes países de Iberoamérica como: España, Estados Unidos, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Cuba, Venezuela y México por supuesto.

Decidí incluir el texto en mención en este espacio virtual para que los seguidores de mi blog que no se hayan enterado de la noticia puedan disfrutarlo aquí también. Este es el microrrelato en mención:

 

El mensaje de Cordero

Hace dos semanas estuve en el entierro del jardinero Zenobio, el primo de la vecina Anacleta que llegó dos meses atrás de Junín. Y como andaba por las calles de Ate con un gorro de lana de cordero ofreciendo sus servicios, le pusieron de apodo Cordero. Tenía treinta y tres años, barba, y era muy amable, por eso nos impactó su partida. No tenía vicios ni enfermedad conocida, y un ataque al corazón se lo llevó. Muchos sentimos que la vida era injusta con alguien dedicado a cuidar con esmero los jardines de los vecinos. Sembró plantas y flores en el vecindario, lo cual mejoró su aspecto en poco tiempo. Era un defensor pertinaz de la mala hierba (que el común de los mortales buscaba extirpar de sus jardines), y decía: «Hay algo de milagroso en ellos al brotar en lugares insospechados, sin siembra previa y sin riego continuo». Cordero incluso se oponía al uso del dicho: «Mala hierba nunca muere». «Pero si esta surge de la naturaleza, que es vida, no puede ser mala. Quien la bautizó así estaba errado», reflexionaba Cordero. «Y al no desaparecer con facilidad, la mala hierba está en mejor posición que las flores para representar la fertilidad, pero hay que domesticarla», explicaba. Su prédica convenció a algunos que decidieron seguir sus enseñanzas. Yo me mostré escéptico, no creía en esas cosas, pero algo me hizo dudar. Un día mientras iba al baño, me percaté de una planta creciendo entre dos adoquines, la única en mi patio empedrado. Nadie en casa la plantó, porque por allí caminamos a diario. Nadie la regó, porque aquel lugar no estaba pensado para un jardín. Tal vez la lluvia de hace unas semanas fecundó ese rincón de suelo. Le tomé unas fotos y busqué su nombre en el aplicativo PlantNet, se llamaba «cenizo común», una de las variedades de la mala hierba. Entonces, recordé a Cordero, y ya me fue imposible arrancarla. Por eso he decidido dejar que el cenizo florezca en el patio para interpretar, si acaso eso fuera posible, su mutismo verde y dentado.

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Nota: La foto, al inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica:  http://tinyurl.com/2r82bxm5

 

Referencias bibliográficas


ROMÁN ENCINAS, Marco Antonio. «El mensaje de Cordero». En Castellanízate. Año 0, 3, noviembre del 2023, p. 24. Consultado el 29 de enero del 2024 en http://tinyurl.com/2r82bxm5  


miércoles, 29 de noviembre de 2023

DOS APUNTES ADICIONALES SOBRE LA MARINERA II

Dos apuntes adicionales sobre la marinera II

 

Respuesta a la segunda pregunta

 

b) «No me concuerda la fecha («La marinera nació el 8 de marzo de 1879») que se supone una reacción a la declaración de guerra, ya que la misma se declara un mes + tarde»

Voy a desmenuzar la respuesta e ir por partes. En primer lugar, el artículo de Luis Salazar: «La marinera nació el 8 de marzo de 1879» (que también cité en mi primera entrada sobre este tema) indica que el uso que hace Abelardo Gamarra de la palabra «marinera» en un artículo suyo (pero firmado con otro nombre) del 8 de marzo sería más una partida de bautizo que un nacimiento de la palabra «marinera» propiamente (el título buscaba llamar la atención al respecto, al parecer).

En segundo lugar, en el artículo de Luis Salazar, este se percata de un olvido de Abelardo Gamarra sobre la fecha exacta y las motivaciones de su iniciativa del 8 de marzo de 1879, por eso escribirá: «Gamarra, al parecer no recordaba exactamente la fecha y motivaciones de la iniciativa del 8 de marzo de 1879» (véase: https://tinyurl.com/2t6xmkn5).

El error de Abelardo Gamarra producto del olvido mencionado consiste en sostener que la sustitución del «nombre de chilena por el de marinera» ocurrió «una vez declarada la guerra entre el Perú y Chile» el 5 de abril de 1879 (cuando ocurrió antes y con motivo de la toma del territorio boliviano de Antofagasta por los chilenos el 14 de febrero de 1879), como se puede corroborar en la siguiente cita tomada de Rasgos de pluma, libro suyo publicado veinte años después de iniciada dicha guerra:

El baile popular de nuestro tiempo se conoce con diferentes nombres: se llama tondero, moza mala, resbalosa, baile de tierra, zajuriana y hasta el año 79 era más generalizado llamarlo chilena: fuimos nosotros los que, una vez declarada la guerra entre el Perú y Chile, creímos impropio mantener en boca del pueblo y en sus momentos de expansión semejante título y sin acuerdo de ningún concejo dé [sic] Ministros,  y después de meditar en el presente título, resolvimos sustituir el nombre de chilena por el de marinera; tanto por que en aquél entonces la marinera peruana llamaba la atención del mundo entero y el pueblo se hallaba vivamente preocupado por las heroicidades  del “Huáscar”; cuanto por que el balance, movimiento de popa, etc., etc., de una nave gallarda dice mucho con el contoneo y lisura de quien sabe bailar, como se debe, el baile nacional” (Gamarra 1899:25-27) (ver: https://tinyurl.com/2t6xmkn5).  

Pero eso no es lo que dijo el mismo Abelardo Gamarra el 8 de marzo de 1879 en su columna «Crónica local», publicada en el diario El Nacional. La cita completa se puede encontrar en mi artículo «Origen del término “marinera”» (ver:  https://tinyurl.com/4h2ydytb). Voy a resumir y parafrasear en parte lo que escribió en aquella oportunidad el Tunante.

Él explicaba el uso del término «marinera» en reemplazo del vocablo «chilena» en aquel tiempo por cuatro razones o cuestiones marinas:

1) Nace el término conmemorando «la toma de Antofagasta por los buques chilenos», la cual ocurrió el 14.2.1879 [y no por la declaratoria de Guerra de Chile al Perú].

2) «Tendrá la alegría de la marina peruana al marchar al combate» [dicha expresión revela que los peruanos de entonces no eran conscientes de la capacidad bélica militar del país, considerando el resultado final de la guerra].

3) «Su balance gracioso imitará el vaivén de un buque sobre las ajitadas [sic] olas».

4) «Su fuga será arrebatadora, llena de brío, endiablada como el combate de las dos escuadras, si llega a realizarse» (véase: https://tinyurl.com/2t6xmkn5).

Con esa explicación, queda más claro que el bautizo de la «chilena» como «marinera» (y no el nacimiento del término porque Gamarra ya había compuesto algunas marineras antes de ese 8.3.1879 sin nombrarlas oficialmente) fue, efectivamente, el 8 de marzo de 1879, y esto ocurría antes de la declaratoria formal de guerra de Chile a Perú (que, recordamos, fue el 5 de abril de 1879), y luego de la toma de Antofagasta por los chilenos el 14 de febrero del mismo año.

El conflicto entre Chile y Bolivia relacionado con las salitreras es complejo, pero es necesario explicarlo porque ayuda a entender mejor el tema y las confusiones que ocasiona. El gobierno de Bolivia le aplicó un impuesto a la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta (CSFA), que vulneraba el Tratado de Límites de 1874  entre ambos países (que eximía de impuestos a las compañías chilenas del salitre). CSFA se negó a pagar por lo que el gobierno boliviano rescindió su contrato y confiscó sus bienes. En respuesta, Chile invadió el territorio boliviano de Antofagasta el 14 de febrero de 1879 con doscientos soldados; y el 1 de marzo de 1879 Bolivia le declara la guerra a Chile.

En virtud del tratado secreto de alianza defensiva entre Perú y Bolivia firmado el 6 de febrero de 1873, era solo cuestión de tiempo que el Perú ingresase a la guerra, lo cual ocurrió solo semanas después (el 5 de abril de 1879). Y el artículo del 8 de marzo de 1879 alude a la invasión chilena del puerto boliviano de Antofagasta, y deja traslucir «el ambiente bélico-triunfalista que se vivió en Lima en ese entonces. Los días siguientes continuaron apareciendo en los periódicos artículos y versos del mismo tono», según lo indica Salazar (véase: https://tinyurl.com/2t6xmkn5). 

En esas circunstancias, el ministro boliviano Serapio Reyes llega a Lima el 16 de febrero de 1879 para exigirle al gobierno peruano que cumpla con el tratado defensivo de 1873. El gobierno del Perú propuso al de La Paz someterse a un arbitraje y, para mediar en el conflicto, envió a Chile al ministro plenipotenciario José Antonio de Lavalle. En dicha reunión, el canciller chileno le preguntó sobre el tratado secreto de 1873 con Bolivia. Lavalle contestó con una evasiva, pero Chile sabía del tratado y la suerte estaba echada.

Salazar también precisa en su artículo que, con la «marinera», «el cambio de denominación [de «marinera» por «chilena»] no fue automático –no podría serlo sin embargo rápidamente fue aceptado» (véase: https://tinyurl.com/2t6xmkn5).

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Nota: La imagen, al inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica:  https://www.costumbres.org/danza-marinera-limena 

 

Bibliografía

 

CANAL 7. (2010). «Juan Guillermo Carpio Muñoz». En programa La Función de la Palabra, dirigido por Marco Aurelio Denegri. Lima: Canal 7. Consultado el 25 de octubre del 2023 en  https://tinyurl.com/4j7b8699 

LETURIA, José Antonio y CASAS PUIG, Jaime Ángel. Origen, ritmos y controversias de la música criolla del Perú, y poemas modernos. 2.a ed. Lima: Logargraf, 2018. Consultado el 25 de octubre del 2023 en https://tinyurl.com/p3wxfhx9 

OBREGÓN QUINTANA, María Elena y GARCÍA CARMONA, Pedro. A orillas del Virú. España: Editorial Gotas de Rocío, 2020. Consultado el 2 de agosto del 2023 en https://tinyurl.com/mupc477w 

RODRÍGUEZ RONCEROS, César E. Historia de la canción criolla. Lima: Editora Imprenta Acuario, s/a.

ROMAN ENCINAS, Marco Antonio. «Origen del término “marinera”». En blog El Arte de Leer, 30 de julio del 2023. Consultado el 25 de octubre del 2023 en https://tinyurl.com/2zw6ts5r 

SALAZAR, Luis. «La marinera nació el 8 de marzo de 1879». En blog Músicas del Perú, 7 de marzo del 2013. Consultado el 30 de julio del 2023 en https://tinyurl.com/2t6xmkn5

SANTA CRUZ, Nicomedes. «Ensayo sobre la Marinera». En página web En Prosa y en Verso, 24 de julio del 2015. Consultado el 30 de julio del 2023 en https://tinyurl.com/2ur97n8z

_____. «Orígenes de la Marinera». En canal de SoundCloud Marinera con Estilo, 2016. Consultado el 30 de julio del 2023 en https://tinyurl.com/58wtebaj