La repetición
y la redundancia
Umberto
Eco señala respecto a las novelas de Fleming lo siguiente:
… lo típico del género policíaco
[…] no es tanto la variación de los hechos, cuanto la repetición de un esquema
habitual en el que el lector pueda reconocer una cosa ya vista con la que se
había encariñado. Bajo la apariencia de una máquina productora de información,
la novela policíaca es, sin embargo, una máquina productora de redundancias;
fingiendo conmocionar al lector, en realidad lo reafirma en una especie de
pereza imaginativa y le proporciona una evasión, contándole no lo que ignoraba,
sino lo que ya conocía… (1995: 172 y 173).
La
función que cumple este recurso en la narración escrita es la, ya señalada, de proporcionar placer a través de la vuelta a lo ya conocido. La repetición y la
redundancia no hacen más que reduplicar este deleite.
Este
mismo recurso empleado en un discurso oral realiza una función distinta: la
repetición y la redundancia buscan mantener fresca en la memoria algunos puntos
clave de un texto para su comprensión: «La redundancia, la repetición de lo
apenas dicho, mantiene eficazmente tanto al hablante como al oyente en la misma
sintonía» (Ong 1993: 46).
Habría
además otra razón para explicar esto:
La necesidad del orador de seguir
adelante mientras busca en la mente qué decir a continuación, también propicia
la redundancia. En la recitación oral, aunque una pausa puede ser efectiva, la
vacilación siempre resulta torpe. Por lo tanto es mejor repetir algo, si es
posible con habilidad, antes que simplemente dejar de hablar mientras se busca
la siguiente idea (Ong 1993: 47).
Los arquetipos
Dejemos
que el mismo Eco nos explique la función del arquetipo en la novela popular
escrita:
… Sue juega con arquetipos, sí, y
lo hace como inventor culto y genial, pero no para hacer de la novela un
itinerario hacia el conocimiento a través del mito, como haría, por ejemplo,
Mann, sino para utilizar «modelos» seguros, de funcionamiento garantizado…
(1995: 63).
En
el discurso oral, la presencia de arquetipos se puede explicar de alguna manera
con el empleo frecuente del epíteto y otros elementos formularios:
… Los elementos del pensamiento y
de la expresión de condición oral no tienden tanto a ser entidades simples sino
grupos de entidades, tales como términos, locuciones u oraciones paralelos;
términos, locuciones u oraciones antitéticos; o epítetos. La tradición popular
oral prefiere, especialmente en el discurso formal, no al soldado, sino al
valiente soldado; no a la princesa, sino a la hermosa princesa; no al roble,
sino al fuerte roble. De esta manera, la expresión oral lleva una carga de
epítetos y otro bagaje formulario que la alta escritura [categoría que no
incluye a la novela popular escrita] rechaza por pesada y tediosamente
redundante, debido a su peso acumulativo (Ong 1993: 45).
Luego
precisa Walter J. Ong lo siguiente al respecto: «… Lo establecido para los
epítetos también se aplica a otras fórmulas. Una vez que se ha cristalizado una
expresión formularia, más vale mantenerla intacta» (Ong 1993: 45).
Oposición de
caracteres y valores
En
Fleming, Eco observa que los «binomios
no representan unos elementos “vagos”, sino “simples”, es decir, inmediatos y
universales» (1995: 154). Dentro de esta simplificación del relato se introduce
también una visión maniquea que permite precisamente ordenar las oposiciones.
Según
Eco, Fleming es «sencillamente maniqueo por razones operativas» (1995: 175). Y
la explicación que ofrece acerca del funcionamiento de este recurso es la
siguiente:
… Es reaccionario por utilizar
esquemas. La esquematización, la escisión maniquea, siempre es dogmática e
intolerante; democrático es aquel que rechaza los esquemas, sabe reconocer los
matices y las distinciones, y justificar las contradicciones. Fleming es
reaccionario lo mismo que es reaccionario, en su raíz más profunda, el cuento,
cualquier cuento; se trata de conservadurismo estático, ancestral y dogmático,
de todos los cuentos y mitos, que transmiten una sabiduría elemental,
construida y comunicada mediante un simple juego de luces y sombras, y que
además la transmiten a través de unas imágenes indiscutibles, que no permiten
la menor distinción crítica… (1995: 176).
La
crítica que hace Umberto Eco de Fleming puede ser válida, mas no la que hace en
torno al cuento oral (al decir Eco «cualquier cuento», está incluyendo también
el cuento oral). Sin duda, Eco comete el error, por demás común, de juzgar los
productos de la tradición narrativa oral con esquemas que pertenecen a la
tradición narrativa escrita.
En
la narrativa popular oral, el maniqueísmo es explicado por Walter J. Ong de un
modo distinto y más acertado que el empleado por Umberto Eco:
Al mantener incrustado el
conocimiento en el mundo vital humano, la oralidad lo sitúa dentro de un contexto
de lucha. Los proverbios y acertijos no se emplean simplemente para almacenar
los conocimientos, sino para comprometer a otros en el combate verbal e
intelectual: un proverbio o acertijo desafía a los oyentes a superarlo con otro
más oportuno o contradictorio […]. En las narraciones, la fanfarronería sobre
la proeza personal o las frases hirientes del rival figuran regularmente en los
enfrentamientos entre los personajes: en la Ilíada,
en Beowulf, a lo largo del
romance europeo medieval, […], en la
Biblia, como entre David y Goliat… (1993: 49 y 50).
Como
se puede observar, se establece la oposición de elementos en pugna ubicados en
uno u otro bando. Entre ambos puede surgir el insulto, pero también el elogio:
El otro lado de los insultos
agonísticos o la vituperación en las culturas orales o que conservan regustos
orales es la expresión ampulosa de alabanza que se halla en todas partes en
relación con la oralidad. Es muy conocida en los poemas orales de encomio
africanos, estudiados extensamente, de la actualidad […], así como a través de
toda la tradición retórica occidental que conserva huellas de la tradición
oral, desde la antigüedad clásica hasta el siglo XVIII. «Vengo a enterrar a
César, no a elogiarlo», exclama Marco Antonio en su discurso funerario en Julio César (V, II, 79), de Shakespeare,
y luego procede a alabar a César según las normas retóricas de encomio que
fueron inculcadas a todos los colegiales del Renacimiento y que Erasmo empleó
de manera tan ingeniosa en su Elogio de
la locura… (Ong 1995: 51).
Luego
precisa el autor: «el elogio acompaña al mundo oral, agonístico e intensamente
polarizado, del bien y del mal, la virtud y el vicio, los villanos y los héroes»
(1995: 51).
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Nota: La foto de Walter J. Ong, al
inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica: https://goo.gl/MEPA67
Bibliografía
ECO, Umberto. El superhombre de masas. Barcelona,
España: Editorial Lumen, 1995.
ONG, Walter J. Oralidad y escritura. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica
(Argentina), 1993.
PROPP, Vladimir. Morfología del cuento. Madrid, España:
Editorial Fundamentos, 1971.
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