En las páginas preliminares del
primer tomo del libro Benjamín Franklin. Vida y pensamiento, se describe
la relación del polígrafo estadounidense con los libros:
… Benjamín era sumamente
aficionado a la lectura; todo el dinero que podía adquirir lo empleaba en
libros, que leía con ansia, como también todos cuantos caían en sus manos.
Entre los que más efecto produjeron en él, cita las vidas de Plutarco, obra que
también Rousseau dice haber causado en su ánimo, cuando la leía en su infancia,
una viva impresión. El mismo año, y tal vez en el mismo instante, estos dos
hombres, de quienes tanto se había de hablar en el mundo, hacían su propia
educación con la lectura, y admiraban a la par el mismo libro (2006: 13-15).
La relación de Franklin y Rousseau
con Plutarco, y que es meramente lectural o libresca, se describe en las
siguientes líneas:
… Rousseau, seis años más
joven que Franklin, ha pretendido deber a Plutarco su ánimo libre y
republicano, su carácter altivo e independiente; pero Rousseau había leído
además muchas novelas, y él mismo les atribuye las nociones extravagantes y
fabulosas sobre la vida humana que jamás dice con ingenuidad […]. Franklin, al
contrario, leía con el Plutarco relaciones de viajes y escritos de teología
polémica. Entre las obras que influyeron poderosamente en la dirección que dio
a sus ideas, cita particularmente dos, la una intitulada Ensayo sobre los
proyectos, por [Daniel] Foe, autor
del Robinson Crusoe, y la otra Ensayo sobre los medios de hacer bien, por
el doctor Máther (2006: 15-16).
Su padre, al percatarse de «la
pasión de Franklin» por «los libros», tomó la
siguiente decisión: «… hacerlo impresor, a pesar de que Jaime, otros de sus
hermanos, ejercía ya esta profesión en Boston» (2006: 17).
Posteriormente, Franklin hizo un
viaje a Inglaterra por motivo de negocios, y cuando regresó a Filadelfia, puso
en práctica un original sistema de lectura en voz alta:
… había organizado una
sociedad que se reunía todos los viernes por la noche, y en la cual cada
miembro debía proponer por turno una o más cuestiones sobre algún punto de
moral, de política o de filosofía natural, y leer una vez cada tres meses un
ensayo original sobre el asunto que mejor le pareciese. Esta sociedad tomó
grande incremento, fue la mejor escuela de filosofía y de política de toda la
provincia, y subsistió por espacio de más de cuarenta años (2006: 29 y 30).
Si esto ya era impresionante, lo
que hará a continuación lo es tanto o más:
… como los libros, entonces
muy raros en América, eran frecuentemente citados en las discusiones, Franklin
propuso reunir todos los que cada uno poseía y ponerlos a la disposición de los
miembros de la sociedad. Las ventajas que resultaron de esta colección le
sugirieron el plan de una biblioteca pública por suscripción, que fue su primer
proyecto de utilidad general. «Había entonces, dice en sus Memorias, tan
pocos lectores en Filadelfia, y la mayor parte éramos tan pobres, que, a pesar
de todos mis conatos, me fue imposible hallar más de cincuenta personas, la
mayor parte negociantes jóvenes, que consintiesen en pagar cuarenta chelines de
entrada, y después solamente diez cada año para este establecimiento. Con este
reducido fondo principiamos; se importaron los libros y se abrió la biblioteca
una vez a la semana para prestar a los suscriptores los que fuesen de su
gusto…» (2006: 30 y 32).
Los frutos que se obtuvieron por
esta labor fueron muy grandes:
[Según las Memorias, de
Franklin:] «… otros establecimientos iguales se formaron en las demás ciudades
y provincias; las bibliotecas se aumentaron con donativos particulares; la
lectura fue de moda, y el pueblo, no teniendo diversiones públicas que lo
distrajesen del estudio, acabó por familiarizarse con los libros […]» «Estos
establecimientos, dice en otra parte [Franklin], se han hecho considerables y
se aumentan de día en día; han contribuido a hacer generalmente la conversación
más instructiva, a derramar entre los mercaderes y las gentes del campo tantos
conocimientos como ordinariamente poseen las gentes de la clase más instruida
de los otros países, y aun tal vez han contribuido en algo a la vigorosa
resistencia que todas las colonias americanas han opuesto a los ataques
dirigidos contra sus derechos» (2006: 32 y 34).
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Nota: El Retrato
de Benjamín Franklin (1767), de David Martín (1737-1797), al
inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica: https://tinyurl.com/y2eely3e
Bibliografía
BRICEÑO POLO, Pedro
Alberto. Benjamín Franklin. Vida y pensamiento I. Lima: Los Libros Más
Pequeños del Mundo, 2006a.
_____. Benjamín
Franklin. Vida y pensamiento II. Lima: Los Libros Más Pequeños del Mundo,
2006b.
Estimado Marco Antonio Román Encinas, me es grato leer lo que nuevamente envías. Y siguiendo con la argumentación de Benjamín Franklin,para fomentar la lectura y así con ello agrandar la cultura de la gente, quiero contribuir con mi granito de arena, diciendo lo que se está haciendo por ejemplo en Viena, donde tuve el placer de visitarla el año pasado. Una de las cosas que más me sorprendió, era que, en los bancos de los parques públicos siempre había un libro, pues allí es ya una tradición, dejar uno de tus libros que más te gusten, para que otro pueda leerlo, Y esta persona a su vez dejará otro con el mismo propósito. Lo extraño, es que nadie robaba nada para su colección particular. Quedé fascinado y siempre permanecerán en mi memoria los libros dejados en los bancos de aquellos parques.
ResponderBorrarSin más recibe desde España un abrazo de tu amigo Manuel.
P.d. "son ya novecientos mis trabajos para el récor guines"
Hola, Manuel. Me alegra que en Viena esté instaurado ese sistema de fomento de lectura en los parques, al parecer, de manera definitiva e imperecedera. En Estambul, según el artículo «Unos libros para sentarse sobre ellos», de Alejandro Gamero, se han construido 18 bancas en forma de libros en diferentes lugares de la ciudad que «representan las obras más emblemáticas de 18 escritores turcos clásicos». Y «cada uno de los libros está abierto por alguna de sus mejores páginas» (véase: https://tinyurl.com/tu3dr97). Y uno puede sentarse en una de esas bancas y leerla.
BorrarY, por cierto, te felicito, Manuel, por tus novecientos trabajos y que sean muchos más para que puedas exhibir uno de estos días el premio de los récords de Guinness.
Un abrazo para ti también desde Perú.