lunes, 30 de marzo de 2020

ANÉCDOTAS DE ESCRITORES


Muchos países tienen a su población en cuarentena a causa de la pandemia ocasionada por el coronavirus chino, por tal razón, he decidido colaborar con esta relación de anécdotas de escritores para que tengan un momento de distracción y esparcimiento en sus hogares. Espero que sea de su agrado.

Una anécdota graciosa sobre Ciro Alegría, el autor de El mundo es ancho y ajeno, Los perros hambrientos y otras grandes historias, la cuenta Francisco Izquierdo Ríos en su libro Cinco poetas y un novelista:

Cuando el novelista residía en Las Magnolias, Lince, un sobrino mío, estudiante del Tercer Año de Primaria, que vivía allí cerca, previno a su camarada de juegos que habíase metido al césped de la casa del gran autor: «¡Cuidado! Allí vive Ciro Alegría. Te puede echar sus perros hambrientos» (1969: 95).

Esa anécdota me hizo acordar una broma que hacía uno de mis compañeros de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, cuando estudiaba literatura allí. En el primer año, había una estudiante un poco delgada, pero agraciada, que se llamaba Trilce (sí, como el poemario vanguardista de César Vallejo, autor también de Los Heraldos Negros), y un amigo decía en broma que no la molestasen porque si no iban a venir a golpearlos sus hermanos, los heraldos negros. 

Otra anécdota, sorprendente más que graciosa, sobre el periodismo cultural la cuenta Luis Fernández Zaurín en su libro De cuando Vargas Llosa noqueó a Gabo y otras 299 anécdotas literarias:

El periodista Álvaro Colomer nos cuenta una anécdota personal: «En mis inicios trabajé de negro en varias ocasiones y para varios autores. En una de ellas, el “autor” oficial del libro habría escrito una novela francamente mala y la editorial me pidió que la reescribiera del todo, cambiando todo lo que quisiera. Así escribí una novela prácticamente nueva, creé nuevos personajes, nuevas situaciones, ambientes y eliminando otros tantos. Pues bien: cuando la novela salió publicada (con notable éxito y mucho bombo mediático), el escritor oficial se dedicó a ir a teles y radios promocionando la novela. Mi sorpresa fue que el susodicho explicaba el argumento de su novela original. Es decir que ni se había leído la nueva versión. Lo más escandaloso del asunto es que ninguno de los periodistas que lo entrevistaron, absolutamente ninguno, se dio cuenta de que lo que estaba contando no coincidía apenas con el argumento real de la novela, cosa que me hizo aprender una norma fundamental en el mundillo del periodismo cultural: nadie lee absolutamente nada. Ni los periodistas culturales, ni los autores que en verdad no escriben sus novelas. Fue un gran aprendizaje y me recordó aquello que dijo Roberto Benigni: “Los críticos no se leen las novelas para que no influyan en su opinión”» (2009: 59 y 60).

José Antonio Bravo, en su Biografía de Martín Adán, cuenta esta otra anécdota sobre el autor de La Casa de Cartón:

Cierta mañana del otoño del año 63, cuando yo estaba por entrar a la Librería de don Juan Mejía Baca, él con una verdadera complicidad conmigo me dijo: «Acaba de salir el poeta, se dirige al café del japonés de Palacio». Una chinganita que todavía existe allí en la calle Judíos. Bajé hasta la Plaza de Armas casi corriendo para darle el encuentro y no lo hallé. Lo había visto muchas veces: en el Bar Zela, en la calle, en la librería, pero siempre de lejos, guardando el respecto a su privacidad y a su estilo de vida. Incluso en el mismo café Palermo, solo, en una de las mesas del fondo, pero los muchachos siempre lo respetamos mucho, justamente porque lo admirábamos. Nunca hubiera pensado que me le pudiera acercar, era tanta su sabiduría que no hubiera podido articular pregunta alguna. Sin embargo, esa mañana en la que don Juan me dijo que le diera el alcance sentí un impulso inesperado que me dio fortaleza. Lo encontré en el Café [sic] del japonés, estaba sentado en un apartado lateral mirando hacia la puerta, pero sobrecogido con la mirada fija. Tomé aliento y me le acerqué con la intención de saludarlo. No me hizo caso, siguió igual, sin pestañear; en un momento, y como visiblemente yo le quitaba la luz que entraba desde la puerta, reparó en mí, levantó la mirada, y yo aproveché para saludarlo:
—Buenos días, doctor» [sic], le dije, y él muy amablemente me hizo un gesto con la mano izquierda como dándome a entender que en ese momento no y que me retirara hacia el mostrador. Me recosté de espaldas, apoyado en los codos para poder mirarlo disimuladamente por el rabillo del ojo. Transcurrió algo más de media hora, seguía en la misma postura, hasta que en un momento dado levantó la vista y le hizo un gesto al japonés, me miró a mí y me invitó a que me sentara a su mesa. El japonés vino con una botella de cerveza (Ah, me dijo, total que el Maestro no siempre toma pisco), se sirvió en su vaso y me dijo: «Usted debe ser poeta, todos ustedes tienen la misma cara». «No», le contesté, yo [sic] escribo teatro y estoy escribiendo una novela». «Es lo mismo», me replicó y agregó: «Discúlpeme usted que no lo haya invitado a sentarse pero sucede que estaba con “Ella” y no la podía dejar». Dijo ella con un tono especial, como si se tratara de un ser supremo, yo pensé que era la Virgen, que el hombre había entrado en la temática de la poesía mística, pero no, después me dio a entender, no recuerdo exactamente cómo, que se trataba de la Poesía, Ella era la Poíesis. Entonces le dije: «Como en: “Declamato come in coda” [sic], y él, con una sonrisa de complicidad me explicó que: “Es mejor estar en poesía, que hacerla, cuando se la hace se la profana. Volver a estar en poesía es toda una travesía, cuesta mucho trabajo”. Cuando me despedí de él no dijo nada, pero al llegar a la puerta, alcancé a escuchar que me decía: “Adiós, poeta”, pero con un tono bien cachaciento (1988: 63 y 64).

Si esta entrada ha sido de tu agrado o te ha sido útil, compártela con tus seres queridos.

______________________
Nota: La foto de Martín Adán, al inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica:  https://tinyurl.com/wfw9g5h


Bibliografía

BRAVO, José Antonio. Biografía de Martín Adán. Lima: Biblioteca Nacional del Perú, 1988.
FERNÁNDEZ ZAURÍN, Luis. De cuando Vargas Llosa noqueó a Gabo y otras 299 anécdotas literarias. Barcelona: Styria de Ediciones y Publicaciones, 2009.
IZQUIERDO RÍOS, Francisco. Cinco poetas y un novelista. Lima: Librería y Distribuidora Bendezú, 1969.