sábado, 27 de marzo de 2021

VALLEJO Y EL HUMOR I

En el estudio crítico titulado «Y también el humor en la poesía de Vallejo», presentado por Jorge Díaz Herrera en el Coloquio Internacional César Vallejo su Tiempo y su Obra, llevado a cabo del 25 al 28 de agosto de 1992 en la Universidad de Lima, del Perú, y publicado luego en el tomo II del libro Vallejo, su tiempo y su obra, este relata algunas anécdotas del poeta que reflejan su sentido del humor. Cito la más destacable:

 

Otra de las anécdotas conocidas de Vallejo y, según testigos, referida por el propio Alfonso de Silva, músico peruano que compartió una gran amistad con el poeta y a quien Vallejo le dedicó una hermosa elegía tras su temprana muerte, es la siguiente: La situación económica de ambos amigos no era favorable, corrían los primeros tiempos en París. Tal dificultad era resuelta de modo singular: Alfonso tocaba el violín en un restaurante, lo cual le deparaba alguna compensación económica acorde con la benevolencia de los parroquianos. Conforme lo convenido entre ambos amigos, Vallejo solía ir por él a las horas acordadas y, por lo general, Alfonso salía brevemente a pedirle que se diera una vueltecita más, pues lo recolectado aún no resultaba suficiente. Cuando ya pesaba el bolsillo, César y Alfonso se instalaban en un decoroso restaurante y, para dar un buen anticipo a la cena, pedían entusiasmados un buen aperitivo que agotaba todo lo recaudado. Entonces, Vallejo solía quejarse con una burlona exclamación: «Qué suerte la nuestra. Tener para abrir el apetito y no para cerrarlo» (1994: 92).

Díaz Herrera señala luego que conoce otras anécdotas de Vallejo semejantes (es decir, que también mostraban el sentido del humor del poeta) que prefiere obviarlas por no tener «muy clara la identidad de los informantes» (1994: 92).

Es posible que Díaz Herrera no se haya topado con el libro Vallejo en la encrucijada del drama peruano, de Ernesto More, en donde se recopilan varias anécdotas de Vallejo más sabrosas que las que cuenta y que también demuestran su sentido del humor.

Y digo bien: «topado», porque a mí me pasó eso precisamente, me topé con una edición popular de ese libro en una solitaria librería del centro de Lima, hace varios años atrás, por lo que solo me costó dos soles. Y de no haber sido por ese hecho fortuito, tal vez no me hubiera enterado de su existencia.

Una de las anécdotas narradas allí que podría haber servido muy bien a los fines de Díaz Herrera es la que ocurre entre la escritora y periodista Ángela Ramos y el vate santiagochuquino, y que More la registra en los siguientes términos:

 

—Recuerdo que una vez, estando con él en [la librería] «La Aurora Literaria», y poco tiempo después de una crítica que apareció en uno de los diarios locales en que se emplazaba a Vallejo a explicar su propia poesía, principalmente aquella que comienza así:

 

Luna! Corona de una testa inmensa,

que te vas deshojando en sombras gualdas!

Roja corona de un Jesús que piensa

trágicamente dulce de esperanzas!

 

Y cuando yo me imaginaba encontrarlo amostazado, fastidiado o por lo menos triste, cuál no sería mi sorpresa de verlo reír con unas ganas… con tan gran despreocupación infantil… Y mayor fue mi sorpresa cuando Vallejo, al referirse al crítico, exclamó sin dejar de reír:

 

«¡Pero si es un perote!».

«¡U—n p—e—r—o—t—e!».

 

Y terminó diciendo: «El que pueda comprender que comprenda»… Y lo dijo sin malevolencia, sin ánimo de ofender a nadie, ni aún al mismo crítico que afirmaba no comprender nada de sus versos y emplazaba al autor mismo a que lo explicase. […].

—Recuerdo que otra vez, como yo le estuviera haciendo bromas para sacarlo de sus casillas, y me le quedé mirando fijamente, César me preguntó:

—¿Por qué me miras así?

—¡Estoy admirando —le repuse— tu genial fealdad!

Y él, con su risa triste, ancha, cordial y grande:

—«Hermana, qué feo no seré que tienes que inventar un adjetivo» (1988: 50 y 51).

Y ese humor de Vallejo (que llega incluso a ser irónico por momentos) del que habla Díaz Herrera se puede percibir también en su poesía, de la que cita varios versos, y de los que reproduciré solo tres:

 

«Y nos levantaremos cuando se nos dé

la gana, aunque mamá toda claror

nos despierte con cantora

y linda cólera materna.

Nosotros reiremos a hurtadillas de esto,

mordiendo el canto de las tibias colchas

de vicuña ¡y no me vayas a hacer cosas!».

(LII, de Trilce)

 

[…]

 

«la cantidad de dinero que cuesta el ser pobre».

(De «Por último, sin ese buen aroma sucesivo» - Poemas humanos).

 

[…]

 

«¿Tan pequeña es, acaso, esa persona,

que hasta sus propios pies así lo pisan?»

(De «Poema para ser leído y cantado» - Poemas humanos) (1994: 98-101).

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Nota: La foto de Vallejo, al inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica: https://tinyurl.com/9wueja4

 

 

Bibliografía

 

DÍAZ HERRERA, Jorge. «Y también el humor en la poesía de Vallejo». En:  Vallejo, su tiempo y su obra. Actas del Coloquio Internacional. Universidad de Lima, agosto 25-28 de 1992. Lima: Universidad de Lima, 1994.

MORE, Ernesto. Vallejo en la encrucijada del drama peruano. Lima: Librería y Distribuidora Bendezú, 1988.