miércoles, 30 de septiembre de 2020

LO LEGIBLE Y LO LECTURABLE

En el artículo «Lecturabilidad», de Marco Aurelio Denegri, que forma parte de su libro Sexo, amor y otros placeres de la lengua, el polígrafo peruano ofrece sendas definiciones sobre lo legible y lo lecturable, de los que derivan los términos legibilidad y lecturabilidad, respectivamente.

El primero de ellos, ampliando la acepción («Que se puede leer») ofrecida por el Diccionario de la lengua española (DLE), de la Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), tendría el siguiente sentido: 

 

Legible significa que puede leerse y esto depende de una serie de variables:

a)       tinta e impresión.

b)      tamaño, tipo y cuerpo de letra.

c)       anchura de la línea.

d)      interlineado y espaciados.

e)       tamaño de los márgenes.

f)       compresión (un exceso de compresión dificulta la legibilidad) (2018: 65).

El segundo término, que, por cierto, no aparece en el DLE, de la RAE y la Asale, tendría, por su parte, el siguiente significado: «En sentido estricto, un libro escolar es lecturable para un alumno o grupo de alumnos cuando, sin que intervenga el maestro, o como dice Fernández Huerta [en su Diccionario de pedagogía], “sin ayuda magistral”, el alumno o los alumnos pueden comprender el libro».

Denegri precisa la diferencia entre ambos términos en las siguientes líneas:

 

Hay textos que invitan a la lectura y la favorecen, porque la presentación formal es la conveniente. Son textos legibles.

Lo lecturable concierne al contenido. Si éste es interesante, diverso y novedoso, entonces el libro es lecturable, cuanto más si su autor es lector impenitente, porque la sapidez del discurso depende principalmente de la lectura. Los chinos de antes lo sabían muy bien y nos legaron por eso el proverbio siguiente: «Si estás más de tres días sin leer, entonces tus palabras resultarán insípidas».

Claro, completamente insípidas. El discurso de los hombres está generalmente plagado de insulsez, de insipidez, no tiene sustancia ni gracia, está desprovisto de interés, carece de nervio.

Un discurso sápido y consistente es nutritivo. Rosa Montero, hablando de Jorge Semprún, dice que sus palabras son nutritivas, alimenticias. Pero las palabras del resto no lo son. Entre otras cosas, porque el resto no lee (2018: 65-66).

Las definiciones ofrecidas por Denegri concuerdan con lo señalado al respecto por la Fundéu (2009):

 

En el dominio especializado de la teoría de la lectura se opone legible, que alude a lo que por las características de su presentación física puede ser leído, a lecturable, que se refiere a la facilidad de comprensión de su contenido. Pero el adjetivo lecturable y el sustantivo lecturabilidad son términos técnicos, prácticamente restringidos por ahora al ámbito de la especialidad mencionada (párr. 3).

Por su parte, Ángel Suárez Muñoz y Sergio Suárez Ramírez, en una entrada que elaboraron para el Diccionario digital de nuevas formas de lectura y escritura, definen los términos materia de este artículo de manera semejante también a como lo hace Denegri:

 

Legibilidad y lecturabilidad son dos términos relacionados con la actividad lectora, próximos en su significación, pero no sinónimos. Por legibilidad se entiende el grado de facilidad para la lectura que puede ofrecer un texto, centrado principalmente en aspectos tipográficos, visuales o espaciales. En cambio, por lecturabilidad se entiende la facilidad que presentan los textos para ser leídos y comprendidos sin que el lector se vea obligado a realizar grandes esfuerzos. En este caso, los aspectos implicados están relacionados con la estructura de las frases y oraciones, la organización sintáctica de los párrafos, la dificultad del vocabulario elegido…, esto es, aspectos relacionados con la lingüística.

Podríamos resumir la diferencia entre estos dos términos, diciendo que, mientras que la legibilidad se verá alterada o facilitada por elementos formales de los textos, la lecturabilidad dependerá de elementos relacionados con el contenido. Un texto puede haber cuidado mucho la forma y la presentación y, por lo tanto, permitir la legibilidad del mismo, pero estar redactado con un vocabulario complejo, con estructuras sintácticas y gramaticales enrevesadas, que hacen muy difícil su lecturabilidad. También, pero al contrario, un texto puede haber cuidado los aspectos lingüísticos (vocabulario, sintaxis, semántica) y, por tanto, hacer muy fácil su lecturabilidad, pero presentar borrones, tachaduras, letra minúscula, superpuesta, borrosa, que dificulte su legibilidad.

Ambos términos han surgido al hilo de la corriente analítica norteamericana desarrollada en las dos últimas décadas del siglo XX, cuando se extiende la idea de registrar los comportamientos y conductas comunicativas, y analizar las habilidades empleadas, con la finalidad de establecer patrones universales que pudieran ser enseñados a aquellos sujetos que obtengan malos resultados. Los términos tienen una enorme actualidad en una sociedad que tiende a rentabilizar el producto de cualquier actividad humana. La lectura es una de ellas y de ahí que interese analizar si un determinado comportamiento o resultado lector está condicionado por factores de legibilidad o de lecturabilidad. En definitiva, ambos conceptos van dirigidos a facilitar la lectura de las personas para lograr lo que se denomina lectura fácil (2014, párr. 1-3).

Vemos entonces que lo legible concierne a la presentación física de un texto y lo lecturable, a su contenido. Y a propósito de la legibilidad, Alejandro Muñoz Fernández ha creado una herramienta valiosa: el Analizador de legibilidad del texto (https://legible.es/), que permite pegar una oración (o un conjunto de ellas) en su caja para medir su grado de legibilidad, lecturabilidad, comprensibilidad, etc., según los criterios propuestos por algunos autores como José Fernández Huerta, Luisa Elena Gutiérrez de Polini, entre otros. Y lo sorprendente del caso es que el programa es de libre acceso.

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Nota: La imagen, al inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica: https://bit.ly/33br9Ia

 

Bibliografía

 

DENEGRI, Marco Aurelio. Sexo, amor y otros placeres de la lengua. Lima: Penguin Random House Grupo Editorial, 2018.

FUNDÉU. «Leíble / legible». Página web de la Fundéu, 2 de febrero del 2009. Consultado el 25 de septiembre del 2020 en https://bit.ly/3kNLeKv

SUÁREZ MUÑOZ, Ángel y SUÁREZ RAMÍREZ, Sergio. «Legibilidad, lecturabilidad». En Diccionario digital de nuevas formas de lectura y escritura. Ediciones Universidad de Salamanca y Red Internacional de Universidades Lectoras, 11 de febrero del 2014 (última modificación). Consultado el 25 de septiembre del 2020 en https://bit.ly/33e2Wkh