domingo, 28 de octubre de 2018

LECTORES ESPECIALIZADOS


En el libro Afilar el lapicero. Guía de redacción para profesionales, de Daniel Cassany, hay un apartado titulado «Lectores especializados», en el primer capítulo, en el que se informa de la clasificación de Thomas Pearsall (1969), que «establece cinco categorías [de lectores en el ámbito profesional], combinando dos criterios básicos: el conocimiento del tema y la profesión» (2013: 22).

Por lo útil de la información (que ayuda a tener una idea precisa de las expectativas de cada tipo de lector en este campo con relación a un texto y de la forma en que lo aborda), vamos a citar con detalle cada uno de ellos:

1.      Profano. «Lee desde fuera del campo especializado, no conoce ni la terminología o los conceptos ni los fundamentos teóricos. Tampoco domina las habilidades específicas de procesamiento. Sólo quiere hacerse una idea del escrito o entender algunos datos. Ejemplo: una estudiante de arte que lee un artículo semidivulgativo sobre los problemas bioéticos que suscita la inseminación artificial o la clonación de embriones» (2013: 23).

2.      Ejecutivo. «Es semejante al profano, pero busca más detalles. Debe tomar decisiones y, por eso, le interesan las justificaciones y la visión prospectiva de los hechos. Busca argumentos a favor y en contra, valora las consecuencias y los proyectos. Tiene poco tiempo y necesita entender bien los datos. Ejemplo: el director de una empresa farmacéutica que debe decidir si fabrica y comercializa un producto a partir de los informes químicos, médicos, comerciales y jurídicos» (2013: 23).

3.      Experto. «Conoce bien el campo porque es un científico, un ingeniero o un doctor universitario. Lee con estímulo y espíritu crítico, contrastando los datos del texto con los que ya sabe; se fija en todo. Exige el uso de la terminología, las teorías y los recursos propios del campo (estadísticas, fórmulas químicas, diagramas). Ejemplo: una especialista en trasplantes de corazón que lee el último artículo publicado por un reputado colega sobre una controvertida técnica nueva» (2013: 23).

4.      Técnico. «Tiene un nivel variable de conocimientos previos sobre la disciplina, con frecuencia superior al del ejecutivo e inferior al del experto. Tiene interés por la resolución práctica y lo aturden las abstracciones. Debe aplicar, desarrollar, trasladar a la realidad la información del documento. Ejemplo: un analista informático que lee el informe sobre las necesidades de los contables y auditores de una empresa para elaborar un programa nuevo» (2013: 23).

5.      Operario. «Combina el nivel de conocimientos del profano con la necesidad de aplicación práctica del técnico. Sólo pretende entender lo que afecta a su trabajo. Ejemplo: un empleado de una fábrica de coches, que trabaja en una cadena de montaje y que lee las instrucciones para realizar una tarea» (2013: 24).

Cassany aclara que es útil tener en cuenta esta clasificación cuando escribimos un documento en el ámbito laboral dirigido a uno de esos lectores especializados en particular, aunque «estos prototipos no son excluyentes», pues «muchos documentos se dirigen igual a lectores diferentes y ubicados en posiciones intermedias entre las figuras intermedias» (2013: 24). 

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Nota: La foto de Daniel Cassany, al inicio de esta entrada, se ha tomado de la siguiente dirección electrónica:  https://goo.gl/h7K2hS


Bibliografía

CASSANY, Daniel. Afilar el lapicero. Guía de redacción para profesionales. Barcelona, España: Editorial Anagrama, 2013.