En el libro Afilar el lapicero.
Guía de redacción para profesionales,
de Daniel Cassany, hay un apartado titulado «Lectores especializados», en
el primer capítulo, en el que se informa de la clasificación de Thomas Pearsall
(1969), que «establece cinco categorías [de lectores en el ámbito profesional],
combinando dos criterios básicos: el conocimiento del tema y la profesión»
(2013: 22).
Por lo útil de la
información (que ayuda a tener una idea precisa de las expectativas de cada
tipo de lector en este campo con relación a un texto y de la forma en que lo
aborda), vamos a citar con detalle cada uno de ellos:
1. Profano. «Lee
desde fuera del campo especializado, no conoce ni la terminología o los
conceptos ni los fundamentos teóricos. Tampoco domina las habilidades
específicas de procesamiento. Sólo quiere hacerse una idea del escrito o
entender algunos datos. Ejemplo: una estudiante de arte que lee un artículo
semidivulgativo sobre los problemas bioéticos que suscita la inseminación
artificial o la clonación de embriones» (2013: 23).
2. Ejecutivo.
«Es semejante al profano, pero busca más detalles. Debe tomar decisiones y, por
eso, le interesan las justificaciones y la visión prospectiva de los hechos. Busca
argumentos a favor y en contra, valora las consecuencias y los proyectos. Tiene
poco tiempo y necesita entender bien los datos. Ejemplo: el director de una
empresa farmacéutica que debe decidir si fabrica y comercializa un producto a
partir de los informes químicos, médicos, comerciales y jurídicos» (2013: 23).
3. Experto.
«Conoce bien el campo porque es un científico, un ingeniero o un doctor
universitario. Lee con estímulo y espíritu crítico, contrastando los datos del
texto con los que ya sabe; se fija en todo. Exige el uso de la terminología,
las teorías y los recursos propios del campo (estadísticas, fórmulas químicas,
diagramas). Ejemplo: una especialista en trasplantes de corazón que lee el
último artículo publicado por un reputado colega sobre una controvertida
técnica nueva» (2013: 23).
4. Técnico. «Tiene
un nivel variable de conocimientos previos sobre la disciplina, con frecuencia
superior al del ejecutivo e inferior al del experto. Tiene interés por la
resolución práctica y lo aturden las abstracciones. Debe aplicar, desarrollar,
trasladar a la realidad la información del documento. Ejemplo: un analista
informático que lee el informe sobre las necesidades de los contables y auditores
de una empresa para elaborar un programa nuevo» (2013: 23).
5. Operario.
«Combina el nivel de conocimientos del profano con la necesidad de aplicación
práctica del técnico. Sólo pretende entender lo que afecta a su trabajo.
Ejemplo: un empleado de una fábrica de coches, que trabaja en una cadena de
montaje y que lee las instrucciones para realizar una tarea» (2013: 24).
Cassany aclara que es útil tener en cuenta esta
clasificación cuando escribimos un documento en el ámbito laboral dirigido a
uno de esos lectores especializados en particular, aunque «estos prototipos no
son excluyentes», pues «muchos documentos se dirigen igual a lectores
diferentes y ubicados en posiciones intermedias entre las figuras intermedias»
(2013: 24).
Si esta entrada ha sido de tu agrado o te ha sido
útil, compártela con tus seres queridos.
___________________
Nota: La foto de Daniel
Cassany, al inicio de esta entrada, se ha tomado de la siguiente dirección
electrónica: https://goo.gl/h7K2hS
Bibliografía
CASSANY, Daniel.
Afilar el lapicero. Guía de redacción
para profesionales. Barcelona, España: Editorial Anagrama, 2013.