miércoles, 14 de agosto de 2019

EL NACIMIENTO DE SHERLOCK HOLMES


En el primer número de la colección de libros Grandes entrevistas de la historia, que reúne ocho de ellas correspondientes a los años 1865-1903, se recupera para la posteridad una entrevista a Sir Arthur Conan Doyle.

Por este preciado regalo, no podemos más que agradecer infinitamente a la editorial Kontenut, de Chile, además de felicitarlos por la gran idea de publicar una colección de este tipo con la mejor muestra del periodismo mundial (ahora que esa profesión ha caído en el guaripolerismo generalizado, está tan decaída en nuestro país y carece de modelos, principalmente éticos, a seguir. La devoción por la información objetiva y el dato preciso y corroborable es algo del pasado que se añora en el Perú de hoy en día).

A pesar de que la entrevista a Conan Doyle, publicada en la edición del 3 de octubre de 1894, del The New York Times (en la que no se menciona el nombre del entrevistador), solo consta de tres páginas, más una de epílogo y dos de introducción, contiene información valiosa sobre cómo nació su personaje literario más célebre. Esto es lo que registra al respecto:

Arthur Conan Doyle (1859-1930) creó al más grande detective de la historia a consecuencia del aburrimiento. El escocés se había convertido en médico en 1881 pero, un año más tarde, los pacientes no abundaban en su consultorio de Portsmouth, en el sur de Inglaterra, y esa constante se mantendría en los años sucesivos. La lentitud con la que se desarrollaba su carrera de oftalmólogo le permitió desarrollar su gusto por la creación literaria, la cual, además, le proveía de ingresos complementarios. Aunque publicó un relato corto en 1884, El relato de J. Habakuk Jephson, fue su novela de 1887, Estudio en escarlata, la que sepultó al doctor y resucitó al escritor que el mundo recuerda hoy, en especial, gracias a su protagonista, un detective irónico e inteligente llamado Sherlock Holmes (2015: 83).

Algunos rasgos de la personalidad de su personaje provenían del escritor, según lo que se cuenta en el texto aludido:

… Para el público, Doyle y Holmes eran una unidad. Por un lado, ambos hombres —el real y el ficticio— tenían aspectos en común, como sus conocimientos científicos y la pasión por resolver misterios, porque, al igual que su personaje, no era raro que a la casa Doyle llegaran cartas de personas solicitando su ayuda para desentrañar enigmas. Así es como el célebre escritor fue consultado cuando Jack el Destripador dejó a Londres con la sangre helada (el escritor dijo que era un cirujano o un carnicero), o cuando desapareció la escritora Agatha Christie. Claro que, en la resolución de este último caso, Doyle apeló a un método que Holmes hubiera repudiado: el espiritismo. Y este es uno de los aspectos que más lo separan de su personaje, porque detrás del creador del mayor genio deductivo había un fanático creyente en el ocultismo (2015: 83 y 84).

Más adelante, el periodista le pregunta al escritor sobre la influencia que en él ejerció el autor de El cuervo:

—Dígame, cuando escribió Sherlock Holmes, ¿no influyó en usted Edgar Allan Poe? —Preguntó el reportero.

Se hizo el silencio en la habitación. El silencio se podía escuchar tan nítidamente como la cuerda de un violín al soltarse, pero al doctor Doyle le gustó la pregunta y la respondió de inmediato, impulsivamente:

—¡Sí, enormemente! Su detective es el mejor detective de ficción.

—Excepto Sherlock Holmes. —Se escuchó decir a alguien.

—Sin excepciones. —Respondió el doctor Doyle con vehemencia—. Nadie puede igualar a Dupin. Poe fue quien demostró que es posible hacer de una obra policial una obra de literatura.

—Pero Dupin no fue su modelo —sugirió la joven de mirada transparente como el cristal.

—Conocí a un maestro de escuela —comentó el escritor—, que deducía hechos irrefutables a partir del razonamiento.  (2015: 86 y 87).

Al final de la entrevista, el escritor aclara el tema acerca de cuáles fueron las fuentes de inspiración del famoso detective:

Sobre el final de la entrevista, Arthur Conan Doyle hace dos referencias claras acerca de dónde surgió la inspiración para crear a su emblemático personaje. Se puede decir que Sherlock Holmes es descendiente directo de dos grandes hombres, uno real y otro ficticio. Este último no era otro que Auguste Dupin, un personaje creado por el estadounidense Edgar Allan Poe en el cuento Los crímenes de la calle Morgue (1841), que es considerado el primer relato policial de la historia. Doyle no solo no reniega de Dupin, sino que hasta se muestra como un admirador de ese personaje tan parecido a su detective. Para empezar, el francés sigue un modelo lógico basado en la observación de los detalles más ínfimos y, por si fuera poco, tiene un compañero inseparable pero que, al contrario que el doctor Watson, es anónimo.

La otra mitad de Holmes es de carne y hueso, y no es un maestro de escuela, como afirma en la entrevista, sino un profesor que Doyle conoció en la universidad mientras estudiaba medicina. Joseph Bell era su nombre y fue uno de los precursores de la ciencia forense. El propio escritor contó que su profesor era capaz de conocer detalles precisos de la vida de un paciente —su nacionalidad y profesión, por ejemplo— incluso antes de que se presentara en la consulta. El detective le caía mejor a Bell que a su propio autor, a tal punto que alardeaba sobre el hecho de haber inspirado la creación de Holmes, y hasta le enviaba cartas a su exalumno para contarle historias que tenían el potencial de transformarse en tramas (2015: 87 y 88).

Hasta aquí la información relacionada con el nacimiento de Sherlock Holmes proveniente de la entrevista recuperada del The New York Times. Pude encontrar datos adicionales al respecto en el libro La vida de sir Arthur Conan Doyle, de John Dickson Carr (un novelista de historias detectivescas), traducido al castellano por el escritor chileno José Donoso.

Dickson «trabajó junto a la familia de Conan Doyle en Inglaterra», según se informa en la solapa de la biografía, y pudo consultar, además, «el material dejado por el gran escritor, incluso su correspondencia, que tuvo un término medio de sesenta cartas por día».

El novelista cuenta que Conan Doyle pensó primero en el siguiente nombre y apellido: «Ormond Sacker», para el ayudante de Holmes, pero como no le convencía, puso la mira en «uno de sus amigos de Southsea, que también era socio conspicuo de la Sociedad Literaria y Científica de Portsmouth, […] el joven doctor […] James Watson». Así, se decidió por emplear su apellido, cambiando el nombre de James por el de John, «y lo apuntó como John H. Watson» (1951: 66 y 67).

Para el personaje principal, consideró primero el nombre «Sherrinford Holmes»; sin embargo, no le parecía perfecto, por lo que empezó a jugar con él y se le ocurrió emplear uno irlandés: «Sherlock». Del primer libro en el que aparecería Sherlock Holmes, Conan Doyle ya «había descartado» como «título de su manuscrito», tiempo atrás, el de «Una madeja enmarañada», y optó por reemplazarlo por este otro: «Un estudio en escarlata».

Y la idea de escribir una novela sobre un detective, se le ocurrió a Conan Doyle luego de leer Lecoq el Detective, La camarilla dorada, El caso Lerouge, además de un cuento, de Émile Gaboriau (1951: 64). Y como bien señala Dickson, en ese momento de gran lucidez creativa, Conan Doyle «no tenía la menor idea de que estaba creando el personaje más famoso de la lengua inglesa» (1951: 67).

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Nota: La caricatura de sir Arthur Conan Doyle, al inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica:  https://tinyurl.com/y5e5wbxm


Bibliografía

DICKSON CARR, John. La vida de sir Arthur Conan Doyle. Santiago de Chile: Empresa Editora Zig-Zag, 1951.
KONTENUT. Grandes entrevistas de la historia 1865-1903. Chile: Kontenut, 2015.