De tres circunstancias acontecidas en mi entorno en
los últimos tiempos obtuve los insumos que me permitieron escribir este
artículo:
1. Una entrada de este mismo blog
2. Lo ocurrido durante la presentación de un libro
3. Un evento académico organizado por la Feria del Libro Ricardo Palma
En esta ocasión solo voy a hablar de la primera
circunstancia, y de las otras dos hablaré en sendas entradas posteriores. En el
artículo «Del texto breve al libro», que publiqué en este blog el 24 de junio
del 2013 (ver: https://goo.gl/N3xtZC), vaticiné
que la tendencia observada en España en el 2011, en donde más de la mitad de
los españoles ya leía en soporte digital, se extendería a nuestra región, es
decir, a América Latina, y esto se está cumpliendo (ver párr. 6).
Ello se debería a la masificación progresiva de un
«patrón de consumo similar» observado en el documento La nueva revolución digital. De la Internet del consumo a la Internet
de la producción, elaborado por la Cepal, el cual es explicado en los
siguientes términos:
La
creciente demanda de aplicaciones y servicios digitales móviles, en particular
video, muestra un patrón de consumo similar entre los habitantes que tienen
acceso a estas tecnologías, tanto en los países desarrollados como en los menos
avanzados. En general, salvo en el caso de intereses locales (noticias o
comercio), los usuarios buscan las mismas aplicaciones y plataformas de
servicio, y pasan lapsos similares en línea. En América del Norte y Europa el
promedio de tiempo en línea por usuario es de 28 horas al mes, y en América
Latina, de 22 horas (2016: 20).
En ese mismo documento, se ofrecen otros datos ilustrativos
acerca de cuáles son las actividades más frecuentes en Internet por cada
segundo transcurrido; pero en vista de que me interesa fundamentalmente las que
se relacionan con la lectura, me limitaré a mencionar solo aquellas. Así,
tenemos que en un segundo, en Internet
… se
realizan más de 44.000 búsquedas en Google […], se envían más de 2 millones de
correos electrónicos, más de 300.000 mensajes por protocolo IP a través de
WhatsApp y más de 8.500 tuiteos, se efectúan más de 1.800 publicaciones en
Tumblr y 50.000 en Facebook… (2016: 20).
La información ofrecida es muy elocuente en relación a
mostrar y demostrar que, efectivamente, los servicios de Internet como
Facebook, WhatsApp, el correo electrónico, el buscador de Google, los blogs y
microblogs no solo ofrecen una oportunidad y hasta necesidad para leer textos
breves como los que encontramos en las plataformas mencionadas, sino también
para producir textos en respuesta o como reacción a lo leído o lo que se nos
envía, escribe, etc., con lo que se completaría el círculo virtuoso de la
promoción de la lectura: leer-escribir-leer.
En aquella entrada de hace más de tres años atrás, la
lectura del artículo de una poeta en una página web que ya desapareció, me dio
la idea de responder una interrogante que me suscitó esa constante cita de
Borges que hacía ella y otros escritores e incluso profesionales de otras
disciplinas, y que repetían (la idea en este caso) hasta ministros de Educación
peruanos (como veremos más adelante).
La cita es la siguiente: «Creo que la frase lectura
obligatoria es un contrasentido, la lectura no debe ser obligatoria. ¿Debemos
hablar de placer obligatorio? ¿Por qué? El placer no es obligatorio, el placer
es algo buscado. ¿Felicidad obligatoria? La felicidad también la buscamos»
(ver: https://goo.gl/aQfNiy).
Igualmente, se citan otras frases similares de Borges
o de otros escritores que van en la misma dirección de sentido, por ejemplo
esta de Daniel Pennac, que proviene de su libro Como una novela: «El verbo leer no tolera el imperativo. Es una
aversión que comparte con algunos otros verbos: “amar”… “soñar”…» (2001: 8).
Ese texto ha suscitado las siguientes interrogantes:
¿la lectura debe ser obligatoria? ¿Puede dejar de serlo en el ámbito escolar? Un
intento de respuesta a ellas se podrá encontrar en la última entrada de esta
serie.
Solo adelantaré que el riesgo de asumir la postura de
Borges, quien ve un dilema entre la lectura obligatoria y la libre,
inclinándose por la segunda como la única valedera, es que esto termine
convirtiéndose en un camino de solo dos alternativas posibles: leer o no leer
(la lectura libre le otorga un espacio precisamente al «no leer» [recuérdese el
«derecho a no leer», propuesto también por Pennac] y ese es el verdadero
peligro); y ya veremos más adelante que sí se puede salir de ese
entrampamiento.
Si
esta entrada ha sido de tu agrado o te ha sido útil, compártela con tus seres
queridos.
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Nota: La imagen, al inicio de esta entrada, se obtuvo de la siguiente dirección electrónica:
Bibliografía
CEPAL. La nueva revolución digital. De la Internet
del consumo a la Internet de la producción. Santiago: Cepal, 2016. Consultado
el 30 de noviembre del 2016 en https://goo.gl/p0cGdK
PENNAC, Daniel. Como una novela. Barcelona, España:
Editorial Anagrama, 2001. Consultado el 16 de noviembre del 2016 en https://goo.gl/9ad1ib
RED DE BIBLIOTECAS. «“La lectura no debe ser obligatoria”: Borges y cómo
ser mejores profesores de Literatura». En blog Red
de Bibliotecas. Colombia, 22 de enero del 2013. Consultado el 29 de
diciembre del 2016 en https://goo.gl/aQfNiy
ROMÁN ENCINAS,
Marco Antonio. «Del texto breve al libro». En blog El Arte de Leer. Lima, 24 de junio del
2016. Consultado el 29 de diciembre
del 2017 en https://goo.gl/N3xtZC
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