viernes, 25 de febrero de 2022

LEYENDAS DEL RIN

HUGO, Víctor

Traducido por Elisabeth Falomir Archambault

Ilustrado por Karishma Nankani Chugani

Madrid: Gadir Editorial, 2013

 

Este libro ameno y de fácil lectura del escritor romántico francés Víctor Hugo está conformado por tres leyendas: «El diablo y el monje», «El pueblo de los barberos» y «Bligger el Terrible».

Aunque ellas están dirigidas a lectores de todas las edades, como se indica en la presentación, el maquetado del libro con letras grandes e ilustraciones a color redirecciona visualmente el libro y hace pensar que se dirige solo a los más pequeños de la casa.

Sobre las leyendas, la presentación del libro ofrece la siguiente información:

 

Durante sus viajes, Víctor Hugo tenía la costumbre de tomar notas de todo lo que veía, hacer dibujos, escribir cartas sobre los lugares que recorría, y a veces inventar historias o contar otras que él oía contar en su camino. Después de sus viajes, en 1842, publicó un libro titulado El Rin, con notas y cartas que había escrito y muchas historias que había recogido en sus viajes alrededor del río.

Víctor Hugo fue también un gran conocedor de la Historia, y hablaba en su libro sobre cómo a lo largo del tiempo, el Rin ha sido frontera de imperios y de países poderosos, y en la Edad Media fue el escenario de muchas guerras y disputas. La imaginación humana ha creado leyendas y relatos fantásticos en abundancia alrededor del Rin, leyendas llenas de duendes, hadas, demonios, caballeros y encantamientos (2013: 8).

La primera leyenda, «El diablo y el monje», es la mejor de las tres. Siempre me han llamado la atención las historias que tratan sobre un pacto con el diablo y esta es una de ellas.

Los hechos ocurrieron así: en Aquisgrán se decidió construir una iglesia, el pueblo pagó una contribución y se comenzó con la construcción. Al cabo de un tiempo*, se agotó el dinero. Se pidió luego la colaboración de los peregrinos, pero se reunió muy poco.

Cuando el Consejo de Burgomaestres deliberaba sobre qué hacer para continuar con la obra, se apareció un extranjero alto y de bello aspecto llamado Urian que les ofreció el «millón en oro» que necesitaban para terminar la iglesia. Y solo les pedía una condición a cambio: que le entreguen «la primera alma» que entre a la iglesia cuando esté terminada, el día en que «las campanas y los carillones anuncien su consagración» (p. 29).

Los miembros del Consejo de Burgomaestres sospecharon que se trataba del diablo y se asustaron, pero Urian encontró la forma de tranquilizarlos. Sobre lo que ocurrió después: si los consejeros aceptaron el pacto y si entregaron el alma que habían acordado, podrán enterarse leyendo el libro.

La segunda leyenda me gusta más que la tercera y se titula «El pueblo de los barberos». Un día el diablo quería cortarle la barba a Federico Barbarroja. Estaba enojado con él por sus numerosas cruzadas.

Con la ayuda de una «Dalila local» (p. 43),  haría que un barbero de Bacharach se encargase de adormecer y afeitar a Barbarroja cuando pasase por aquel lugar. Pero un hada diminuta, a quien Barbarroja había ayudado antes, se opuso a las intenciones del diablo. Sobre lo que hizo el hada diminuta para que el diablo no se saliera con la suya, podrán enterarse leyendo el libro.

  En la tercera leyenda, «Bligger el Terrible» vive en uno de los cuatro castillos de Neckarsteinach, en «tiempos de Rodolfo de Habsburgo», y era un bandido que rondaba por todo «el valle, desde Heilbronn hasta Heidelberg» (p. 59).

Por tal razón, la asamblea convocó a Bligger, pero este se negó a presentarse. Entonces, el emperador lo expulsó y Bligger se burló de la expulsión. La «liga de las cien ciudades envió sus mejores tropas y su mejor capitán para asediar» su castillo, pero este acabó con ellos en tres batallas (p. 60).

En vista de la situación, el papa lo excomulgó a él y a sus partidarios. Sobre lo que ocurre con Bligger después de ser excomulgado él y sus partidarios (una sanción consideraba como muy grave en esos tiempos), se podrán enterar leyendo el libro.

Aunque en impresos de pocas páginas (este tiene 74) se suele prescindir de un índice, se extraña uno; y ello hubiera hecho necesaria además la numeración de las páginas, que, a su vez, hubiera aligerado el trabajo para las citas en esta reseña. No obstante ello, se trata de todos modos de un buen aperitivo para amenizar los momentos de solaz.  

Las ilustraciones son sencillas y con una fuerte y llamativa coloración, que permiten también ubicar temporalmente la obra.

 

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* Hay un posible error de traducción al respecto: en la página 19 se dice que la construcción de la iglesia se avanzó durante «seis meses», pero en la siguiente página se indica que «Al cabo de un mes, se terminó el dinero». Ese cabo de mes, si seguimos el orden del relato, podría ser el séptimo y no el primero. Además, en esos tiempos no se podía construir los muros y elevar la estructura de una iglesia en treinta días, al no contar con una tecnología como la que se tiene ahora.

Nota: La imagen del libro al inicio de esta reseña fue escaneada por Marco Antonio Román Encinas.

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