En la Primera
Parte del Discurso del método, René
Descartes refiere que ideó un método con el cual podía aumentar gradualmente
sus conocimientos y elevarse al más alto punto a que la medianía de su espíritu
y la breve duración de su vida le permitían alcanzar (1980: 20).
Y se propone
describir de qué manera ha dirigido su razón a través de ese método. Tal
intención le da oportunidad al filósofo francés para que se explaye sobre su
relación con los libros, la lectura y el estudio en tres etapas de su vida claramente
diferenciadas.
La primera etapa
está relacionada con «los libros» y es descrita en estos términos:
… estaba yo en una
de las escuelas más célebres de Europa en la que se suponía que existían
sabios, si es que los había en alguna parte de la tierra. Había aprendido todo
cuanto los otros aprendían, y no contentándome con las ciencias que me
enseñaban, había estudiado todos los libros que estuvieron a mi alcance
concernientes a lo que es tenido por más curioso y más raro […]
No dejé, sin embargo,
de estimar los ejercicios que se hacen en las escuelas. Sabía que las lenguas
que allí se aprenden son necesarias para entender los libros antiguos; que la
gallardía de las fábulas despiertan el espíritu; que las memorables acciones de
la historia lo elevan, y, leídos con discreción, ayudan a formar el juicio; que
la lectura de los buenos libros es como una conversación con los mejores
autores del pasado, incluso una conversación estudiada en que sólo nos
descubren sus mejores pensamientos […] (1980: 22).
La segunda etapa
está relacionada con «el libro del mundo» y empieza de este modo:
Por eso,
inmediatamente que la edad me permitió salir de la sujeción de mis preceptores
abandoné por completo el estudio de las letras, y decidido a no buscar otra
ciencia sino la que pudiera hallar por mí mismo, y en el gran libro del mundo,
emplee el resto de mi vida en viajar, en ver cortes y ejércitos, en tratar
gentes de diversos caracteres y condiciones, en recoger variadas experiencias y
en probarme yo mismo en los encuentros que la fortuna me deparaba, y en
reflexionar siempre sobre todas las cosas, de tal modo que me fueran de algún
provecho. Me parecía poder encontrar más verdad en los razonamientos que cada
cual hace respecto a los asuntos que le importan, y cuyo éxito ha de castigarle
pronto si él se equivoca, que en los formulados por un hombre de letras en su
gabinete, concernientes a especulaciones que no producen ningún efecto ni
acarrean otra consecuencia sino quizá envanecerle más cuanto más alejados estén
del sentido común, en razón a que habrá necesitado emplear tanto más ingenio y
artificio en tratar de hacerlas verosímiles, y yo tenía siempre un extremado
deseo de aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, para ver claro en mis
acciones y caminar seguramente en la vida (1974: 26).
Finalmente, la
tercera etapa se relaciona con estudiar en sí mismo y es descrita como sigue:
Después
de haber empleado varios años en estudiar así el libro del mundo y en tratar de
adquirir alguna experiencia, tomé un día la resolución de estudiar también en
mí mismo y emplear todas las fuerzas de mi espíritu en escoger los caminos que
debía seguir, lo que me dio mejor resultado, a mi juicio, que si no me hubiera
alejado nunca de mi país ni de mis libros (1974: 27).
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Nota: La caricatura de Descartes creada por
Vladymyr Lukash, al inicio de
esta entrada, ha sido tomada de la siguiente dirección electrónica: https://www.behance.net/gallery/Historical-personalities-01/4841775
Bibliografía
DESCARTES,
René. Discurso del método. Seguido de El método, Los principios de la
filosofía, La metafísica, La ciencia, La moral. Madrid: EDAF, Ediciones
Distribuciones, 1974.
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