Los microrrelatos ofrecen
una oportunidad extraordinaria de despertar en los más reacios el deseo de leer
y de, al mismo tiempo, estimular la imaginación. Su brevedad es el mejor
argumento para lograr lo primero, y no representa obstáculo alguno para
conseguir lo segundo, aunque para ello haya que recurrir a la pluma. Pasaré a
demostrar lo sostenido.
A riesgo de ser
desobedecido, voy a pedir que no lean el siguiente microrrelato humorístico, que
es uno de los mejores que se han escrito, y lo he tomado del artículo «La
extrema brevedad: microrrelatos de una y dos líneas», de David Lagmanovich
(véase http://bit.ly/1oBsGsC):
Preocupación
—No se preocupe. Todo saldrá bien
—dijo el Verdugo.
—Eso es lo que me preocupa
—respondió el condenado a muerte.
Orlando
Enrique Van Bredam (Argentina)
Si no pudo cumplir con
mi pedido inicial, no se aflija, lo único que ha ocurrido es que se ha
confirmado mi primera afirmación.
Pasemos a demostrar,
entonces, la segunda. Para ello, voy a recurrir al concepto de intertextualidad, tomado del Diccionario de teoría crítica y estudios
culturales, de Michael Payne:
Término propuesto por Julia
Kristeva […] para indicar la construcción de un TEXTO a partir de textos. […]
Gérard Genette [por su parte,
ayuda a delimitar el término intertextualidad,
señalando que se trata de] la presencia efectiva de un texto en otro a través
de la cita, el plagio o la alusión… (2002: 406).
La intertextualidad, además, es una
característica de la novela y el cuento posmoderno, presente también en el
microrrelato, que es la que se convertirá en el atizador de la imaginación. Esta
estrategia la emplearon varios narradores con «El dinosaurio», de Augusto
Monterroso, pero antes de verla es necesario reproducir el microrrelato en
mención, sobre todo atendiendo a quienes no lo conozcan.
El
dinosaurio
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Augusto Monterroso
Esta obra del escritor
guatemalteco ha suscitado una pequeña ola de creaciones de textos a partir de
ese texto. En el estudio de Lagmanovich, citado líneas atrás, se recogen seis
de esos microrrelatos signados por la intertextualidad. A continuación, los
vamos a transcribir y enumerar:
(1) La
culta dama
Le pregunté a la culta dama si
conocía el cuento de Augusto Monterroso titulado «El dinosaurio».
—Ah, es una delicia —me
respondió—, ya estoy leyéndolo.
José de la Colina (México)
(2) Cien
Al despertar, Augusto Monterroso
se había convertido en un dinosaurio. «Te noto mala cara», le dijo Gregorio
Samsa, que también estaba en la cocina.
José María Merino (España)
(3) Otro
dinosaurio
Cuando
el dinosaurio despertó, los dioses todavía estaban allí, inventando a la
carrera el resto del mundo.
Eduardo Berti (Argentina)
(4) El
dinosaurio
Cuando
despertó, suspiró aliviado: el dinosaurio ya no estaba allí.
Pablo Urbanyi (Argentina-Canadá)
(5) El
corrector
Cuando
enmendó, la herrata todavía estaba allí.
Jaime Muñoz Vargas (México)
(6) El
descarado
Cuando
plagió, el copyright todavía estaba allí.
Jaime Muñoz Vargas (México)
Con lo visto hasta aquí, queda demostrada mi segunda afirmación: qué mayor prueba acerca del combustible
que representa el microrrelato para la imaginación que estos seis, nacidos bajo
su inspiración. De los dos últimos (el 5 y el 6), se puede añadir incluso que
forman parte del libro Monterrosaurio,
en donde se pueden encontrar muchos más cuentos que aluden al de Monterroso, y
en donde el autor incluso anima a sus lectores a crear los suyos empleando la
fórmula: «Cuando _______, el _______ todavía estaba allí».
Y como no he visto
ningún microrrelato de un escritor peruano en diálogo intertextual con «El
dinosaurio» (tal vez lo haya, pero en todo caso no lo conozco ni lo menciona
Lagmanovich), me he animado a escribir el mío. Aquí les va.
(7) La
clase
—… ¿En verdad, nadie ha leído «El dinosaurio», de Monterroso? —preguntó el profesor a sus alumnos.
—No —contestaron estos en coro.
—Entonces, para mañana, quiero
que todos lo lean y se lo aprendan de memoria.
—¡No sea malo, pe profe…! —se
escucharon algunas voces de queja.
El único que estaba contento era
Rigoberto, quien sí lo había leído, pero no lo llegó a decir, cuando el
profesor hizo la pregunta, porque no le gustaba llamar la atención.
Marco Antonio Román Encinas (Perú)
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Nota: La imagen, al inicio de esta
entrada, se obtuvo de la siguiente dirección electrónica: http://bit.ly/1oBzDKk
Bibliografía
LAGMANOVICH,
David. «La extrema brevedad: microrrelatos de una y dos líneas». Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid, 2006.
Consultado el 9 de febrero de 2014 en http://bit.ly/1oBsGsC
LÓPEZ
GÁNDARA, Angélica. «El dinosaurio ya no estaba allí». Blog Ruta Norte Laguna. México, 23
de abril del 2008. Consultado el 08 de marzo de 2014 en http://bit.ly/1ga5dOv
NADIA,
Contreras. «Libro para leerse en todas las posiciones. Breve comentario al
libro más reciente de Jaime Muñoz Vargas». Blog Ruta Norte Laguna. México, 1
de abril del 2008. Consultado el 08 de marzo de 2014 en http://bit.ly/1n7hs3C
PAYNE, Michael (comp.).
Diccionario de teoría, crítica y estudios
culturales. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós, 2002.
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