Chimoc, el perro calato, de Andrea y Claudia Paz. 2da ed. Lima: Grupo Editorial Norma, 2010.
Clavito y sus amigos (el Cuy, el Conejo, la Gallina, el Pollito y la Cabra) fueron un día a la playa a divertirse, pero olvidaron llevar su sombrilla.
En la orilla vieron a Chimoc con un traje de superperro. Le pidieron permiso para sentarse debajo de su quitasol, este aceptó y así se hicieron amigos.
Ese fue el inicio de una serie de experiencias juntos en el que todos se divierten menos Chimoc porque en todos los casos su traje de superperro, de una u otra manera, se lo impide.
Un día, un insecto se mete dentro de su traje y como no puede librarse de él, opta por quitárselo. Al verlo desnudo, los demás animales estallan en carcajadas, lo que hace huir a Chimoc que se siente avergonzado.
Cuando sus amigos fueron a buscarlo, no lo encontraron. Chimoc se había refugiado en el malecón de la playa y se había acomodado a los pies de una tamalera. La señora lo dejó descansar allí porque sentía que le aliviaba sus dolores. Desde ese momento lo adoptó como mascota.
Al día siguiente, Chimoc buscó a sus amigos para contarles lo sucedido y despedirse, pues acompañaría a su ama a recorrer otras playas.
Como podemos ver, la historia gira en torno al traje de Chimoc, que no le da fuerza como él dice y cree que ocurre, sino que, por el contrario, le estorba y le impide llevar una vida normal.
Cuidar el traje lleva a Chimoc a forzar su naturaleza: no puede divertirse ni comer libremente como los demás animales. Solo después de dormir sobre los pies de la tamalera descubrirá que su piel sí es verdaderamente poderosa y que, por ejemplo, puede aliviar los dolores de su ama.
El mensaje que encierra esta historia reside en que en ocasiones damos más valor a las cosas superfluas (como un supertraje) que solo sirven (o creemos que sirven) para vernos bien o darnos más poder, y no valoramos lo que llevamos dentro, porque no le prestamos la debida atención o porque no dedicamos un minuto de nuestro tiempo a examinar nuestras fortalezas.
Que Chimoc aprendió la lección, se puede observar en la siguiente escena: «Clavito le quiso devolver su traje de superperro, pero Chimoc ya no lo necesitaba, había descubierto que su piel era más poderosa que el traje. Su ama con solo tocarla se había aliviado» (p.30).
Por esa razón: «Todos festejaron al nuevo Chimoc, que desde ese día sería conocido como… el perro calato» (p. 31).
Lo que quiero resaltar de esta historia, lo que más me ha gustado, es que ha nacido en el Perú y está ambientada en el Perú con naturalidad. No se siente forzado que se hable de Chimoc, que es el perro peruano sin pelos que todos conocemos y hemos visto por nuestras calles alguna vez. Tampoco se siente forzada la aparición del Cuy como otro de los personajes de la historia.
La mención del «cebiche» como el plato elegido por la Cabra para almorzar y de la «tamalera», que descansaba en un banco cerca del malecón luego de una larga jornada, también nos ayudan a ubicarnos espacialmente.
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Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.
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Nota: La foto digital que encabeza el texto fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.
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