domingo, 29 de diciembre de 2024

COLABORACIÓN PARA LA REVISTA «MICROS»

 

En octubre del 2024, salió el noveno número de Micros. Revista de Minificción de República Dominicana e Hispanoamérica, dirigida por el escritor dominicano Alexis Peña y editada por la Editorial Letra Erguida, y en ella he publicado un texto de mi autoría titulado «El origen de un nombre» (ver página 50 en el siguiente enlace: https://tinyurl.com/4fwx6xr8). 

La publicación es de libre acceso y tiene una proyección internacional muy amplia, al contar con colaboradores de gran talento que escriben minificción de diferentes países de Hispanoamérica. 

Decidí incluir el texto en mención en este espacio virtual para que los seguidores de mi blog que no se hayan enterado de la noticia puedan disfrutarlo aquí también. Este es el microrrelato aludido:


El origen de un nombre

Sobre este asunto, cuentan las crónicas que después de consumar su acto y enterarse de lo que le sobrevino a un inocente, el dubitante se fue de allí y empezó a sentirse solo, triste y desamparado. A medida que las horas pasaban, esos sentimientos se hacían cada vez más dominantes y pesados en él. Por tal razón, el dubitante empezó a desesperarse, no sabía cómo deshacerse de esas sensaciones y de la culpa que lo agobiaba. Al rato, empezó a correr por el valle como un desaforado sin un norte a dónde dirigirse, sentía que era una forma de huir de todo, en especial de las reconvenciones de su conciencia. De pronto, resbaló con un tronco cortado de un árbol y cayó al suelo con estrépito. Molesto consigo mismo por no poder encontrar paz en su espíritu, empezó a morderse la piel de los brazos y a desgarrársela. Como vio que eso solo le causaba un dolor corporal que se añadía al dolor de su alma, no encontró mejor remedio a sus males que colgarse en un ciclamor que había por allí cerca. Desde entonces aquel es conocido como el árbol de Judas.

 


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Nota: La foto, al inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica:  https://tinyurl.com/4fwx6xr8 


Referencias bibliográficas


ROMÁN ENCINAS, Marco Antonio. «El origen de un nombre». En Micros. Revista de Minificción de República Dominicana e Hispanoamérica. N° 9, octubre del 2024, p. 50. Consultado el 27 de diciembre del 2024 en https://tinyurl.com/4fwx6xr8


domingo, 15 de diciembre de 2024

CUARTA COLABORACIÓN PARA LA REVISTA «SUPLEMESIAN»

En noviembre del 2024, salió el séptimo número de la revista literaria virtual Suplemesian, dirigida por el escritor colombiano Ricardo Arenas C., y en ella he publicado un texto de mi autoría titulado «El lamento de la feligresa» (ver páginas 13 al 16 en el siguiente enlace: https://tinyurl.com/4dbzy7pf).  

El diseño de la revista está bien trabajado y cuenta con un fondo musical que la distingue del resto. A ello hay que añadir, como siempre lo remarco, que la publicación es de libre acceso y tiene una proyección internacional muy amplia, al contar con colaboradores de gran talento de diferentes países de Europa e Hispanoamérica. 

Decidí incluir el texto en mención en este espacio virtual para que los seguidores de mi blog que no se hayan enterado de la noticia puedan disfrutarlo aquí también. Este es el microrrelato aludido:



El lamento de la feligresa


El cura Sebastián invitó a Teresa y Paulina, sus dos hermanas, a visitarlo a la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Kuntur Llacta, en los Andes del Perú. Y ellas decidieron quedarse en aquel lugar durante sus vacaciones de verano. Era grato para ellas, que querían mucho a su hermano y se sentían bendecidas con su vocación, ayudar en el registro de la secretaría de la Iglesia y poner en orden los documentos. También estaban encargadas de cerrar el templo sagrado en la tarde, luego de terminados los servicios religiosos. 

A veces, las hermanas se ponían a charlar entre ellas mientras hacían sus deberes, e incluían ocasionalmente en sus conversaciones a Elba, la encargada de la limpieza, quien luego de barrer y trapear el local, al caer la tarde, se despedía de todos y se iba a su casa. Cierta vez, Elba les contó que tenía un novio agnóstico muy celoso de un pueblo vecino que pertenecía al Rotary Club y que los fines de mes venía a visitarla. Ella lo había aceptado con reparos por su religión y temía que no le fuera bien en el amor por esa razón. 

Un día mientras Teresa y Paulina revisaban las naves de la iglesia antes de cerrar para ver si encontraban a algún menesteroso o alguna persona sin casa en algún rincón, la primera de ellas se topó con Teodoro, un vecino de la zona, arrodillado en una de las bancas, agachado y rezando muy concentrado. Teresa le hizo señas a Paulina y entre ambas se acercaron juntas para invitarlo a salir porque ya iban a cerrar las puertas del redil santo. Teodoro despertó de su ensimismamiento, se disculpó con las hermanas y se marchó despidiéndose cordialmente de ellas. Al salir, hincó una rodilla en la puerta mirando hacia el altar, se persignó y luego se fue de allí. 

Cuando ya no hubo nadie dentro, las hermanas apagaron las velas encendidas y cerraron los portones de madera enormes, luego pusieron la tranca y le echaron llave. Enseguida fueron a la sacristía para salir por la puerta que allí había e ir a la casa parroquial en donde descansarían de su jornada. Pero fue en ese momento que escucharon un fuerte llanto de mujer desconsolada, un llanto muy triste y lastimero. Se asustaron porque pensaron que algo malo le pasaba a aquella feligresa. 

Regresaron a prender un par de velas y revisar banca por banca cada rincón de la iglesia hasta llegar a la puerta de nuevo y no encontraron a nadie. Se separaron para retornar por las naves laterales y ver si encontraban a alguien entre los confesionarios y la pila del agua bendita, pero fue en vano. Cuando estaban llegando al altar de nuevo, escucharon otra vez el sollozo inconsolable de la mujer, pero esta vez con más fuerza. Ambas se miraron asustadas, se dieron cuenta que el ruido venía del fondo donde ya habían revisado, se percataron que algo extraño estaba ocurriendo, y salieron corriendo por la puerta de la sacristía. Fueron al cuarto del padre Sebastián a contarle lo que estaba pasando y este les dijo:

—¿De qué están hablando? ¿Se han confundido o qué les pasó?

En eso, suena el teléfono y el padre Sebastián les dice que se esperen un momento y que le dejen contestar la llamada:

—Aló.

—…

—¡Oh, Dios mío! 

—… 

—¡Jesús, María y José!

—…

—Lo lamento mucho. Voy para allá —respondió compungido el padre Sebastián y colgó. 

Sorprendidas por la que acababan de escuchar, las hermanas preguntaron al unísono:

—¿Qué pasó?

El padre muy apenado les contestó:

—Ocurrió una tragedia: Elba está agonizando en el hospital, la atropellaron a unas cinco cuadras de la iglesia, mientras cruzaba la pista nueva.

—¡Qué horror! —dijo Teresa angustiada.

—¡No puede ser! —musitó Paulina.

—Me pidieron que vaya a darle la extremaunción, está inconsciente y agonizando. Ustedes quédense aquí, no es conveniente que me acompañen en el estado en que se encuentran.

Cuando el padre se marchó y cerró la puerta, las hermanas recordaron el lamento de la feligresa y otra vez sintieron que algo extraño estaba ocurriendo, se persignaron y se pusieron a rezar el rosario. 





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Nota: La foto, al inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica:  https://tinyurl.com/yj8yarup 



Referencias bibliográficas


ROMÁN ENCINAS, Marco Antonio. «El lamento de la feligresa». En Suplemesian. N° VII, noviembre del 2024, pp. 13 al 16. Consultado el 10 de diciembre del 2024 en https://tinyurl.com/4dbzy7pf