Colchado Lucio, Óscar
Lima: Ediciones SM, 2019
Este libro está compuesto de veintiún narraciones sobre seres que pueblan el imaginario andino. Cada narración sobre cada uno de esos seres andinos va precedida de una explicación sobre dicho ser en un texto breve.
Es una pena que la editorial a cargo de la publicación se haya olvidado de colocar un índice al libro, detalle menor, sin duda, pero que saben agradecer los lectores compulsivos, bibliófilos, bibliófagos, etc.
En las «Palabras previas», del libro, el autor señala algo sorprendente. Dice que llama «maravillosos» a los seres de este libro «por ser parte de una cultura cuya cosmovisión está ligada a lo sobrenatural» (p. 7). Y más adelante agrega: «Yo también puedo testimoniar, queridos amiguitos, que son reales y no meros personajes de cuentos, ¿saben por qué? Porque yo también vi en mi infancia a algunos de ellos» (p. 8). Y vale la pena reproducir las palabras que siguen:
Así, por ejemplo, cuando yo tenía ocho años un duende quiso llevarme, según pude colegir, a vivir en el interior de una laguna, donde decían que tenía su palacio, o acaso quiso convertirme en otro duende. El hecho ocurrió un día de mucho calor, cuando cansado de esperar a mis amigos para bañarnos en una laguna, yo me lancé a las aguas. Y ni bien empecé a nadar sentí que unas manecitas muy suaves me agarraban por los pies e intentaban sumergirme. Pensé al comienzo que se trataba de uno de mis amigos, pero, después, cuando sentí que me estaba yendo al fondo de la laguna empecé a sacudirme, a patear desesperadamente, hasta que las manecitas me soltaron. Ya casi a punto de asfixiarme, salí a la superficie y pude nadar hasta la orilla. No había nadie en ese momento. Las aguas estaban tranquilas. Solo después el guardián de las chacras aledañas me dijo que en esa laguna habitaban duendes y que en las noches de luna él los veía saltar y corretear por las orillas.
Otra vez, vi un alma en pena. Yo dormía profundamente en la habitación de un familiar a quien había ido a visitar a su casa, cuando algo me despertó repentinamente. Era el sonido de la puerta del dormitorio que se abrió sigilosamente. La luz de la luna entró a borbotones al abrirse la hoja de madera. Entonces vi que un fantasma ingresaba de rodillas y se dirigía hacia la imagen de una Virgen que había al centro del cuarto. Llegando allí, se puso a rezar unos instantes que a mí me parecieron siglos. Su voz era gangosa. Cuando salió, los perros lanzaron aullidos agónicos como cuando veían almas (pp. 8 y 9).
Un detalle a tener en cuenta en la historia del duende es que el autor no vio al duende, solo sintió sus manos que lo jalaban debajo del agua. En cambio, sí llegó a ver al alma en pena que le reza a la Virgen, y también llegó a escuchar los «aullidos agónicos» de los perros que ven almas.
Es importante hacer un listado de los seres andinos incluidos en el libro porque aunque no son todos los que existen, están la mayoría (el índice nos hubiera ahorrado esta tarea). Aprovecharé la ocasión para definir brevemente a cada ser, según la perspectiva ofrecida por Colchado:
1) La achiké: bruja del Ande que se alimenta de niños (p. 11).
2) El amaru: serpiente alada con escamas de colores, cabeza de llama, cola de pez y alas pequeñas (p. 15).
3) El aya uma: «su nombre deriva del quechua: aya (muerto) y uma (cabeza)»; son cabezas voladoras que se desprenden en las noches de los cuerpos de los compadres o primos hermanos que conviven (p. 19).
4) El carbunclo: «especie de perro, zorro o puma» con «un pedacito de sol en la frente» y «los ojos de fuego» (p. 25).
5) El condenado: «son almas que penan por haber cometido pecados graves. Vagan por el mundo en busca de su salvación» (p. 29).
6) La cuda: mujer atractiva y diabólica, «con patas de gallina» que «se aparece a los hombres para matarlos y llevarse su alma a convivir con ella» (p. 33).
7) El ekeko: especie de «diocesillo del altiplano» al que si le ofrecen un buen cigarro, premia con «bienestar, salud y hasta riquezas» (p. 37).
8) El gato tinyero: gatos que bajan por las laderas de los cerros dentro de un tambor, y pueden saltar de un momento a otro, meterse en tu barriga y causarte la muerte (p. 41).
9) Los gentiles: son viejitos, «flacos, de cabeza grande sin pelos y tienen ojos hundidos», además viven en las cuevas (p. 45).
10) El hombre de lata: a pesar de ser de lata, se alimenta de carne humana en las noches oscuras y silenciosas (p. 49).
11) El ichic ollco: «duende travieso y juguetón. Es regordete de piel rosada y larga cabellera rubia. Ichic en idioma quechua significa “chiquito” y ollco “hombre”» (p. 53).
12) La jarjacha: personas incestuosas que tienen «relaciones pecaminosas entre hermanos, padres con sus hijos o abuelos con sus nietos» (p. 57).
13) El muki: «es pequeño, algo grueso, blanco, rubio, de orejas largas y puntiagudas. Viste casco, botas de agua y ropa de minero. A veces, lleva en la mano una linternita para alumbrarse» (p. 61).
14) El ollkaiwas: «tiene la cabeza de perro y alargado cuerpo de hombre». «A los pueblos que han caído en el pecado y quiere darles escarmiento, los arrasa con lluvias intensas, huaycos y desbordamiento de los ríos» (p. 65).
15) Los pichanas: son los que «sufren castigo por haber faltado a sus padres levantándoles la mano». Son «esqueléticos», «su castigo consiste en que llevan la peste, las enfermedades, las sequías por los lugares por donde vayan. Por eso la gente los aborrecen» (p. 69).
16) El pishtaco: degollador andino que mata a las personas para quitarles su grasa y venderla al extranjero (p. 73).
17) El runa mula: significa en quechua «persona mula». «Dicen que cuando una mujer convive con un cura, su espíritu sale en las noches convertida en una mula que bota candela por la boca y es espoleada por el cura que es el mismo demonio» (p. 77).
18) El simuri (hombre-puma): hombre que en las noches de luna se va a los corrales, se convierte en puma y devora las ovejas y cabras principalmente (p. 83).
19) El supay: es el demonio que se viste «como un jinete elegante montado en un gran caballo blanco con aperos de plata». Vive «en el supayhuasi o infierno indio» (p. 89).
20) La wayra warmi: «joven buenamoza, blanca de cabellos rubios» que querrá encantarte para llevarte al fondo de la laguna (p. 93).
21) El wamani: vive en le interior de los cerros o montañas. En su forma humana, es hermoso, pero también puede aparecer en forma de un cóndor o un halcón. Hace aumentar el ganado y crecer bonito las sementeras cuando le hacen ofrendas (p. 99).
La lista nos permite corroborar que el autor no incluyó a Juan Oso o el maqta peludo ni al Niño Manuelito, a pesar de que el autor los conoce muy bien porque sí los incluyó en su famoso libro «Cholito en los Andes mágicos», un clásico de la literatura infantil peruana.
Las ilustraciones, a cargo de Crhistian Vargas, son un buen acompañamiento al libro, y la que más me impresionó es la de la cara de la Achiké cubierta de verrugas y con unos ojos atemorizantes que miran al lector sin perderlo de vista y advirtiéndole o amenazándole de algo con ese dedo meñique huesudo y largo que es muy elocuente al respecto (ver imagen que sigue).
El libro es muy interesante, se lee rápidamente y dispone de referencias bibliográficas para quien desee informarse más al respecto. Es un verdadero aporte a la cultura peruana porque no abundan los libros de ese tipo en nuestro país.
Aportes como este permiten, además, corroborar la existencia de una rica veta de seres que pueblan el imaginario andino, junto con un fértil venero de historias, mitos y leyendas que se pueden encontrar en cada rincón de nuestro bello país.
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Nota: La foto del libro al inicio de esta reseña fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.
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