miércoles, 30 de abril de 2025
miércoles, 12 de marzo de 2025
CINCO VERSIONES DE UN INCIDENTE ENTRE GEORGETTE VALLEJO Y GERARDO DIEGO II
En esta segunda parte de este artículo, veremos las restantes versiones que quedaron pendientes de mencionar y citar. La tercera versión aparece en el libro de memorias El pez en el agua, de Mario Vargas Llosa, en donde se señala lo siguiente al respecto:
…André Coyné tradujo «El desafío» al francés, pero fue Georgette Vallejo la que revisó y pulió la traducción, trabajando conmigo. Yo conocía a la viuda de César Vallejo porque iba con frecuencia a visitar a Porras, pero sólo en esos días, ayudándola en la traducción, en su departamento de la calle Dos de Mayo, nos hicimos amigos. Podía ser una persona fascinante, cuando contaba anécdotas de escritores famosos que había conocido, aunque ellas estaban siempre lastradas de una pasión recóndita. Todos los estudiosos vallejianos solían convertirse en sus enemigos mortales. Los detestaba, como si por acercarse a Vallejo le quitaran algo. Era menuda y filiforme como un faquir y de carácter temible. En una célebre conferencia en San Marcos, en la que el delicado poeta Gerardo Diego contó bromeando que Vallejo se había muerto debiéndole unas pesetas, la sombra de la ilustre viuda se irguió en el auditorio y volaron monedas sobre el público, en dirección al conferencista, a la vez que atronaba el aire la exclamación: «¡Vallejo siempre pagaba sus deudas, miserable!» (1993: 233 y 234).
La cuarta versión está registrada en el artículo «En el nombre de Vallejo», de Enrique Sánchez Hernani, publicado en Letras.s5, página chilena dirigida por Luis Martínez S. Sánchez Hernani, citando el libro Georgette Vallejo al fin de la batalla, de Miguel Pachas Almeyda, refiere lo siguiente:
En 1964 cobra su segunda víctima. El poeta Gerardo Diego llega a Lima y lee unas cartas del vate peruano donde este confiesa que le debe un dinero. Georgette, en primera fila del auditorio, en la Universidad de San Marcos, le lanza un grito feroz y se retira llorando, gesto que algunos aplauden y otros pifian. La Cámara de Diputados debatió, a raíz del hecho, una moción para expulsar a Diego ante el agravio a Vallejo, que no prosperó (2008, párr. 4, véase: https://tinyurl.com/3emfu3fz).
La quinta versión la ofrece el crítico literario peruano Julio Ortega en la conferencia titulada «César Vallejo en tiempos de penuria», que forma parte del Programa de Literatura Peruana organizada por la Biblioteca Nacional del Perú, y que fue colgada en su canal de YouTube el 30 de julio del 2020. Cito:
Estuvo un poeta español, muy mayor, que pasó por Lima, y dio [sic] una lectura, una charla en San Marcos. Y este hombre había escrito o contado que le había prestado dinero a Vallejo. Vallejo se prestaba dinero, pero era una costumbre de la época. El que tenía algo prestaba al otro, etc. Y este poeta, el español, contó que le había prestado dinero a Vallejo, y Georgette estaba allí. Y ella metió su mano en su cartera y agarró un puñado de monedas y se las tiró al pobre poeta. Fue una humillación brutal. O sea que era extraordinariamente radical, violenta en su defensa de la imagen del poeta. Y además no tiene nada de malo, en esa época todo el mundo se prestaba dinero porque a todo el mundo le faltaba dinero. El único modo era prestarse. Y este poeta tenía dinero y le prestó. Y cometió, digamos, el error de tacto de contarlo, pero la sanción que recibió fue brutal (véase a partir del minuto 23:35: https://tinyurl.com/2p6zudup).
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Nota: La foto, al inicio de esta entrada, fue tomado de la siguiente dirección electrónica: https://tinyurl.com/3t8cvfbw
Bibliografía
CASTAÑON, JOSÉ MANUEL. «Las viudas abusadoras». En Los Cuadernos del Norte. Revista Cultural de la Caja de Ahorros de Asturias, Año VII, N° 938, de octubre de 1986. Consultado el 28 de febrero del 2025 en https://tinyurl.com/57zw4r6e
ORTEGA, JULIO. «César Vallejo en tiempos de penuria». En canal de YouTube de la Biblioteca Nacional del Perú, 30 de Julio del 2020. Consultado el 28 de febrero del 2025 en https://tinyurl.com/2p6zudup
SÁNCHEZ HERNANI, ENRIQUE. «En el nombre de Vallejo». En página web Letras.s5, 27 de febrero del 2025. Consultado el 28 de febrero del 2025 en https://tinyurl.com/3emfu3fz
VALLEJO, GEORGETTE. Vallejo: ¡Allá ellos, allá ellos, allá ellos! Lima: Editorial Zalvac, 2012.
VARGAS LLOSA, MARIO. El pez en el agua. Memorias. Barcelona: Editorial Seix Barral, 1993.
viernes, 28 de febrero de 2025
CINCO VERSIONES DE UN INCIDENTE ENTRE GEORGETTE VALLEJO Y GERARDO DIEGO I
Sobre el incidente que hubo entre la viuda de César Vallejo, Georgette, y el poeta español Gerardo Diego, he encontrado cinco versiones directas o indirectas contadas por cinco escritores que difieren en sus detalles, entre ellas se encuentra la versión de la viuda protagonista del incidente en mención.
En esta ocasión, me eximiré de comentar las versiones halladas (que podrían no ser todas seguramente) y me limitaré a dejar un registro de ellas para que el lector saque sus propias conclusiones. Esta forma de proceder, además, permitirá que este artículo, que se divide en dos partes, no se extienda demasiado.
Ordenaré las versiones mencionadas en orden cronológico ascendente por lo que corresponde citar primero a la protagonista del incidente: Georgette de Vallejo, quien relata lo siguiente en su libro Vallejo: ¡Allá ellos, allá ellos, allá ellos! (solo cuento con la versión digital de la primera reimpresión del libro hecha por la Universidad Alas Peruanas en el 2012, pero la primera edición impresa se publicó por la Editorial Zalvac en el año 1978):
Un día surgirá Gerardo Diego. Ha cruzado un océano para venir a leer en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos del Perú, unas cartas en las que Vallejo le pide dos veces un préstamo. La compañera de Vallejo, quien ha presentido al personaje, se ha colocado muy cerca del conferencista. Se levanta y avanzando hacia él le dice: «Aquí tiene usted su dinero». G. Diego rehúsa el sobre —él ha venido a dañar— y prosigue su lectura: «...Juan Larrea le dio a Vallejo para que lo copiara a máquina un manuscrito suyo, libro que tuvo mucha influencia sobre la obra de Vallejo”. Al proferir tal disparate, hasta su propia voz se ha hecho imperceptible como si, encogiéndose, el órgano vocal se hubiese estremecido de estupor y de vergüenza ante tal veneno. Dos veces rechazará G. D. el reembolso de la deuda de Vallejo: no ha venido sólo a dañar. Obedece además a un segundo cálculo. Va a entregar las cartas de Vallejo a su viejo amigo y cómplice Juan Larrea, quien las juntará con las suyas, constituyendo los archivos del Aula llamada Vallejo. En el momento en que Vallejo pide dichos préstamos, la editorial Ulises a quien las tres ediciones seguidas de RUSIA EN 1931 han salvado de la quiebra, no le ha pagado sus derechos de autor. ‘Ulises’ (así llamaremos al editor) aunque perfectamente enterado de la apremiante precariedad material en la que se debate el autor de RUSIA EN 1931, no los pagará… (2012: 66).
La segunda versión se encuentra en el artículo «Las viudas abusadoras», de José Manuel Castañón, publicado en Los Cuadernos del Norte. Revista Cultural de la Caja de Ahorros de Asturias, Año VII, N° 938, de octubre de 1986, del que cito el fragmento pertinente:
… quiero anticipar que Gerardo Diego, hoy ya casi nonagenario y tan ausente a la diatriba de la agencia internacional AFP de Lima, que en momentos de angustia económica para César Vallejo, le prestó mil pesetas, lo que entonces no eran unas monedas, sino tres sueldos mensuales como profesor o mil soles en el Perú. El poeta Gerardo Diego que sólo contaba con su sueldo de profesor de literatura para vivir, se las prestó a Vallejo, porque le admiraba y sabía que necesitaba ese dinero para desplazar desde Madrid a París a Georgette. César le escribía lamentando no poder devolverle esa cantidad de mil pesetas e incluso le pedía otra cantidad más pequeña, que sí le devolvió. Esas cartas de Vallejo, hoy en su «Epistolario General», son las que leyó el poeta español en Lima, en algunos fragmentos, y no para ofender la memoria del poeta, sino para mostrar lo mucho que le admiraba desde que le dedicó para la segunda edición de «Trilce», el poema «Valle Vallejo».
[…] Georgette debía saber muy bien que esa cantidad que Gerardo prestó a su esposo, era para atender a sus gastos y, por tanto, más que armarle un escándalo tirando monedas de una cesta a la cara del poeta español, si tanto le torturaba la deuda que jamás soñó Gerardo reclamar aun siendo pobre, la viuda abusadora tenía que dejar de serlo y saludar con afecto al poeta español, quien había venido a dar conferencias a la América para ver si ganaba —así me lo confesó en una carta con ternura—, unos dinerillos para poder obsequiar un piano a una de sus hijas que se le casaba por entonces. Los poetas por grandes que sean no ganan como los cantantes, y Gerardo Diego aun dando recitales al piano, lo mismo. Dudo que haya podido comprar un piano a su hija (1986: 79) (véase: https://tinyurl.com/57zw4r6e).
En la segunda parte de este artículo, veremos las otras tres versiones del incidente ocurrido entre Georgette Vallejo y Gerardo Diego.
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Nota: La foto, al inicio de esta entrada, fue tomado de la siguiente dirección electrónica: https://tinyurl.com/26nm9mmy
Bibliografía
CASTAÑON, JOSÉ MANUEL. «Las viudas abusadoras». En Los Cuadernos del Norte. Revista Cultural de la Caja de Ahorros de Asturias, Año VII, N° 938, de octubre de 1986. Consultado el 28 de febrero del 2025 en https://tinyurl.com/57zw4r6e
ORTEGA, JULIO. «César Vallejo en tiempos de penuria». En canal de YouTube de la Biblioteca Nacional del Perú, 30 de Julio del 2020. Consultado el 28 de febrero del 2025 en https://tinyurl.com/2p6zudup
SÁNCHEZ HERNANI, ENRIQUE. «En el nombre de Vallejo». En página web Letras.s5, 27 de febrero del 2025. Consultado el 28 de febrero del 2025 en https://tinyurl.com/3emfu3fz
VALLEJO, GEORGETTE. Vallejo: ¡Allá ellos, allá ellos, allá ellos! Lima: Editorial Zalvac, 2012.
VARGAS LLOSA, MARIO. El pez en el agua. Memorias. Barcelona: Editorial Seix Barral, 1993.
viernes, 31 de enero de 2025
LAS BRUJAS DE CACHICHE Y LA MALDICIÓN DE LA PALMERA DE SIETE CABEZAS
Paz Vergara, Pamela Cueto
Lima: Editorial Septiembre, 2013
Este libro recoge una historia impresionante que una Mary Shelley peruana hubiera podido convertir en un clásico del terror seguramente. La sola imagen de una palmera de siete cabezas ya es de por sí impactante y solo comparable con lo que se ve en la mitología griega.
Considero que la narradora ha construido un texto entretenido, a pesar de todo, y que provoca terminar de leer una vez iniciada la lectura. Es la historia de tres amigos (Anita, Vincho y el Gordo) que juegan a las carreras con sus respectivas bicicletas y un día deciden que el reto sería llegar a Cachiche, lugar prohibido por sus padres porque suceden cosas raras en esa zona (las brujas invocan al diablo en las noches de luna llena y las almas de los muertos vagan por sus calles).
Se menciona el monumento que mandó construir Fernando León de Vivero a la muerte de la bruja buena Julia Nazaria Hernández Pecho viuda de Díaz, por haberlo curado de su tartamudez y haber pronosticado que sería presidente de la Cámara de Diputados cuando este tenía 15 años, lo cual se cumplió. Y aunque no se menciona en el libro, en la vida real el partido por el que postuló Fernando fue el Apra.
Cuando la imagen de la bruja en el huarango cobró vida, les reprochó a los adolescentes por estar allí y les hizo un hechizo para que nadie más los viera, salvo el mismo Lucifer. También les dijo que dependerá de ellos sobrevivir a la noche de la cacería, la cual se refería al día en que las brujas pidieron ayuda al demonio para ver el futuro a cambio de la sangre de una de ellas. La bruja elegida como ofrenda huyó y por eso se desató la cacería.
La bruja les contó esta historia pormenorizadamente y a medida que la contaba los adolescentes la veían realizarse. Estos, al sentirse en un momento en peligro, decidieron huir, pero Anita se había quedado fisgando el aquelarre y regresaron sus amigos por ella. La curiosidad de Anita los hizo retrasar su fuga. Se percataron que la bruja a sacrificar no quiso ser sacrificada y empezó a huir. Y luego imploró la bruja la ayuda de los hechiceros quienes se percataron que si se cumplía con ese sacrificio, el diablo probablemente cumpliría su palabra y eso no les convenía por lo que decidieron ayudarla. Pronto, todo Cachiche se convirtió en un campo de batalla. Había bolas de fuego que iluminaban el cielo, y los hechiceros alargaban sus cuerpos hasta los diez metros. Estos además tenían bajo su dominio un gigantesco pulpo de tentáculos monstruosos que amenazaba con triturar a quien se le cruzara por delante.
Las brujas se sentían muy debilitadas y vencidas cuando invocaron la ayuda del diablo. El pulpo atrapó a la bruja, el diablo la ayudó cortando el tentáculo que lo sujetaba con una lengua de fuego. Debilitado, el pulpo se fue solidificando, endureciendo y se convirtió en una especie de palmera de siete cabezas, con una seccionada y que quedó oculta en la tierra. La lucha continuó. Las brujas, pese a las vidas perdidas, no lograron lo que se propusieron por lo que dejaron aquella palmera de siete cabezas como recordatorio para los próximos tratos con el demonio.
Como último encantamiento, los hechiceros se transformaron en raíces de huarango para renacer como árboles mágicos. Para asegurar las brujas el regreso de las que habían muerto en batalla, las sobrevivientes lanzaron una maldición: el día en que la séptima palmera reverdezca, Ica se hundirá en las aguas y la lucha entre brujas y hechiceros volverá a comenzar.
Vincho tuvo un sueño sobre brujas y hechiceros, el mismo que tuvo Anita y el gordo, es decir, no soñaron realmente, sino lo vivieron. Cuando regresaron al pueblo, a ver la imagen de la bruja, Anita pensó que la V de la Victoria que hacía era absurda porque no habían conseguido lo que deseaban.
Cito unos párrafos de la escena que propiciará más tarde la pelea entre los hechiceros y las brujas:
El ir y venir inquieto de las brujas maleras —aquellas a las que la gente buscaba cuando quería hacer daño a otra persona— aumentaba en los muchachos el miedo, el que se convirtió en terror cuando descubrieron a Anita junto al caldero. En sus cabezas volvía a resonar la advertencia de Julia Nazaria: "Nadie podrá verlos, a menos que sea el mismísimo diablo", y era a él al que las brujas planeaban invocar.
Corrieron sin hacer ruido, decididos a recoger a la curiosa y salir del pueblo antes de que apareciera el Maligno. Estaban cerca de lograrlo cuando uno de los troncos que ardía en la fogata reventó haciendo saltar chispas y avivando las llamas aún más. En ese momento, un lúgubre aullido retumbó en las cuatro esquinas de la plaza y una voz tétrica, que parecía salir de entre las flamas, anunció:
—Tendrán lo que buscan, y a cambio me darán la vida de la más joven entre ustedes (2013: 24 y 25).
El libro forma parte de la colección Leyendas Tenebrosas del Perú que publicó QG Editores y el Grupo La República y cuenta con ilustraciones en blanco y negro acordes a la temática del texto; pero me he percatado que como es un libro con rasgos visibles de estar dirigidos a los jóvenes, algunos de estos no los compran o no los intercambian en un trueque de libros por esa razón (no sabría precisar en qué proporción de esa población ocurre eso porque no hay encuestas al respecto, pero sí sé que ocurre), a pesar de ser un título recomendable de leer.
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Nota: La foto del libro al inicio de esta reseña fue tomada por Marco Antonio Román Encinas.
Bibliografía
PAZ VERGARA, PAMELA CUETO. Las brujas de Cachiche y la maldición de la palmera de siete cabezas. Lima: Editorial Septiembre, 2013.
domingo, 29 de diciembre de 2024
COLABORACIÓN PARA LA REVISTA «MICROS»
En octubre del 2024, salió el noveno número de Micros. Revista de Minificción de República Dominicana e Hispanoamérica, dirigida por el escritor dominicano Alexis Peña y editada por la Editorial Letra Erguida, y en ella he publicado un texto de mi autoría titulado «El origen de un nombre» (ver página 50 en el siguiente enlace: https://tinyurl.com/4fwx6xr8).
La publicación es de libre acceso y tiene una proyección internacional muy amplia, al contar con colaboradores de gran talento que escriben minificción de diferentes países de Hispanoamérica.
Decidí incluir el texto en mención en este espacio virtual para que los seguidores de mi blog que no se hayan enterado de la noticia puedan disfrutarlo aquí también. Este es el microrrelato aludido:
El origen de un nombre
Sobre este asunto, cuentan las crónicas que después de consumar su acto y enterarse de lo que le sobrevino a un inocente, el dubitante se fue de allí y empezó a sentirse solo, triste y desamparado. A medida que las horas pasaban, esos sentimientos se hacían cada vez más dominantes y pesados en él. Por tal razón, el dubitante empezó a desesperarse, no sabía cómo deshacerse de esas sensaciones y de la culpa que lo agobiaba. Al rato, empezó a correr por el valle como un desaforado sin un norte a dónde dirigirse, sentía que era una forma de huir de todo, en especial de las reconvenciones de su conciencia. De pronto, resbaló con un tronco cortado de un árbol y cayó al suelo con estrépito. Molesto consigo mismo por no poder encontrar paz en su espíritu, empezó a morderse la piel de los brazos y a desgarrársela. Como vio que eso solo le causaba un dolor corporal que se añadía al dolor de su alma, no encontró mejor remedio a sus males que colgarse en un ciclamor que había por allí cerca. Desde entonces aquel es conocido como el árbol de Judas.
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Nota: La foto, al inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica: https://tinyurl.com/4fwx6xr8
Referencias bibliográficas
ROMÁN ENCINAS, Marco Antonio. «El origen de un nombre». En Micros. Revista de Minificción de República Dominicana e Hispanoamérica. N° 9, octubre del 2024, p. 50. Consultado el 27 de diciembre del 2024 en https://tinyurl.com/4fwx6xr8
domingo, 15 de diciembre de 2024
CUARTA COLABORACIÓN PARA LA REVISTA «SUPLEMESIAN»
En noviembre del 2024, salió el séptimo número de la revista literaria virtual Suplemesian, dirigida por el escritor colombiano Ricardo Arenas C., y en ella he publicado un texto de mi autoría titulado «El lamento de la feligresa» (ver páginas 13 al 16 en el siguiente enlace: https://tinyurl.com/4dbzy7pf).
El diseño de la revista está bien trabajado y cuenta con un fondo musical que la distingue del resto. A ello hay que añadir, como siempre lo remarco, que la publicación es de libre acceso y tiene una proyección internacional muy amplia, al contar con colaboradores de gran talento de diferentes países de Europa e Hispanoamérica.
Decidí incluir el texto en mención en este espacio virtual para que los seguidores de mi blog que no se hayan enterado de la noticia puedan disfrutarlo aquí también. Este es el microrrelato aludido:
El lamento de la feligresa
El cura Sebastián invitó a Teresa y Paulina, sus dos hermanas, a visitarlo a la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Kuntur Llacta, en los Andes del Perú. Y ellas decidieron quedarse en aquel lugar durante sus vacaciones de verano. Era grato para ellas, que querían mucho a su hermano y se sentían bendecidas con su vocación, ayudar en el registro de la secretaría de la Iglesia y poner en orden los documentos. También estaban encargadas de cerrar el templo sagrado en la tarde, luego de terminados los servicios religiosos.
A veces, las hermanas se ponían a charlar entre ellas mientras hacían sus deberes, e incluían ocasionalmente en sus conversaciones a Elba, la encargada de la limpieza, quien luego de barrer y trapear el local, al caer la tarde, se despedía de todos y se iba a su casa. Cierta vez, Elba les contó que tenía un novio agnóstico muy celoso de un pueblo vecino que pertenecía al Rotary Club y que los fines de mes venía a visitarla. Ella lo había aceptado con reparos por su religión y temía que no le fuera bien en el amor por esa razón.
Un día mientras Teresa y Paulina revisaban las naves de la iglesia antes de cerrar para ver si encontraban a algún menesteroso o alguna persona sin casa en algún rincón, la primera de ellas se topó con Teodoro, un vecino de la zona, arrodillado en una de las bancas, agachado y rezando muy concentrado. Teresa le hizo señas a Paulina y entre ambas se acercaron juntas para invitarlo a salir porque ya iban a cerrar las puertas del redil santo. Teodoro despertó de su ensimismamiento, se disculpó con las hermanas y se marchó despidiéndose cordialmente de ellas. Al salir, hincó una rodilla en la puerta mirando hacia el altar, se persignó y luego se fue de allí.
Cuando ya no hubo nadie dentro, las hermanas apagaron las velas encendidas y cerraron los portones de madera enormes, luego pusieron la tranca y le echaron llave. Enseguida fueron a la sacristía para salir por la puerta que allí había e ir a la casa parroquial en donde descansarían de su jornada. Pero fue en ese momento que escucharon un fuerte llanto de mujer desconsolada, un llanto muy triste y lastimero. Se asustaron porque pensaron que algo malo le pasaba a aquella feligresa.
Regresaron a prender un par de velas y revisar banca por banca cada rincón de la iglesia hasta llegar a la puerta de nuevo y no encontraron a nadie. Se separaron para retornar por las naves laterales y ver si encontraban a alguien entre los confesionarios y la pila del agua bendita, pero fue en vano. Cuando estaban llegando al altar de nuevo, escucharon otra vez el sollozo inconsolable de la mujer, pero esta vez con más fuerza. Ambas se miraron asustadas, se dieron cuenta que el ruido venía del fondo donde ya habían revisado, se percataron que algo extraño estaba ocurriendo, y salieron corriendo por la puerta de la sacristía. Fueron al cuarto del padre Sebastián a contarle lo que estaba pasando y este les dijo:
—¿De qué están hablando? ¿Se han confundido o qué les pasó?
En eso, suena el teléfono y el padre Sebastián les dice que se esperen un momento y que le dejen contestar la llamada:
—Aló.
—…
—¡Oh, Dios mío!
—…
—¡Jesús, María y José!
—…
—Lo lamento mucho. Voy para allá —respondió compungido el padre Sebastián y colgó.
Sorprendidas por la que acababan de escuchar, las hermanas preguntaron al unísono:
—¿Qué pasó?
El padre muy apenado les contestó:
—Ocurrió una tragedia: Elba está agonizando en el hospital, la atropellaron a unas cinco cuadras de la iglesia, mientras cruzaba la pista nueva.
—¡Qué horror! —dijo Teresa angustiada.
—¡No puede ser! —musitó Paulina.
—Me pidieron que vaya a darle la extremaunción, está inconsciente y agonizando. Ustedes quédense aquí, no es conveniente que me acompañen en el estado en que se encuentran.
Cuando el padre se marchó y cerró la puerta, las hermanas recordaron el lamento de la feligresa y otra vez sintieron que algo extraño estaba ocurriendo, se persignaron y se pusieron a rezar el rosario.
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Nota: La foto, al inicio de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica: https://tinyurl.com/yj8yarup
Referencias bibliográficas
ROMÁN ENCINAS, Marco Antonio. «El lamento de la feligresa». En Suplemesian. N° VII, noviembre del 2024, pp. 13 al 16. Consultado el 10 de diciembre del 2024 en https://tinyurl.com/4dbzy7pf
domingo, 10 de noviembre de 2024
CUATRO DATOS POCO CONOCIDOS SOBRE EDGAR ALLAN POE II
(4) La acusación de plagio
Aquí necesito
extenderme más para no dejar cabos sueltos. En el apartado «La ciencia que
había detrás del mayor (y único) éxito de Poe», del libro Érase una vez el
zorro y el erizo, escrito por Stephen Jay Gould, el geólogo, paleontólogo e
historiador de la ciencia estadounidense hace un informe minucioso de lo
ocurrido con
… un
pequeño manual aparentemente olvidable (y completamente olvidado) de 1839,
titulado The Conchologist’s First Book: or, A System of Testaceous
Malacology, Arranged Expressly for the Use of Schools [Primer libro del
conquiliólogo, o Sistema de malacología testácea, adaptado expresamente para su
uso en las escuelas] (2003: 195).
El manual en
mención que lleva el nombre de Edgar Allan Poe como autor fue su libro más
exitoso en ventas en vida y tuvo tres ediciones. Jay Gould explica de este modo
la acusación de plagio que padeció Poe a causa de dicho impreso:
… Thomas
Wyatt, un amigo de Poe, había publicado en 1838 un libro espléndido y caro
sobre conchas de moluscos, que se vendía al público a ocho dólares el ejemplar.
Las ventas, como era de prever, se hacían lentamente, y Wyatt quería publicar
una edición más reducida y más barata; especialmente desde que obtenía gran
parte de sus ingresos como conferenciante viajero en la versión de su
generación de lo que más tarde se llamaría «circuito de Chautauqua», sirviendo
a las gentes locales ávidas de educación: los ateneos, clubes de historia
natural y círculos de lecturas para señoras de los pueblos aislados de Estados
Unidos. Los conferenciantes recibían emolumentos por estos minicursos, pero
también complementaban sus ingresos vendiendo textos y folletos que acompañaban
sus conferencias (de la misma manera que los músicos modernos venden sus discos
compactos en los descansos entre las actuaciones de unos y otros grupos en los
cafés) (2003: 195-196).
Sin embargo, el
tema no dependía solo de Wyatt, sino también de sus editores como lo veremos a
continuación:
Sin
embargo, los editores de Wyatt se opusieron de forma comprensible, expresando
una preocupación razonable: que entonces su edición de lujo sería absolutamente
invendible. Wyatt, que seguía queriendo realizar su objetivo pero temía una
acción legal si publicaba la versión más reducida bajo su propio nombre, buscó
una presencia sustitutoria que difícilmente fuera a provocar un litigio (2003:
198).
La seriedad del
trabajo de Jay Gould sobre este tema se percibe claramente en la siguiente
afirmación: «Revisé todas las biografías estándar cuando escribí mi artículo
original sobre el mayor éxito de Poe» (2003: 198) y también en el hecho de examinar los argumentos vertidos por las
partes en favor y en contra del caso y cotejarlos con la realidad. Y su juicio
al respecto es sereno, desapasionado y riguroso. Su indagación continúa así:
… The
Conchologist’s First Book empieza con un «Prefacio» de dos páginas y no
tengo razones para dudar de la afirmación de Poe de que escribió por entero
esta parte. Sigue una «Introducción» de cuatro páginas… y aquí empiezan los
problemas. Poe expropió gran parte de este texto de la cuarta edición (1836) de
un libro inglés del capitán Thomas Brown, titulado The Conchologist’s
Text-Book [Manual del conquiliólogo]. Algunos biógrafos han asegurado
que toda la «Introducción» de Poe es una paráfrasis, si no una copia directa,
del libro de Brown. (F. T. Zumbach, por ejemplo, escribe que Poe «copió de
Brown casi palabra por palabra»). En realidad, de mi propia comparación entre
los dos libros, sólo tres párrafos (aproximadamente la cuarta parte del texto)
muestran «préstamos» extensos. (Poe no obtiene ninguna exoneración por ello,
pues el plagio, como el embarazo, no aumenta en gravedad por grados: pasado un
punto de definición, uno lo hizo o no lo hizo, y es seguro que Poe lo hizo). La
trama se hace más densa con la sección siguiente, de doce láminas. Las cuatro
primeras, que ilustran las partes de la concha, son plagiadas in toto,
punto por punto y texto por texto, de Brown. No caben aquí quejas, fingimientos
o excusas: fueron lisa y llanamente robadas. Las ocho láminas que siguen, que
ilustran los géneros de conchas en orden taxonómico, siguen a Brown en el
modelo inverso más interesante, es decir, la última lámina de Brown es la
primera de Poe (con considerable redistribución, reorientación y cambios de
posición de cada una de las figuras), y a continuación vamos subiendo a través
de Poe, y bajando a través de Brown, hasta que la última lámina de Poe
reproduce en gran parte la primera de Brown (2003: 199).
Hay algunos
detalles adicionales al respecto que es necesario consignar para que no se
malentienda el asunto:
El
libro de Brown sigue el plan pedagógico del gran naturalista francés Lamarck,
quien siempre presentaba sus estudios en el orden de una «cadena del ser», pero
de arriba abajo, en lugar de la dirección más convencional de abajo arriba. Es
decir, Lamarck empezaba con las personas y terminaba con las amebas, en lugar
de hacerlo al revés, como es usual. Brown había seguido a Lamarck y por lo
tanto empezó con los moluscos más «avanzados», pero Poe y Wyatt obedecieron la
convención usual y empezaron con los más «primitivos»: de ahí el orden inverso
de las láminas (2003: 199).
Y ahora viene el
plato fuerte:
Las
acusaciones de plagio aparecieron en un artículo de 1847 en el Saturday
Evening Post de Filadelfia. Con frecuencia se ha citado la respuesta de Poe,
pero nunca ha sido tomada en serio. Creo, sin embargo (a pesar de una cierta
autocompasión malsana y de tonterías exculpatorias), que Poe hizo una
declaración básicamente razonable, y que los detalles de su defensa nos pueden
ayudar a resolver todos los enigmas de este caso antiguo y molesto. En
particular, podemos empezar a comprender por qué Poe, a pesar de su absoluta
ignorancia de la historia natural, obtuvo la aprobación como reconfigurador de
Wyatt; y, más importante y sorprendente, por qué Poe (a pesar del plagio
indudable que nadie debería intentar disculpar) hizo en realidad una
contribución bastante respetable y original a la ciencia, o al menos a la
enseñanza, de la malacología (el estudio de almejas, caracoles y sus
parientes). Éste es el punto clave que requiere la importación de un hecho pequeño
y divertido de la historia de la ciencia, un aspecto que los críticos literarios
nunca descubrieron, lo que explica su incapacidad en comprender el papel
honorable de Poe (y su consiguiente desconcierto ante sus culpabilidades
evidentes) (2003: 199 y 200).
Jay Gould también
registra en esta investigación la respuesta que da Poe a este tema y la
acusación de plagio:
Lo
que usted me dice sobre la acusación de plagio que hace el Phil. Sat. Ev.
Post me sorprende. Es la primera vez que lo oigo … Haga el favor de hacerme
saber cuantos detalles pueda usted recordar, pues he de investigar la
acusación. ¿Quién edita el periódico? ¿Quién lo publica?, etc., etc. ¿Cuándo se
hizo la acusación? Le aseguro a usted que es totalmente falsa. En 1840 [aquí
Poe se equivoca en un año] publiqué un libro con este título, The
Conchologist’s First Book… Imagino que éste es el libro en cuestión. Lo
escribí junto con el profesor Thomas Wyatt y el profesor McMurtrie de
F[iladelfia]; se le puso mi nombre por ser más conocido y tener más
probabilidades de ayudar a su circulación. Escribí el Prefacio y la
Introducción, y traduje de Cuvier las descripciones de los animales, etc. Todos
los libros escolares se hacen necesariamente de la misma manera. La misma
portada reconoce que los animales se describen «según Cuvier». Esta acusación es
infame y entablaré juicio por ella, tan pronto como liquide mis cuentas con el
Mirror (2003: 200).
El paleontólogo
estadounidense hace el siguiente comentario sobre lo escrito por Poe a su
amigo:
Adviértanse
ahora los cuatro puntos que Poe plantea aquí como explicación y excusa:
primero, que la obra fue compuesta por un comité, aunque la portada llevaba
únicamente el nombre de Poe; segundo, que escribió el «Prefacio» y la
«Introducción»; tercero, que también «tradujo de Cuvier las descripciones de
los animales»; y cuarto, que «todos los libros escolares se hacen
necesariamente de la misma manera», lo que presumiblemente significaba que los
«préstamos» de obras previas deben considerarse como de rigueur (pues
Poe añade después que la portada anuncia explícitamente una descripción de los
animales «según Cuvier»).
No
voy a defender la importancia del «préstamo» en el punto cuatro; a buen seguro,
está más allá de cualquier límite permisible, tanto entonces como en nuestros
días, y cae dentro del ámbito de lo que sólo se puede calificar de plagio (el
consorcio de Poe no menciona nunca el nombre de su fuente principal, el pobre
capitán Brown). Tampoco puedo estar completamente de acuerdo con la última
afirmación del punto dos, porque Poe expropió al menos una cuarta parte de la
«Introducción» de Brown (aunque creo que sí que escribió por entero el
«Prefacio», las dos páginas del mismo) (2003: 200).
Y más allá de lo
incuestionable que resulta el plagio en que incurrió Poe en el libro en
mención, según lo señalado hasta el momento por Jay Gould, el también geólogo
reconoce en el escritor estadounidense un aporte suyo a la ciencia:
En otras palabras, y como conclusión, creo que Poe hizo exactamente lo que dijo, y que ninguna otra persona en el grupo de Wyatt podía haber consumado este importante proyecto. Poe tradujo las descripciones de las partes blandas de los moluscos del francés de Cuvier, y después unió esta información con las descripciones tradicionales de las conchas. Así, The Conchologist’s First Book presentó una reforma educativa importante y ampliamente deseada, al unir por vez primera en un libro popular inglés las conchas de los moluscos con los cuerpos que éstas albergan en su interior y que son responsables de las elegantes construcciones… ¡una innovación que bien merecía una o dos reimpresiones! Y Edgar Allan Poe desempeñó un papel fundamental, absolutamente esencial (dados los contactos y recursos limitados de Wyatt) para completar con éxito dicha reforma. Así, Poe sirvió bien a la ciencia porque poseía la habilidad humanista de ser conocedor del francés.
Y una vez más resalta la genialidad de Poe porque aun navegando en terreno desconocido para él su gran capacidad de observación le permite hacer aportes a la ciencia.
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Nota: La caricatura de Edgar Allan Poe, del artista inglés Adrian Teal, al inicio
de esta entrada, fue tomada de la siguiente dirección electrónica: https://tinyurl.com/5pk9mrtc
ALLAN POE, EDGAR. Narración de Arthur Gordon Pym. Barcelona:
Libros del Zorro Rojo, 2015.
CULTURA COLECTVA. «El tétrico caso de la menor en la que se inspiró
‘Lolita’ de Vladimir Nabokov». En página web de Cultura Colectiva, 16 de
enero del 2023. Consultado el 29 de octubre del 2024 en https://tinyurl.com/4n3mp3j9
JAY GOULD, STEPHEN. «La ciencia que había detrás del
mayor (y único) éxito de Poe». En Érase una vez el zorro y el erizo. Barcelona:
Crítica, 2003.
LLÁCER LLORCA,
EUSEBIO V.; OLIVARES PARDO, M.ª AMPARO; y ESTÉVEZ FUERTES, NICOLÁS. Una Mirada Retrospectiva sobre Edgar Allan Poe desde
el siglo XXI. Switzerland: Peter
Lang AG, International Academic Publishers, Bern, 2011.
MARTÍNEZ, MERCHE. «Edgar Allan Poe o las casualidades
de la vida». En página web Cultugrafía, s/f. Consultado el 29 de octubre
del 2024 en https://tinyurl.com/bda4f4c3
NABOKOV, VLADIMIR. Lolita. Barcelona: Editorial
Anagrama, 2018.
PÉREZ PORTO, JULIÁN Y MERINO, MARÍA. «Serendipia. Qué
es, definición, historia y en la literatura». En página web Definición.de,
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PIÑON, MANU. «La verdadera 'Lolita' por fin es la protagonista de su
historia». En página web de
revista Vanity Fair, 30 de septiembre de 2018. Consultado el 29
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VEGA, GEORGINA. «Canibalismo: el caso del velero
Mignonette». En página web de revista Muy Interesante, 29 de marzo del
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