domingo, 14 de junio de 2015

CÓMO LEÍA DESCARTES


En la Primera Parte del Discurso del método, René Descartes refiere que ideó un método con el cual podía aumentar gradualmente sus conocimientos y elevarse al más alto punto a que la medianía de su espíritu y la breve duración de su vida le permitían alcanzar (1980: 20).

Y se propone describir de qué manera ha dirigido su razón a través de ese método. Tal intención le da oportunidad al filósofo francés para que se explaye sobre su relación con los libros, la lectura y el estudio en tres etapas de su vida claramente diferenciadas.

La primera etapa está relacionada con «los libros» y es descrita en estos términos:

… estaba yo en una de las escuelas más célebres de Europa en la que se suponía que existían sabios, si es que los había en alguna parte de la tierra. Había aprendido todo cuanto los otros aprendían, y no contentándome con las ciencias que me enseñaban, había estudiado todos los libros que estuvieron a mi alcance concernientes a lo que es tenido por más curioso y más raro […]

No dejé, sin embargo, de estimar los ejercicios que se hacen en las escuelas. Sabía que las lenguas que allí se aprenden son necesarias para entender los libros antiguos; que la gallardía de las fábulas despiertan el espíritu; que las memorables acciones de la historia lo elevan, y, leídos con discreción, ayudan a formar el juicio; que la lectura de los buenos libros es como una conversación con los mejores autores del pasado, incluso una conversación estudiada en que sólo nos descubren sus mejores pensamientos […] (1980: 22).

La segunda etapa está relacionada con «el libro del mundo» y empieza de este modo:

Por eso, inmediatamente que la edad me permitió salir de la sujeción de mis preceptores abandoné por completo el estudio de las letras, y decidido a no buscar otra ciencia sino la que pudiera hallar por mí mismo, y en el gran libro del mundo, emplee el resto de mi vida en viajar, en ver cortes y ejércitos, en tratar gentes de diversos caracteres y condiciones, en recoger variadas experiencias y en probarme yo mismo en los encuentros que la fortuna me deparaba, y en reflexionar siempre sobre todas las cosas, de tal modo que me fueran de algún provecho. Me parecía poder encontrar más verdad en los razonamientos que cada cual hace respecto a los asuntos que le importan, y cuyo éxito ha de castigarle pronto si él se equivoca, que en los formulados por un hombre de letras en su gabinete, concernientes a especulaciones que no producen ningún efecto ni acarrean otra consecuencia sino quizá envanecerle más cuanto más alejados estén del sentido común, en razón a que habrá necesitado emplear tanto más ingenio y artificio en tratar de hacerlas verosímiles, y yo tenía siempre un extremado deseo de aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, para ver claro en mis acciones y caminar seguramente en la vida (1974: 26).

Finalmente, la tercera etapa se relaciona con estudiar en sí mismo y es descrita como sigue:

Después de haber empleado varios años en estudiar así el libro del mundo y en tratar de adquirir alguna experiencia, tomé un día la resolución de estudiar también en mí mismo y emplear todas las fuerzas de mi espíritu en escoger los caminos que debía seguir, lo que me dio mejor resultado, a mi juicio, que si no me hubiera alejado nunca de mi país ni de mis libros (1974: 27).

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Nota: La caricatura de Descartes creada por Vladymyr Lukash, al inicio de esta entrada, ha sido tomada de la siguiente dirección electrónica: https://www.behance.net/gallery/Historical-personalities-01/4841775



Bibliografía

DESCARTES, René. Discurso del método. Seguido de El método, Los principios de la filosofía, La metafísica, La ciencia, La moral. Madrid: EDAF, Ediciones Distribuciones, 1974.